Restringido
Una separación en diferido
El matrimonio se ha roto. Ha durado 37 años. Ahora, tanto CDC como UDC deben dirimir quién asume las culpas de la ruptura. O quién es el que en el ágora pública es acusado de provocar el desgarro en la familia nacionalista. Los dos cónyuges hacía tiempo que llevaban vidas separadas. La situación no podía soportarse más, pero el divorcio lo han pospuesto. Ahora, sólo se han separado. Quizás para cuando Artur Mas convoque las elecciones anticipadas en Cataluña, darán el paso definitivo. Ayer, Unió y Convergencia escenificaron su separación en diferido. En 2012, el presidente de Convergència Democràtica de Cataluña inició su carrera hacía la independencia. En ese momento, las relaciones con Unió empezaron a deteriorarse. Nunca fueron una balsa de aceite, pero el acelerón soberanista de CDC hizo supurar viejas heridas. Mientras Mas sólo defendió el «derecho a decidir» y el «respeto a la legalidad vigente», la unidad se mantuvo, con sus más y sus menos. Pero cuando Mas decidió firmar su hoja de ruta con ERC, Unió puso tierra de por medio. El final se veía venir. Duran convocó un referéndum este pasado domingo. Estaba harto de ser calificado como culpable de los fracasos del soberanismo. De una vez por todas, quiso demostrar que su posición era respaldada por la mayoría del partido democristiano. Sin embargo, sus opositores tenían otras intenciones: utilizar la consulta para romper el partido y sumarse a la hoja de ruta de Mas que prevé la convocatoria de unas elecciones plebiscitarias el 27 de septiembre y la independencia unilateral en 18 meses. Sus partidarios se impusieron por unos cuatro puntos a los defensores de la independencia «a pesar de la campaña en contra de Duran por parte de TV3 y Cataluña Radio», afirman partidarios del líder democristiano. Los derrotados, dirigidos por la presidenta del Parlament, Núria de Gispert, y el secretario de Universidades del Govern, Antoni Castellà, no se dieron por aludidos e iniciaron todo un proceso de sedición al margen de la dirección de Unió.
Desde el domingo, los acontecimientos se aceleran. Los díscolos mantienen reuniones unilaterales con la Asamblea Nacional Catalana, la Asociación de Municipios por la Independencia y Òmnium Cultural –la llamada sociedad civil– para sumarse a la hoja de ruta de CDC y ERC. Josep Rull, mano derecha de Mas en el partido nacionalista, dio un ultimátum de tres días a los de Duran para sumarse a la independencia. El trágala se antojó inaguantable para Josep Antoni Duran Lleida que ha decidido romper amarras porque «fue una humillación pública». Los consellers de Unió –Ramón Espadaler (Interior), Joana Ortega (vicepresidenta y gobernación) y Josep María Pelegrí (Agricultura)– dejarán el gobierno pero Unió no dejará al pairo a CDC. Al menos de momento. Los grupos parlamentarios en Madrid y Barcelona no se romperán y los alcaldes nacionalistas seguirán teniendo el apoyo de los concejales democristianos. La voluntad negociadora de CDC en Diputaciones y Consejos Comarcales determinará los siguientes pasos a dar por los de Duran. Un marginación en la dirección de los órganos supramunicipales puede ser un pistoletazo de salida para una segunda parte de la crisis. Otrosí, Duran tampoco aceptará una desautorización de CDC en el Congreso de los Diputados.
Tras la separación vendrá el divorcio y éste se concretará ante la previsible convocatoria electoral del 27-S. En este escaso margen de tiempo, CDC y UDC se culparán de la ruptura. Todavía quieren jugar sus cartas para endosar al contrario el cisma en el nacionalismo catalán. Si Mas convoca elecciones con un claro objetivo independentista en su programa, será el momento elegido por Unió para romper definitivamente y presentarse a los comicios en solitario bajo el paraguas de la plataforma Construim, creada hace unos meses desde Unió, con Duran al frente, y con la participación de personalidades de la sociedad civil.
En este punto, nada es descartable. Un dirigente de Unió aseguró ayer que «nadie se extrañe si se establecen puntos de encuentro con el PSC». Esta afirmación no es la primera vez que se oye en la política catalana porque es un secreto a voces que Duran y Miquel Iceta, primer secretario del PSC, han explorado posibilidades de colaboración en torno a la llamada tercera vía, una opción alejada del inmovilismo de Rajoy y el separatismo de Mas.
En Unió el ambiente es tenso. Desde CDC se intoxica sobre la posibilidad de que la vicepresidenta Joana Ortega se sume a la famosa «lista del president» que Mas quiere liderar el 27-S. Desde el entorno de Ortega esta opción se niega : «Nunca se presentará en una lista de Mas en la que no esté Unió», afirman taxativos. De momento, Ortega deja la política para no volver. Desde UDC, los dardos envenenados van destinados a la presidenta del Parlament, Núria de Gispert. «Es impresentable lo que está haciendo. Ha demostrado que es muy justita» es la lindeza más suave que se oyó en el día de ayer. En este pastel falta una guinda. Esquerra Republicana y su presidente, Oriol Junqueras, ven los toros desde la barrera. «No me toca opinar», dijo ayer en una entrevista. Mientras, Oriol Junqueras sigue un plan cuidadosamente trazado. Después de las municipales, el denominador común de los republicanos han sido los pactos con las CUP y con Podemos, dejando al pairo a Convergencia y a los socialistas, que han perdido, de esta forma, más de una alcaldía. Sólo una incógnita, si Mas no convoca el 27-S quizá podría obrarse la reconciliación.
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