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Campeonas sin salario mínimo

Tres de las jugadoras ganadoras de la primera Eurocopa de fútbol sala femenino, relatan los sacrificios que tienen que hacer para triunfar

Vanessa Sotelo, Isabel García e Irene Samper, jugadoras de la Asociación Deportiva Alcorcón y de la selección española de Fútbol Sala femenino, antes del comienzo del entrenamiento
Vanessa Sotelo, Isabel García e Irene Samper, jugadoras de la Asociación Deportiva Alcorcón y de la selección española de Fútbol Sala femenino, antes del comienzo del entrenamientolarazon

Nuestro deporte femenino escribió el pasado 18 de febrero una página para la historia. Con un espectacular 4-0 contra Portugal, las jugadoras de la selección española de fútbol sala se coronaron campeonas.

Nuestro deporte femenino escribió el pasado 18 de febrero una página para la historia. Con un espectacular 4-0 contra Portugal, las jugadoras de la selección española de fútbol sala se coronaron como campeonas de la primera edición de la Eurocopa UEFA en su categoría. Son 23 años de diferencia con respecto a la Eurocopa masculina, que lleva celebrándose desde 1996 y que ha restado visibilidad a las deportistas, creando una brecha salarial abismal entre jugadoras y jugadores. Isabel García (31 años), Vanessa Sotelo (23) e Irene Samper (20), tres de las ganadoras de este torneo y jugadoras del A.D. Alcorcón, narran a LA RAZÓN el esfuerzo que han realizado para lograr hacerse un hueco en un deporte gobernado históricamente por hombres. A sus 31 años de edad, Isabel saca a la más pequeña del equipo 11 años. Ella ha podido vivir en primera persona la evolución que el deporte femenino está viviendo. «En mi tiempo no existía apenas visibilidad respecto al fútbol 11 femenino. Y por tanto, mucho menos en el fútbol», recuerda. Además, entonces internet no era lo que es hoy, por lo que toda noticia se conocía a través del boca a boca. Sin embargo, a pesar de esta evolución, las dificultades que sufren las mujeres para dedicarse al fútbol profesional siguen siendo innumerables. Ni Vanessa ni Irene tuvieron otra opción más que el fútbol sala: «En Orense, de donde soy, no existe equipo de fútbol 11 femenino. De hecho, cuando empecé, tenía que jugar con chicos. Y si quería seguir jugando, debía ser al fútbol sala, que sí tenía un equipo femenino», relata Vanessa. Ser deportista profesional implica sacrificio. Y así lo explica Isabel: «Este deporte significa sacrificar a la familia, sobre todo por la distancia. Pero también a los amigos, que no tienen un estilo de vida relacionado con el deporte. Sacrificas los excesos en la comida y el no poder salir de fiesta los fines de semana». Sin embargo, triunfos como el de la Eurocopa les recuerdan que van por el camino correcto. Además de dedicarse al fútbol sala profesional, Vanessa e Irene estudian. Ambas en la Universidad Rey Juan Carlos. La primera, Ciencias del Deporte; la segunda, Educación Primaria. Coinciden en la dificultad que conlleva compaginar ambas responsabilidades pero también lo dicen con una sonrisa en el rostro. «Al final se trata de que te guste, te motive y disfrutes de lo que haces», afirma Isabel, que, además de dedicarse al fútbol sala es la psicóloga deportiva del club. La brecha salarial en España es una realidad, y más aún cuando nos referimos al fútbol profesional. Hablando en cifras, las diferencias entre jugadoras y jugadores son abismales. «Por darte un dato, de las 14 jugadoras españolas que ganamos la Eurocopa, únicamente cuatro pueden permitirse vivir de esto», explica Isabel. Son esas cuatro las únicas que cuentan con un contrato. De hecho, Vanessa, Isabel e Irene juegan sin un salario mínimo garantizado, cosa impensable en los clubes masculinos. «Es algo que me hace sentir triste. Es completamente injusto. Al final, hay valores como el esfuerzo, el sacrificio o la constancia que son iguales tanto para jugadores como para jugadoras. Y esto no se valora, lo que resulta frustrante», explica Irene. «Solo pedimos visibilidad, que la gente nos conozca y comience a valorar nuestro esfuerzo», corrobora Vanessa. Así, por mucho que hayamos avanzado, a día de hoy resulta imposible para una mujer vivir económicamente del fútbol sala en España.

Con respecto a su futuro, lo tienen claro. «No me veo de futbolista. Me veo acabando la carrera y buscando un futuro profesional relacionado con ello», explica Vanessa con desesperanza. Irene, que realiza prácticas en un colegio de Primaria, es consciente de las discriminaciones que sufren las niñas desde muy pequeñas en el recreo. Muchas veces observa cómo las pequeñas quieren jugar al fútbol pero los niños no les pasan la pelota. «Noto constantemente su desmotivación. Yo siempre les digo que probablemente no quieren que ellas jueguen porque son mejores que ellos. Tienen que seguir, y estoy segura de que llegará un día en que los chicos se peleen porque ellas estén en su equipo», sentencia.

Mientras, nuestras tres protagonistas seguirán luchando para lograr un «salario igualitario en condiciones dignas», como las de sus compañeros. Y sobre todo, para que en un futuro no muy lejano, el sueño que ellas no pudieron cumplir, sí se haga realidad para las siguientes generaciones de pequeñas futbolistas.