Literatura
La última faena política de Sánchez Dragó
Irreverente, incorrecto, provocador, polemista... El veterano escritor madrileño se despide de la escritura sobre España con un retrato de Santiago Abascal
Hay autores tan prolíficos que no saben a qué generación pertenecen. Le ocurrió al recientemente desaparecido Manuel Alcántara, que entre Diego, Ruano, Camba, Umbral, Cela, VázquezMontalbán, Vicent o los más contemporáneos no sabía a quién abrazar más fuerte. Con todos convivió. FernandoSánchezDragó (Madrid, 1936) es atemporal. No existe una época en la que deba ser encasillado, porque pocos hombres tan libertarios y libertinos ha parido este país como él. Polémico crónico e intelectual anárquico, no sabe vivir sin soltarle la mano a la incorrección. Por este motivo se encerró durante tres días en una casa rural aislada de la sierra de Oncala, en Soria, con el que él considera el personaje del año: SantiagoAbascal. De los diálogos y anécdotas que compartieron allí nace España vertebrada, su último título.
Dragó explica a LA RAZÓN cómo «la providencia y el destino literario» lo condujeron hasta este resultado. El objetivo inicial era reunir en la misma ubicación a los tres líderes de la derecha española (Abascal, Casado y Rivera) con tres intelectuales (o miuras: Sánchez Dragó, Escohotado y Savater). No obstante, el proyecto, que iba a recibir el nombre de «La alternativa», quedó truncado por la negativa del de Ciudadanos y las elecciones andaluzas. Dragó, que las vivió in situ moviéndose por la orilla del Guadalquivir en bicicleta a sus ochenta y tantos años, observó cómo el panorama y la historia política española cambiaban de la noche a la mañana, y consideró que había que profundizar en la figura del líder de Vox: «De Abascal habla todo dios, pero no lo conoce nadie».
Así pues, Dragó se vistió de mayéutica socrática e ironía, su traje de luces, para torear durante tres tardes, una feria entera, a «un toro de embestida muy noble» como es Santiago Abascal. Fue como una sesión taurina, admite el escritor, quien siente atracción intelectual por la anómala figura política que ahora puede ser pieza clave para el cambio de Gobierno en España: «Suscita virtudes teologales. La gente se acerca a él por la calle y lo tocan como quien acaricia el manto de la Pilarica un 12 de octubre. Despierta fe, esperanza y caridad».
El candidato de Vox es, a ojos del novelista, «un reformista más emocional que reflexivo», por encima del esbozo de político de extrema derecha con el que se le suele retratar, un hombre con vocación de guardabosques que comenzó, sin saberlo, a hacer política cuando, de niño, vio por televisión cómo ETA había asesinado al cartero de su Amurrio natal. Fue aquí, explica, cuando se cayó del caballo a las puertas de Damasco y «fue llevado a la política». «No quiere llegar a Moncloa él, sino sus ideas», reflexiona acerca de Abascal.
Esta relación es inequívocamente orteguiana, del mismo modo que el título del libro hace referencia a la España invertebrada del ensayista novecentista. Dragó, duro de pelar y satírico hasta niveles insospechados, reconoce la poca simpatía de Abascal con el republicano: «Es más de Unamuno que de Ortega, ante quien a veces se pone de uñas». Comenta que Una, grande y libre fue un titulo que le rondó por la cabeza.
Sobre el papel de Vox en las inminentes elecciones, Dragó no duda: «si Sánchez pacta con sus socios, pone fin al proyecto histórico de España. Nos asomamos a un abismo crucial» para el que dice que «no hay otra opción que no sea Vox». Con la hipotética llegada del partido a las instituciones, augura que «España entrará en Europa» y responderá a la irrupción, hace unos años, de una izquierda transversal, Podemos. «Es el columpio de la historia», finaliza acordándose de Aristóteles y Hegel y encogiéndose de hombros.
Fernando Sánchez Dragó anuncia, antes de levantarse de la mesa y con una expresión entre melancólica y pícara, que tras pasar los comicios dejará de escribir sobre política de manera definitiva, se retirará a sus «cuarteles de invierno» y terminará de redactar sus memorias. «Quiero aprovechar la recta final de mi vida. Espero que España me brinde la oportunidad de tener una vejez tranquila». No se sabe hasta qué punto se cumplirá el deseo del que probablemente sea el mayor transgresor intelectual que han dado nuestras letras, pero Fernando Sánchez Dragó, siempre escéptico con las urnas y el criterio que estas marcan, irá a votar el domingo. Que no sirva de precedente.
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