Independentismo
Un año cambiando de planes
A punto de cumplir un año como president, Puigdemont ha tenido que modificar su estrategia inicial para poder mantener el apoyo de la CUP. En paralelo, no ha podido mitigar el desgaste del nuevo PDECat, hundido en las encuestas
A punto de cumplir un año como president, Puigdemont ha tenido que modificar su estrategia inicial para poder mantener el apoyo de la CUP. En paralelo, no ha podido mitigar el desgaste del nuevo PDECat, hundido en las encuestas.
Carles Puigdemont era hace un año alcalde de Girona. Se hallaba en su municipio el pasado sábado, 9 de enero de 2016, cuando recibió una inesperada llamada de Artur Mas con una propuesta insólita: convertirse en presidente de la Generalitat. El entonces líder de Convergència apuraba los plazos para intentar que la CUP lo invistiera president, pero el partido antisistema sostenía el veto y exigía un candidato alternativo. Mas estaba prácticamente decidido a firmar el lunes, 11 de enero, el obligado decreto de convocatoria electoral tras dos meses de bloqueo institucional. Pero prácticamente sobre la bocina, cuando tan solo faltaban 48 horas para que la repetición de elecciones fuera inevitable, el todavía president en funciones protagonizó un giro de guión. Estudió tres nombres de diputados como presidenciables (el de Neus Munté, entre ellos) y se decidió por Puigdemont, quien había ganado cierto protagonismo en el mundo soberanista como presidente de la Associació de Municipis per la Independencia (AMI).
El cambio de president
Aquella mañana del sábado, 9 de enero de 2016, fue enormemente confusa. Trascendió que Mas estaba reunido con sus colaboradores en la Casa dels Canonges y que planeaba ceder el testigo de la presidencia a uno de los diputados de Junts pel Sí. Los rumores apuntaban intensamente hacia la malograda Muriel Casals, quien incluso recibió felicitaciones. Pero Mas optó por hacer el penúltimo servicio a Convergència y dejar el Palau de la Generalitat en manos de uno de los suyos. 24 horas después, el domingo, 10 de enero de 2016, el Parlament investía a Puigdemont como president.
Sin cambio de presupuestos
El nuevo president estrenó el mandato con un gobierno heredado al ciento por ciento. Puigdemont no escogió a ninguno de sus consellers. Todos los nombres habían sido previamente consensuados por Artur Mas y Oriol Junqueras. El president pudo, eso sí, escribir algunas líneas para su discurso de investidura y prometió conducir a Cataluña de la «postautonomía a la preindependencia» sin renunciar al diálogo con el Estado. Al cabo de pocos meses, comenzó a probar las mieles de la CUP, que no dudó en tumbar a principios de junio el proyecto de presupuestos de la Generalitat para desesperación de Junts pel Sí y, en particular, de CDC. Puigdemont, que apenas llevaba seis meses en el cargo, se vio obligado a anunciar que se sometería a una cuestión de confianza en el Parlament, aunque la dejó para septiembre.
Cambios limitados en España
La legislatura catalana había arrancado de la peor manera posible. Las suspicacias de CDC respecto a la CUP se transformaron en críticas públicas e incluso en un ensayo de aproximación a Catalunya Sí que es Pot. Los estrategas convergentes centraban, no obstante, sus energías en la repetición de las elecciones generales (27 de junio) y suspiraban por la posibilidad de un cambio de gobierno en España articulado en torno al PSOE y a Podemos con la colaboración de las fuerzas periféricas. Pero el sueño de CDC no se cumplió, ya que el PP amplió su victoria a pesar de quedarse lejos de la mayoría absoluta.
Cambio de partido
Las elecciones de junio confirmaron de nuevo el desgaste de Convergència, que pasó a volcar todos sus esfuerzos en su congreso de refundación de julio. El cónclave comenzó con motín de las bases, enfurecidas por los dos nombres que la dirección sugería para la nueva formación (Catalans Convergents y Més Catalunya). Puigdemont siguió el congreso con cierta distancia, dando señales inequívocas de que no tenía interés en tomar los mandos de la nueva CDC, que siguió bajo la presidencia de Mas. Se consolidaron, eso sí, dos figuras con claridad: la de Neus Munté como vicepresidenta del nuevo Partit Demòcrata y la de Mercè Conesa, que fue escogida como presidenta del consejo nacional.
Cambio de ruta
Con el congreso de la vieja de CDC ya resuelto, Puigdemont ya pudo concentrarse en la cuestión de confianza a la que debía someterse en septiembre. El trance supuso un cambio muy significativo en la hoja de ruta presentada al principio de legislatura. Junts pel Sí se proponía inicialmente una declaración de independencia en el Parlament, seguida de elecciones constituyentes, de la redacción de una Constitución catalana y de su aprobación en referéndum. Pero este esquema voló por los aires después de que Puigdemont aceptara convocar durante 2017 un referéndum unilateral de independencia. «Referéndum o referéndum», proclamó el president en la tribuna del Parlament.
Cambio de candidato
Sin los detalles del referéndum todavía aclarados y a las puertas de su primer aniversario como president, Puigdemont quiso reiterar esta semana que no piensa repetir como presidente de la Generalitat, lo cual colocó el foco sobre la portavoz de la Generalitat y consellera de la Presidència, Neus Munté. Es decir, que el nuevo PDECat no tiene ni candidato ni buenas encuestas. Pero todo puede cambiar.
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