Hortaleza
«El abuelo está destrozado. No se lo perdona»
Ya ha pasado una semana desde que fue secuestrada la menor de 7 años y de origen dominicano en un parque cercano a la vivienda de su abuelo paterno, en las inmediaciones de la carretera de Canillas, en Hortaleza pero los vecinos de la zona continúan alarmados. La mayoría conocen a la niña y también a los familiares. Según comenta un vecino allegado a la familia José Antonio Pérez, el abuelo, «se siente un poco culpable después de lo ocurrido», ya que la pequeña y su hermano estaban a su cuidado en el momento en el que ocurrió el rapto. «Está destrozado. No se lo perdona», añade este vecino.
Según declaró el abuelo a Televisión Española, siempre dejaba la puerta de su casa abierta, para que los chicos pudiesen entrar y salir para beber agua y descansar. De hecho, cuando raptaron a la niña, José Antonio pensaba que su nieta estaba dentro de la casa, por eso tardó en percatarse de que había desaparecido. Lo cierto es que el domicilio está a muy pocos metros del parque donde la niña fue capturada y jugaba con la bicicleta junto a su hermano. Además, el abuelo insiste en que es prácticamente imposible que los vecinos se dieran cuenta de lo que estaba ocurriendo, porque ni él mismo lo hizo.
Un parque escondido
La zona en la que tuvieron lugar los hechos está bastante escondida entre los edificios y la carretera de Canillas, la vía principal de este distrito. Los bloques de pisos y la masa arbórea ocultan este pequeño parque de recreo, conocido como parque del arbolito, donde juegan los niños del barrio. Muchos de los pequeños conocen a la víctima y han compartido con ella tardes de risas en los columpios e incluso han estado juntos en un campamento, tal y como asegura la madre de dos de los chicos que suelen acudir a esta zona infantil, mientras está pendiente de ellos. Alrededor de las siete de la tarde de ayer había muy pocos niños en el parque donde fue abducida la niña. Sus madres y abuelas les acompañaban y no les quitaban el ojo de encima. Teodora, de 81 años, aún tiene fuerzas para salir con sus nietos de dos y cuatro años de edad para que jueguen con sus amigos. «Yo les explico lo que ha ocurrido en el barrio y les digo que no se vayan con un desconocido», comenta la señora, que vive a muy pocos metros del parque. Isabel, Teodora, Rosario y Leonor pasan sus tardes de verano sentadas en un banco de la zona al fresco. La tarde del secuestro estuvieron allí pero, al igual que el abuelo de la víctima, no se dieron cuenta de nada. «Lo único que vi fue al abuelo y al padre salir corriendo», explica Leonor. Pese a que sólo conocen a los familiares de la niña de vista, después de la tragedia no la han vuelto a ver por allí. Sin embargo, Lenuta, una madre de origen rumano, sí conoce a la pequeña puesto que su hijos juegan habitualmente con ella y sí la ha visto jugar otra vez en la zona. «El jueves por la tarde estuvo aquí bajo la supervisión de su abuelo», asegura. «La niña parece que está bien y sonriente, para lo que ha ocurrido», añade.
Otra vecina, Rosario, de 73 años, también conoce a la familia y sabe que la niña jugaba sola en la calle en el momento de su secuestro, pero que su abuelo la vigilaba desde la ventana. «Cuando era pequeña siempre salían con ella, pero al ir creciendo iba sola», afirma la anciana, que insiste en que ella hace lo mismo con sus nietos. No obstante, desde ahora los pierde de vista cuando salen a la calle.
Otra de las vecinas conoce personalmente a los tíos de la menor y confiesa que «están destrozados». Según ha podido saber el periódico LA RAZÓN la pequeña no vive cerca del parque, sino que se trasladó hace muy poco tiempo a una vivienda situada a unas calles más allá del parque donde fue raptada. Sin embargo, en esta zona viven su abuelo y varios parientes, algunos de los cuales en casa del abuelo en el momento en el que el pederasta la secuestró.
A pesar del trauma que le haya podido causar lo sucedido, la menor de 7 años pudo colaborar con los agentes del Servicio de Atención a la Familia (SAF) de la Brigada Provincial de la Policía judicial. El día siguiente al rapto la niña recorrió la zona donde la llevó el agresor sexual acompañada de varios policías, según pudieron observar los residentes del barrio. El testimonio de la pequeña puede ser crucial para dar con el pederasta, ya que en esta ocasión no drogó a la niña.
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