Literatura
Una vida de Novela
Juan Miñana publica «El cielo de los mentirosos», un libro en el que recupera a Pompeyo Gener, uno de los nombres míticos de la bohemia barcelonesa
Hace unos años, una conocida casa de subastas ofrecía al mejor postor un dibujo del Picasso joven, un boceto de un retrato del natural de un personaje al que el malagueño llamaba Peyo. Los vendedores de la obra no sabían que quien aparecía en ese apunte era Pompeyo Gener, también llamado Pompeu o Peius, un hombre que vivió la vida a golpes de bohemia, sablazos y buena literatura, testigo de un tiempo irrepetible y que puede rivalizar con nombres parecidos como Alejandro Sawa o Pedro Luis de Gálvez. Eso es lo que se puede encontrar en la nueva novela de Juan Miñana, «El cielo de los mentirosos», editada por Malpaso, donde recrea las vidas y el tiempo que le tocó vivir al bohemio barcelonés por excelencia.
Santo tutelar laico
Miñana, en una entrevista con este diario, explicó que llegó a Gener, al que define como un santo tutelar laico, al que descubrió a los 25 años mientras se documentaba para «La claque», su primera novela. «Me encontré con este personaje de la Barcelona ochecentista y modernista y me enamoré de su arquetipo, de su desfachatez, de ese punto que tenía entre ingenuo y gamberro literario que tenía. Curiosamente a lo largo de los años he ido invocándole, comprando sus cosas y para mí es como una presencia balsámica, un hombre que sé que si paso un rato en su mundo, voy a volver de buen humor. Al final de todo, eso es lo que he querido transmitir con este libro», asegura el escritor quien no oculta que le atrajo también que fuera «una parodia andante de la arrogancia intelectual fatuo que parece que ocupa diez espacios vitales. Esa ironía hoy hace mucha falta».
Barcelona es el gran decorado que acogió a Pompeu Gener, sus paseos hasta altas horas de la noche o sus encuentros con nombres como Ramon Casas, Apel·les Mestres o Pablo Picasso. En «El cielo de mañana» es el otro personaje del libro, pero huyendo de los tópicos que en la actualidad persiguen a la capital catalana, casi vista como un género literario propio. El escritor aclara que «lo que me importa es la historia, ahora bien si entiendo que esa funciona mejor en otra época la traslado a otra época. Cuando me meto en el ambiente es cuando me enamoro de ese momento, pero mi intención no es histórica. Cuando escribí mi novela anterior, “Hay luz en casa de Publio Fama”, mi intención era hablar de la fundación de la opinión pública y del oficio de periodista. Esa cosa fundacional estaba hace 2.000 años, pero no lo hice como un relato histórico. La ciudad es solamente un ambiente de juego. Entro en la época para parodiarla, pero me acabo enamorando de ella».
La novela también busca que el lector no se tome tan en serio la realidad, una reivindicación de la fantasía, como hizo Pompeyo Gener a lo largo de su vida. «Es un arquetipo de lo que es la antigravedad artística e intelectual, siempre en esa línea en la que no sabes dónde está la conciencia, la heroicidad de aguantar el personaje o realmente la del hombre acabó fagocitado por su propia vida».
El libro humaniza a un personaje en el que ha pesado más el mito. A este respecto, el escritor reconoce que su héroe o, mejor dicho, antihéroe no tiene hoy la fama que se merecería, con algún reconocimiento extraño como una plaza con su nombre en la Barceloneta donde anteriormente hubo una fábrica, algo que no tiene nada que ver con el espíritu de Pompeyo. «Me estoy encontrando con gente, sobre todo joven, que como mucho llegan a Santiago Rusiñol, siendo lo demás tierra ignota. Me parece que una ciudad como Barcelona no debería prescindir de estos hijos predilectos. Ahora bien, también es cierto que derrochó tanto su personaje que en muchos casos acabó convertido en uno de estos personajes “friquis” de su época. Hay profesores universidades que te lo venden en la lista de heterodoxos de la ciudad, como la Moños o Caballero Godia. En realidad este hombre sí fue un intelectual, sí tuvo ambición literaria y tuvo contactos», aclara Juan Miñana. En realidad, según el autor de «El cielo de los mentirosos», detrás de todo esto hay algo que es lo que provoca que nos siga fascinando tan peculiar intelectual y es su fuerza para enlazar la bohemia rica con la pobre.
¿Dónde puede estar el origen de este descuido hacia la memoria de nuestro Pompeyo Gener? Hay una teoría interesante sobre este tema. Un amigo de Pompeyo, Frederic Pujulà, otro ser insólito, explicó muchos años después a Caterina Albert –Víctor Català en la república de las letras– que la censura franquista impidió la publicación de sus memorias por un asunto con la familia Riquer. Aclara Miñana que en la revista «Joventut» había un Riquer como director literario. «Colgó un cartel en la redacción pintado por él, por Riquer. Peyus y Utrillo lo vieron, dándose cuenta que era un plagio de Alfons Mucha. Tuvieron la maldad de buscar una reproducción y ponerla al lado. Este director artístico se avergonzó al ver aquello de tal manera que se marchó dimitiendo a los pocos meses. Cuando Pujulà quiso volver a recuperar la memoria de Gener, el censor franquista era un Riquer y dijo no, hasta hoy», añade el autor.
¿Como Sabino de Arana?
En la actualidad, algunos lo citan «como un Sabino de Arana catalán, todo eso porque tuvo la humorada de decir que en la meseta castellana no hay genio porque los iones positivos del aire no llegan a los mínimos científicos estudiados. Pero eso era broma. Si te ofendes con lo que él decía es que eres un reaccionario. Eso es una gamberrada literaria».
¿Cómo es el reto del novelista de recrear una voz de la talla de Pompeyo Gener? «No me la he imaginado nunca. Pero si se refiere al tono, a su actitud, ni siquiera era muy original. Lo que ocurra es que si intentas interpretar la literatura con su música, como he hecho en algunos aspectos en la novela, el truco es cogerle mucho cariño al personaje. Así sabes que es como un niño tremendo que en un momento dado su imaginación se disparará y rebasará el límite. Ese es un poco su fórmula», dijo el escritor.
«El cielo de los mentirosos» es también un canto a la amistad, un elogio al rastro de cordialidad que dejaba a su paso Pompeu Gener. «Es que era un hombre muy especial. Era el anticinismo, eso dicho por sus buenos amigos de muchísimos años, como Apel·les Mestres», asegura quien ha convertido los pasos de Gener en una novela. Eso sí, no querido caer en la tentación de convertir eso mismo en una biografía porque hacer un ensayo de esa dimensión «sin armas literarias es caer en todas sus trampas. Hay estudios sobre él, como el excelente de la profesora Consuelo Triviño. Pero es que a Pompeyo Gener le faltan caras. Es más poliédrico que todo eso, sobre todo al final de su vida porque al principio casi pasa por un intelectual de la época, como así lo consideran muchas enciclopedias americanas que hasta lo confunden con un parisino, tomándolo muy en serio».
Por todo ello, Pompeyo Gener, Pompeu o Peius acabó «intentó ser un Apolo de su tiempo y acabó siendo un Dionisos local con todos los excesos etílicos que eso supone».
«El cielo de los mentirosos»
Juan Miñana
MALPASO
416 páginas
22,50 euros
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