Comunitat Valenciana

Cuando la escritura te delata

Los peritos caligráficos aportan pruebas irrefutables en los juicios. Pese a ello, sufren intrusismo y mercadeo con precios a la baja

Los peritos cuentan con instrumental de última tecnología
Los peritos cuentan con instrumental de última tecnologíalarazon

Los peritos caligráficos aportan pruebas irrefutables en los juicios. Pese a ello, sufren intrusismo y mercadeo con precios a la baja

Realmente no existen los escritos anónimos, más bien existen autores desconocidos, pero la escritura es casi como el ADN: se puede demostrar de forma casi totalmente irrefutable, a quién pertenece. Solo hace falta otra muestra y comparar.

De ello se encargan los peritos caligráficos que son profesionales capaces de determinar la autenticidad o falsedad de un documento, que puede ser en escritura o firma, la autoría, o la alteración fraudulenta en su totalidad o en parte.

Ana Isabel Vilar, directora del Laboratorio de Criminalística Documental Rodríguez y Vilar Asociados, con sede en Alicante, explica que su laboratorio está dividido en tres departamentos que corresponderían con las grandes especialidades. Por una parte está la grafística que se encarga de determinar la autenticidad o falsedad de firmas y manuscritos.

Por otra parte, la documentoscopia que abarca el análisis del soporte y contenido del documento cuestionado desde el papel a la tinta pasando por la impresión, los sellos. En esta especialidad, lo que más se solicita es datar temporalmente los documentos, para ver si algunos han podido ser «introducidos» a posteriori.

La tercera especialidad es la grafología, dirigida principalmente a la selección de personal, ya que el estudio de la escritura determina, partiendo de un perfil psicológico, si esa persona en cuestión es adecuada para el puesto que se pretende cubrir.

Los peritos caligráfico intervienen en los tribunales apoyando a los jueces con sus conocimientos. Cuando reciben dichos encargos, se les denomina peritos judiciales y su criterio se considera prueba de cargo o de descargo irrefutable.

En la mayoría de los casos, sus informes versan sobre la falsedad documental y abarcan mucho más que la mera firma o manuscrito. También estudian el soporte y lo expuesto en él, la escritura mecanografiada o impresa, las modificaciones, los añadidos de textos o palabras, también de dígitos o su eliminación. O la incorporación de ellos en tiempos distintos, ya sea por escrito o informáticamente. La superposición de trazos, las firmas en soportes digitales como las tabletas biométricas o en análisis de las tintas, entre otros.

El laboratorio alicantino preserva la identidad de sus clientes, como es lógico, pero pone dos ejemplos concretos de encargos realizados. Como el caso de la determinación de la falsedad de una firma que excluía al dueño de una empresa de sus funciones como administrador único de la misma. No solo se concluyó que la firma era falsa, sino que se averiguó la autoría, que correspondía a uno de los hijos que pretendía quedarse como administrador único.

O el caso de los escritos de amenaza a un personaje público en el que se analizó la escritura de seis políticos hasta que se dio con el que había enviado el anónimo. Este proceso se prolongó durante dos años de pleitos hasta que el informe de los peritos demostró el autor indubitado.

Vilar explica que «la valoración de una conclusión no se puede ni debe valorar mediante porcentaje de aciertos. Es un estudio científico técnico de resultados irrefutables y que solo pueden ser tres: o es; o no es; o no se puede determinar». Y es concluyente, «el perito que en su conclusiones pone un porcentaje de probabilidad no solo es un mal profesional sino que está cometiendo fraude».

Respecto a este último aspecto, Vilar se queja de que «nuestro sector nunca ha estado bien posicionado partiendo de la confusión generalizada de que somos grafólogos. Lo que falta son expertos y sobran oportunistas que utilizan esta profesión como segunda actividad, a veces incompatible con su profesión real».

Este «intrusismo» hace que se compre a los peritos «como fruta en el mercado» buscando siempre al más barato.

Además, otro de los males que aqueja al sector de los peritos caligráficos es el de los asesoramientos previos al encargo profesional como tal. Lo explica Ana Vilar: «a veces un abogado te muestra dos documentos con una firma para que digas si es o no es. La frase siguiente es que si le decimos la respuesta, ya nos pedirá presupuesto para hacer el informe... Desgraciadamente, tras el informe, el abogado hace una comparación de precios a ver cuál es el perito más barato para asignárselo. O cuando te entregan tres informes periciales, más otro de Policía o Guardia Civil, más siete documentos dubitados y doce indubitados y te piden que los analices para ver si es viable hacer otro informe y que en ese caso ya te llamarán. No hay ni una mera intención, ni siquiera al final del texto del mail de preguntar por los honorarios. Como si mi tiempo no valiera nada y tampoco mis conocimientos».

Desde el laboratorio de Alicante se ofrece también el servicio de consultor profesional en prueba documental, o la certificación, con lo que se reduce el coste de los honorarios pero se evita el «gratis total».

Este problema viene determinado también por la falta de reglamentación de la profesión. Cualquiera pueda realizar un cursillo, incluso vía on line y ejercer como perito.

Para Vilar, es un profesión algo descontrolada. «Pero un experto, la persona que realmente le apasiona esta profesión, se forma en universidades que reconocen este sector como calificativo de estudios superiores, invierte su propio capital en la adquisición de los medios técnicos imprescindibles para ejercer y que no son precisamente económicos, se forma continuamente, se actualiza prácticamente cada año y se convierte en eterno aprendiz, realizando estudios propios e inclusive, publicando sus propios libros».

De hecho, el laboratorio de Rodríguez y Vilar ha publicado «El abogado y la prueba documental del perito caligráfico» en el que tratan de explicar todos los servicios que puede prestar un perito caligráfico y que habitualmente se ocultan tras el desconocimiento de la sociedad que piensa que estos profesionales solo se dedican a verificar firmas.