Papel
Secretos de infancia
Robert Lapage indaga en sus recuerdos para poner la lupa en la memoria personal y colectiva del Quebec de los 60
Cuando alguien empieza a escarbar en su propio pasado, puede pasar cualquier cosa. La memoria personal se mezcla con la memoria colectiva y el resultado es una imagen difusa que necesita mucha concentración y trabajo para conseguir un recuerdo nítido y de efectos reales. A veces, esa imagen desterrada rompe todas las expectativas y nos deja desnudos y tiritando. Otras, nos despierta de un letargo, recuperas algo como un tesoro perdido, y te emocionas. En los dos casos, quien evite las lágrimas o las carcajadas empáticas es que tiene el corazón congelado.
El director y autor teatral Robert Lapage ha decidido bucear en sus propios recuerdos de infancia en el espectáculo «887», un fascinante monólogo acompañado por maquetas, efectos lumínicos y el apoyo de nuevas tecnologías para intentar sacar algo en claro de su propia historia. «La obra sirve como pretexto para comparar la memoria personal y la colectiva, que a veces no se parecen en absoluto. En este sentido es el espectáculo más personal que he hecho nunca, pero también el más universal, en el que todos pueden verse reflejados», asegura Lapage.
El Teatre Lliure acoge entre hoy y mañana este espectáculo que nos traslada al Quebec de los años 60, cuando un nuevo fervor libertario, «similar a la que vivió la España de la movida de los años 80 o el flower power y Woodstock americanos», que dio pie a un orgullo nacional que impulsó el proceso independentista que llevaría a los referéndums de los años 80 y el 95. «Soy ambivalente en esta cuestión. Por un lado, cuando estoy en Quebec, me siento quebequés, pero cuando viajo al extranjero, siempre digo que soy canadiense. Supongo que en un referéndum votaría que sí, que ser independientes sería una buena idea, pero no estoy convencido», comenta Lapage.
Visión a escala
El juego escénico es todo un hallazgo, con juegos de escala que reafirman lo espurio de la memoria. Cuanto más retrocede en el tiempo, en su propia memoria, utiliza maquetas y elementos en miniatura que otorgan un sentido naif y provisional al recuerdo. Los objetos van creciendo a medida que la memoria logra captar mejor lo sucedido por su fecha más próxima al presente. «Siempre he sentido fascinación por las maquetas. Y me iban bien porque cuanto más retrocedes en el tiempo, lo que recuerdas es más difuminado, pequeño», recalca Lapage.
El espectáculo, que ha involucrado la complicidad de su hermana, que guardaba todas sus fotos de infancia, ha logrado que, a los 57 años, se reconcilie con la figura de su padre. «Cuando era niño siempre me pareció una figura ausente. Era taxista y siempre estaba trabajando, por lo que sentí que no me había influenciado en nada. Sin embargo, gracias a este montaje, me he dado cuenta que su influencia fue fundamental, entre otras cosas, en mi curiosidad por los demás y en mi gusto por contar historias», comenta.
- Dónde: Teatre Lliure. Pg/ de Santa Madrona, 40-46.
- Cuándo: El 29 y 30 de noviembre.
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