Arte, Cultura y Espectáculos
Un símbolo llamado Joan Miró
El mosaico de la Rambla y el tapiz que colgaba en Nueva York son obras del artista catalán.
El mosaico de la Rambla y el tapiz que colgaba en Nueva York son obras del artista catalán.
No cabe ninguna duda que Joan Miró fue a lo largo de su extensa carrera un hombre comprometido. Su implicación, por ejemplo, apoyando a la Segunda Guerra Civil durante la Guerra Civil, su pictórica crítica a la ejecución de Salvador Puig Antich o su adhesión a la causas por el Estatuto de Autonomía para Cataluña lo convirtieron en un símbolo, en un artista que empleaba su obra como herramienta con la que denunciar injusticias. Sin embargo, tras su muerte, su obra ha seguido siendo un vehículo para unir, para mostrar nuestra condena ante aquello que nos provoca dolor.
Hoy hace un año que una furgoneta terrorista mataba a inocentes en la Rambla barcelonesa. El vehículo conducido por el asesino Younes Abouyaaqoub acabó su sanguinario recorrido en el mosaico de Joan Miró. La reacción ciudadana de repulsa ante el crimen fue revestir la obra mironiana de flores y velas en homenaje a los fallecidos y los heridos. Desde entonces, el mosaico va unido al recuerdo a la tragedia: es un símbolo de la unidad de todos en la condena y el rechazo a la barbarie del terrorismo.
Esta obra, ubicada en el Pla de l’Ós de la Rambla, fue inaugurada el 23 de diciembre de 1976. Miró quería que la gente pudiera pisar su trabajo y que fuera una manera de dar la bienvenida a aquellos que visitaran este pulmón de Barcelona. El mismo Miró se encargó de remarcar que no quería ningún tipo de protección para el mosaico. Así se mezclan las pisadas con la suciedad en el mosaico, como si fueran los propios viandantes y el entorno los encargados de continuar lo que Joan Miró ideó para el suelo. El pintor no estuvo solo en la realización del mosaico al contar con la ayuda del maestro ceramista Joan Gardy-Artigas y los talleres Escofet.
Con el tiempo, el mosaico ha sufrido algunas agresiones que se han traducido en restauraciones, como son las que se llevaron a cabo en 1992 y 2007, aparte de alguna pequeña intervención puntual.
El 11 de septiembre de 2001 un grupo de terroristas de Al-Qaeda secuestraba varios aviones y llevaban a cabo una de las acciones terroristas más salvajes de todos los tiempos. Miles de personas murieron en el World Trace Center de Nueva York. Cuando las Torres Gemelas acabaron siendo escombros, además de la pérdida de vidas humanas se sumó la de un enorme tapiz que daba la bienvenida a quienes entraban en la llamada Torre 2. Su autor era el pintor catalán.
Miró trabajó en esta pieza en 1974 con uno de sus más cercanos colaboradores, el también artista Josep Royo. Sus dimensiones eran espectaculares, propias del lugar que lo iba a acoger: 600 por 1.100 centímetros. El boceto original de la composición se conserva en la Fundació Miró de Barcelona y en él podemos ver que el pintor emplea su iconografía habitual, pero con la facilidad de siempre para fascinar al espectador.
La espectacularidad del trabajo, llevado a cabo en Tarragona, fue afortunada registrada por dos cámaras: la fotográfica de Francesc Català-Roca y la cinematográfica de Pere Portabella. El resultado final era un tapiz que tenía un peso de unas cuatro toneladas.
La pieza final fue recibida con todos los elogios, como los de la revista «Time» quien definió a Joan Miró como «probablemente el mejor pintor vivo, al menos de la generación que produjo a Picasso, Matisse, Gris y Dali». Los atentados del 11 de septiembre de 2001 se encargaron de hacer desaparecer para siempre esta creación, descartándose la posibilidad de hacer una nueva versión de nuevo.
Nueva York y Barcelona quedan hermanadas por la tragedia del terrorismo, pero también por Miró como símbolo.
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