Educación
Vuelve la catáfora a la Selectividad
El recurso que revolucionó la prueba en 2015 ya no sorprende a los 32.055 alumnos de este año
El recurso que revolucionó la prueba en 2015 ya no sorprende a los 32.055 alumnos de este año.
A Pedro no lo creía nadie cuando avisaba de que venía el lobo a comerse las ovejas. Y de la misma manera se ha convertido en una leyenda urbana que la Selectividad tiene los días contados. Desde los años noventa, se especula con el fin de estos exámenes para acceder a la universidad. Pero cada junio, vuelven los nervios, las valerianas, las tardes en la biblioteca y la procesión de alumnos de institutos y colegios a las facultades para examinarse. Este año, las pruebas de acceso a la universidad (PAU) regresaron con la catáfora, el recurso lingüístico que revolucionó la Selectividad hace dos años. Entonces, pocos supieron responder que la catáfora es un elemento que anticipa lo que se va a decir a continuación. Pongamos por ejemplo la frase: «Esta mañana tengo dos planes: leer el periódico y escribir una carta al director». «Dos planes» es la catáfora.
En el examen de lengua castellana y literatura, con el que cada año arrancan las pruebas, esta vez, los alumnos tenían que buscar una catáfora y lo contrario, una anáfora, en un fragmento de «El oro y los sueños», una novela juvenil de José María Merino. «Quedarse así (elemento catafórico), pensando muchas cosas a la vez», era la respuesta correcta. Como la educación innovadora, que está revolucionando las aulas, va más de aprender de los errores que de memorizar las leyes de Mendel, en esta ocasión ni la catáfora ni la anáfora cogió desprevenido a nadie. «Lo habíamos trabajado mucho en clase», explicaba, satisfecho, un profesor de lengua castellana de un instituto del barrio de Les Corts.
Aunque la mayoría eligió la opción A, para los alumnos que no se enteraron del polémico examen de la catáfora de hace dos años, había el comodín de la opción B. Un artículo de Gonzalo Torné publicado en la revista «El Cultural» del diario «El Mundo» sobre el turismo en Barcelona.
En la parte sobre lecturas obligatorias, «Últimas tardes con Teresa», de Juan Marsé, Miguel Hernández y Blas de Otero.
Tras el examen de castellano, llegó el turno de la lengua y literatura catalana. «Más fácil», coincidieron los estudiantes. «¡Qué todos los exámenes sean como el de catalán, por favor!», compartía con sus amigas Anabel a la salida del aula de la Facultad de Derecho. El tribunal hizo un guiño a la última película de Agustí Villaronga que ha redescubierto la novela de Joan Sales sobre la Guerra Civil, «Incerta Glòria». Aunque a jóvenes comprometidas con el feminismo como Clara Mascaró que en Twitter se hace llamar @kinkifeminista le gustó la elección de un texto sobre las desigualdades entre hombres y mujeres en el mundo de la ciencia de Ana Lluch Hernández.
Clásicos de la literatura catalana y de la Selectividad como «La plaça del Diamant», de Mercè Rodoreda, y «Bearn o la sala de nines», de Llorenç Villaronga, volvieron a salir en la parte de lecturas obligatorias.
Este año, la polémica vino porque la Generalitat ha restringido las asignaturas propias de la modalidad. Antes elegían entre una veintena de materias de todos los bachilleratos y ahora escogen entre cinco. La Selectividad tiene una parte obligatoria con cinco exámenes, cuatro de la parte común (castellano, catalán, lengua extranjera y filosofía o Historia de España) y uno de la modalidad propia. Y la parte del bachillerato específico. Por la tarde, tocó el turno de Análisis Musical, Dibujo Técnico, Literatura Castellana, Química y Economía. Estas dos, más difíciles que Catalán.
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