Crisis migratoria en Europa
Los ciudadanos retratan a una Europa insolidaria ayudando a los refugiados
Amnistía Internacional avisa: o cambia la ley o los refugiados pueden convertirse en indigentes
Amnistía Internacional avisa: o cambia la ley o los refugiados pueden convertirse en indigentes
Alepo es sinónimo de guerra, indefensión y muerte para occidente. Pero para Mayyar Skhaita es sinónimo de hogar. Allí nació y vivía con su familia hasta que el 24 de noviembre de 2013 la guerra le empujó a huir. Viajó al Líbano y de allí a Turquía. Y en Turquía, gracias a la ayuda de un hermano que trabajaba en los Emiratos Árabes, logró un visado para reunirse con él. Allí se puso a estudiar español y a través de su profesora de castellano consiguió una beca para cursar un master en Gestión de la Inmigración en la Universidad Pompeu Fabra. Hace dos años que vive en Barcelona, pero Mayyar aún no tiene una vida estable. «Es lo que más deseo, tener un trabajo y una vida estable», dice sin perder la sonrisa. Este joven refugiado sirio es una de las más de 42.000 personas que esperan en España a que se resuelva su petición de protección internacional.
España está a la cola de la Unión Europea en políticas de asilo. Se comprometió a acoger a 17.000 personas en dos años y sólo ha acogido a 2.400 refugiados, más o menos. Tras la llegada del «Aquarius», en dos semanas, el Gobierno de Pedro Sánchez, habría acogido ya a 629 personas. Pero si no se reforma el sistema de asilo, estos refugiados pueden acabar en la indigencia», alerta Adriana Ribas, coordinadora de Amnistía Internacional Cataluña. Recuerda la historia de la treintena de intérpretes afganos, que tras trabajar para las tropas españolas destinadas en Afganistán, se vieron amenazados en su país. La presión ciudadana logró que el Gobierno los trajera a España como refugiados, pero tras los primeros meses de acogida, las ayudas se agotaron y se encontraron con una vida miserable. Su historia muestra los obstáculos a los que se enfrentan los refugiados en España tras los primeros meses de acogida en los centros. Encontrar trabajo y desarrollar una vida autónoma es difícil, más sin colchón familiar.
Coincidiendo con el Día Mundial de las Personas Refugiadas, Amnistía Internacional lanza en Cataluña la campaña «Welcome Communities-Comunitats Acollidores», que quiere demostrar como pequeñas acciones de ciudadanos que quieren ayudar a los refugiados «logran beneficios mútuos y construyen comunidades abiertas». Mayyar, por ejemplo, conoció a Helena en la universidad. Él le contó que buscaba casa, ella se iba a estudiar al extranjero. Le propuso a sus padres alquilarle su habitación y todos salieron ganando.
La madre de Helena reflexiona que «todos vivimos en un mundo frágil. Mayyar estaba un día charlando con sus amigos, pasó un misil y ya no los volvió a ver juntos. Y esto mismo vivieron nuestros abuelos».
El 97% de los españoles dice estar a favor de acoger a refugiados, pero la realidad política no responde a esta voluntad. Aministía Internacional llama a convertir esta indignación en microacciones: alquilar una habitación, acompañar a hacer gestiones administrativas, intercambiar idiomas o compartir tiempo.
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