Arte, Cultura y Espectáculos

Novelas y sus peleas con otras novelas

Pere Arquillué protagoniza «Primer amor» en la Villarroel
Pere Arquillué protagoniza «Primer amor» en la Villarroellarazon

La rabia tiene la onomatopeya más gráfica que existe, «arggggg». Todo el mundo sabe que los escritores son seres llenos de rabia, pero en lugar de morder a todo el mundo, «argggggg», escriben una novela. A veces es contra una ex pareja, otras contra la sociedad, o simplemente contra su mala suerte, o su familia, sus compañeros de trabajo, su perro, su loro, su mono... Hay veces, incluso, que su rabia se dirige hacia otros escritores y entonces se producen auténticas obras maestras. Aquel «Érase un hombre a una nariz pegado» de Quevedo contra Góngora es un prodigio, pero la historia de enfrentamientos literarios tiene muchos otros ejemplos.

Las librerías están llenas de novelas que nacieron por una única razón, un desprecio a otra novela. Nada más. Muchos dicen que el odio nunca es una buena motivación para crear algo relevante, pero a esos hay que odiarlos con toda el alma, porque puede que amen las flores y el amor, pero mienten como bellacos. El último ejemplo llega en forma de obra de teatro. La Sala Villarroel acoge «Primer amor», de Samuel Beckett, un ácido monólogo que responde con hiel a todos los ideales románticos de «Primer amor», la célebre novela de Igor Turgeniev.

Un Beckett para reir

A partir del martes, y hasta el 9 de junio, Pere Arquillué interpreta a un hombre que tiene que reunirse con una enamorada, pero sin saber si él está enamorado, si eso significa algo, si esa mujer, una prostituta, significa todavía menos, y sino será que todo es demasiado ridículo para preocuparse. «Acabo de hacer el personaje más romántico de la historia de la literatura, el Cyrano de Bergerac y me encanta poder contestar ahora con la otra cara de la moneda, el más antiromántico. En realidad, la esencia es la misma, pero desde un punto de vista diferente», afirma Arquillué.

El montaje fue una de las grandes sorpresas del Grec 2010, con múltiples premios, y ahora regresa a los escenarios con la misma brillante dirección de Miquel Górriz y Àlex Ollé. «Beckett pone a los tópicos idílicos de Turgeniev y los presenta desde una perspectiva contemporánea. Y aquí la gente se ríe, se puede huir del tópico de que Beckett es demasiado difícil e intelectual», asegura Górriz.

Ejemplos históricos

Si la novela nace con «El Quijote», la novela nace como reacción a otros libros, pues esa sátira de los libros de caballerías sobre todo apunta al «Amadís de Gaula». Claro que aquí es dífícil hablar de odio por parte de Cervantes. No es difícil hablar de odio con el Marqués de Sade y su «Justine o los infortunios de la virtud», respuesta furiosa contra «Pamela o la virtud recompensada», un folletón de Samuel Richardson, uno de esos libros que amas u odias y que muchos odian, como Henry Fielding, autor de «Tom Jones», que también escribió su parodia, «Shamela». Otro ejemplo característico sería Jane Austen, autora odiada por Mark Twain, Charlotte Bronte o Ralph Waldo Emerson, que a su vez odiaba la novela gótica y escribió «La abadía de Northanger».

Mejores que el original

Lo característica común de la mayoría de estos libros, que son degeneraciones de un original, es que suelen ser mejores que éste. Un claro ejemplo es «La hija de Robert Poste» (Impedimenta), de Stella Gibbons, una sátira brutal contra la literatura rural, llena de hijos secretos y buenos sentimientos de Mary Webb. Considerada la novela cómica más perfecta de la literatura inglesa del siglo XX, ha llegado ahora a la 19 edición en España.

Otra de las características de este tipo de libros es que suelen ser contestaciones airadas contra posiciones optimistas y de buenos propósitos. Ya empezó Voltaire y su «Cándido», respuesta al optimismo de Leibniz y Alexandre Pope. Éste es el caso de «Los hijos de Nobodady», (DeBolsillo), de Arno Shmidt, un libro apocalíptico centrado en los desastres de la II Guerra Mundial y sus años posteriores, que respondía de manera furibunda a «La tierra permanece» (Minotauro), de George R. Stewart, otro libero apocalíptico con lo que parece un único hombre vivo, pero que desprende una aureola pronaturaleza positivista que asqueaba a Shmidt.

De la misma manera, Nathanael West, autor de «El día de la langosta», escribió «Cool Million. Desmontando a Lemuel Pitkin» (Gallo Nero), pensando en Horatio Alger y su propaganda del mito del éxito y el trabajo duro. De nuevo, un hombre ingenuo y lleno de optimismo verá cómo, a pesar de su buena predisposición, le pasa de todo, hasta pierde un brazo, los dientes e incluso, después de muerto, es vilipendiado y utilizado por los arribistas.

Luchas políticas

Uno de los ejemplos más emblemáticos de esta lucha entre novelas es la protagonizada por William Morris y su «Noticias de ninguna parte» (Capitán Swing), respuesta directa, con argumento casi calcado, pero conclusiones inversas, a «El año 2000» (capitán Swing), de Edward Bellamy, otra ficción utópica de un futuro ideal, pero llena de un socialismo encendido que enfureció a Morris.

Aunque no todo es rabia, a veces también hay algo de admiración y vergüenza ajena, como en «Abadía pesadilla» (El olivo azul), de Thomas Love Peacock, que se burló de el romanticismo desaforado de Mary Shelley, Lord Byron o Polidori, parodiando su mítica reunión en la villa Diodatti, donde nacería «Frankenstein».