Teatro

Barcelona

El circo no es (sólo) cosa de payasos

El Gran Fele inicia en Valencia sus cursos de verano para niños, adultos y profesionales

«Obligar a un niño a hacer algo que no quiere es peligroso. Aquí vienen a pasarlo bien»
«Obligar a un niño a hacer algo que no quiere es peligroso. Aquí vienen a pasarlo bien»larazon

El Gran Fele inicia en Valencia sus cursos de verano para niños, adultos y profesionales

Si le preguntas a alguien que hizo la EGB con qué asocia la palabra «circo», la mayoría sonreirá al recordar a la Santísima Trinidad circense. Gaby, Fofó y Miliki fueron los Rolling Stones de la risa para toda la generación de los niños criados en los años setenta y principios de los ochenta. Un humor blanco, sin pretensiones, un tanto absurdo y muy visual que seguramente hoy, en la plena era digital, no funcionaría. El circo era entonces una cita para las ocasiones especiales. Había payasos y animales feroces asombrosos y muchas ganas de dejarse sorprende. Y luego llegó el Circo del Sol. Entre ambos fenómenos pasaron casi dos décadas en las que el mundo cambió y con él, el modo de consumir circo. Lo que no varió fue esa búsqueda de la risa a través de la magia del espectáculo, y aquellos que supieron entender esa ansia del espectador sobrevivieron a la mutación.

Uno de ellos fue el Circo Gran Fele, un proyecto valenciano que actualmente se cura las heridas de la crisis y la subida del IVA cultural y presume de poder seguir subiendo el telón.

«Eso no pasa en ningún país de Europa ni en Estados Unidos», protesta su director, Rafael Pla, respecto a la subida de impuestos que llevó a cabo el Ministerio de José Ignacio Wert. «El truco está en aguantar», resume para explicar por qué siguen al pie del cañón después de tantos años.

Y ello pese a que en España las facilidades que se le dan a este sector son prácticamente nulas. «No existe una ley del circo como sí la hay en teatro o danza. Y pese a que tenemos cantera, los jóvenes se ven obligados a emigrar a países como Francia, Canadá o Inglaterra si quieren dedicarse a ello».

En cuanto al futuro, se declara realista. «¿Que cómo irá la cultura? Yo no lo sé. Creo que no lo sabe ni nuestra pitonisa (bromea). Pero espero que vaya bien».

El truco está en reinventarse, apunta. Ellos lo hicieron, de nuevo, hace cinco años con la puesta en marcha de sus cursos de verano «Set de circ». El programa, que se desarrolla en las instalaciones de La Rambleta (Valencia) hasta el próximo día 31 de julio, está dirigido a niños, jóvenes, adultos y profesionales.

«La gente quiere pasarlo bien. Como si fueran a clase de kárate o a practicar senderismo. Y para ello no hay edades. Vienen sobre todo niños, pero algunos lo hacen acompañados de sus madres». En este punto destaca que ellas son más atrevidas que ellos. «El año pasado tuvimos 29 chicas y un solo niño. En este país se ve que solo existe espacio y tiempo para el fútbol. No saben que pueden probar otras cosas. De hecho, cuando lo hacen, les encanta».

Eso sí, ni unos ni otras están obligados a hacer algo que no quieran. «Es muy peligroso que hagan algo en contra de su voluntad porque pueden sufrir lesiones». Rafael Pla disfruta contando cómo se lo pasan los chavales en la escuela. «Vienen, hacen el cabra, en el buen sentido de la palabra, ¿eh?, y se lo pasan genial».

Luego están los alumnos profesionales que asisten para preparar su ingreso en alguna otra escuela de Madrid o Barcelona. Jóvenes que, una vez acabada su formación, pasarán a engrosar la lista de expatriados.

Pero en general, los cursos están destinados a todos aquellos que quieran iniciarse o perfeccionar sus conocimientos y técnicas en las diversas disciplinas circenses, por lo que pueden participar desde niños de seis años hasta consolidados profesionales del mundo del circo. Los grupos, dirigidos por profesorado cualificado y formado en las mejores escuelas de circo del mundo como la Escuela Nacional de Circo de Cuba, se organizan según las necesidades del alumnado, por lo que no es necesario poseer conocimientos previos, lo único que se pide son «grandes dosis de ilusión y, sobre todo muchas ganas de disfrutar».

El objetivo de esta iniciativa es acercar el mundo del circo a todos, para que hacer una acrobacia, subir a un trapecio o montar en monociclo sea una actividad más, al igual que practicar tenis o ir a clases de danza.

Son cuatro semanas de «puro circo» -también se pueden disfrutar por periodos- en las que, además, se trata de mostrar la verdadera cara de un arte aún desconocido. «El ‘boom’ del Circo del Sol nos abrió muchas puertas, pero aún nos cuesta mucho que no nos vean como una disciplina para minorías, desarraigados o ‘hippies’. Sí, somos un poco ‘hippies’, pero muy modernos» (ríe).