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Poeta de la imagen, poeta de la palabra
El fotógrafo Leopoldo Pomés publica su poesía inédita en «Vidre de nit» y «Polvo de sombras»
BARCELONA- Hace unos meses, la mirada de Leopoldo Pomés se convertía en la protagonista de una estupenda exposición en la Pedrera donde se recogía lo mejor de la producción fotográfica de este maestro. Ahora aparece un libro con otra de las facetas de Pomés, la poesía. Quaderns Crema es el encargado de publicar en un solo volumen dos poemarios: «Vidre de nit» y «Polvo de sombras». Es una estupenda oportunidad de conocer a alguien que ha sabido hacer poesía con la imagen y que demuestra un parecido talento con la fuerza palabra escrita. Son textos extremadamente personales, pero que logran tocar al lector gracias a la aparente sencillez de sus intensos versos.
En uno de los textos de «Vidre de nit», Pomés hace referencia a su interés por la palabra escrita, en general, y por la poesía, en concreto. Fue de la mano de un maestro, el poeta Joan Oliver más conocido por su combativo seudónimo de Pere Quart. Un día se atrevió a mostrarle sus poemas, «escritos con faltas de ortografía, que él me corrigió». Tras leerlos, el autor de «Vacances pagades» y «Terra de naufragis» aplaudió su labor y lo animó a que se presentara al Premi de Poesia Óssa Menor. Hasta unos días más tarde, Pomés no supo que había logrado el segundo premio ex aequo con otro nombre de peso en el mundo de las letras, Joan Perucho. No estaba nada mal para un debutante.
Y es que Leopoldo Pomés, como él dice, entró en la poesía sin quererlo, después de soñar en muchas ocasiones con tan intensa musa. «Y no paraba, iba al trabajo y recuerdo que en el autobús o en el metro de repente me apuntaba un verso. Y antes de dormir soñaba despierto que ella estaba conmigo, y juntos vivíamos unos atardeceres que ya no nos abandorían nunca más», escribe el fotógrafo y poeta en su nuevo libro.
El interés por la poesía le sigue persiguiendo. Los poemas de «Vidre de nit» y «Polvo de sombras» dan buena fe de ello. Ha tardado 60 años en darlos a conocer, recuerdo de quien fue su primera modelo fotográfica y amor. Son una invitación a introducirnos en el imaginario de Pomés quien crea metáforas que juegan con la sencillez pero que en no pocas ocasiones traen con ellas una gran fuerza visual. Es el caso, por ejemplo, de «El sol», un breve poema, dos versos, en los que demuestra que no se puede decir más con menos: «El sol s’ha posat dins d’una agulla/ i l’agulla la tinc clavada dins del cor».
Hay también en estas composiciones referencias a un momento ya pasado, a imágenes y figuras que han ido cambiando con el paso del tiempo. Donde mejor se visualiza este hecho es en «Niña en Sevilla», un poema con dos partes. En la primera, el poeta nos hace un elogio de una mujer, aplaudiendo sus risas, su descaro o «las llamas de tu danza». En la segunda parte, los versos son narrativos. Han pasado veinte años y el autor reconoce a aquella niña, al salir de la Maestranza, pero ahora convertida en «armonía de agua sin aurora/ ojos apagados, labios ignorados». Ella va acompañada de dos amigas y de tres engominados caballeros que se habían convertido en dueños de «tesoros ignorados».
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