Madrid 2020

El avión de la alegría

Carlota Castrejana y José Manuel Abajo, a bordo del avión
Carlota Castrejana y José Manuel Abajo, a bordo del aviónlarazon

Natalia Golding, amazona, micrófono en ristre y seguida por una cámara de TVE, presentaba el concurso que nació en un avión, no un avión cualquiera. Natalia, presente y futuro de la hípica española, acompañada por un elenco de podio, éxitos y preseas, libraba obstáculos por el angosto pasillo y asaltaba al personaje, adormilado o sorprendido -son 12 horas de travesía entre Madrid y Buenos Aires-."Estamos con el señor Cherryman -Enrique Cerezo-, y espero que no se me enfade -el presidente del Atlético de Madrid, en su butacón de primera, no se enfada-. El juego consiste en lo siguiente, le decimos una palabra y en 15 segundos entona una canción con ella".

Enrique, serio aún, asiente. Mireia Belmonte coge el micro, le encandila con una sonrisa franca y una mirada olímpica: "La palabra es... Madrid". Y Cerezo se arranca con el chotis.

No canta ni siquiera como Chiquilicuatre, pero se gana una cálida ovación del resto de la compañía, la jugadora de rugby Patricia García y la excepcional triplista y campeona del mundo junior Ana Peleteiro. El avión de la alegría ha cruzado el Atlántico, sobrevuela Brasil, inmenso como un continente, y se acerca a Buenos Aires a 812 kilómetros por hora y a 12.200 metros de altitud.

Natalia se fija ahora en el ministro Wert, sentado al lado del ministro Soria. Se levanta, le rodean. Natalia le explica en qué consiste el concurso, Wert se defiende: "Tengo una oreja enfrente de la otra". Pero se presta. Conocida la mecánica, Mireia propone: "La palabra es... fiesta". Y el ministro de Cultura, Educación y Deporte, a miles de kilómetros de becas, rectores y recortes, imita a Raffaela Carra.

También se ha ganado una ovación, que despierta a Manolo Santana, tres asientos detrás de él. Santana llegó a Madrid por la noche desde Estados Unidos y por la mañana se embarcó para Argentina. Estuvo en Flushing Meadows, descubriendo al nuevo Nadal, «inconmensurable», y testigo del declinar de Federer, "con problemas en la espalda, no puede sacar", lo cual no resta méritos a la victoria de Tommy Robredo. Manolo, uno más entre el pasaje del avión de la alegría, también cree en el triunfo de Madrid. La alegría es contagiosa, hay fundamento para creer en el triunfo. Nadie se imagina una derrota; pero si ocurriera, sentimiento general: "¡Que les den!".

No imagina Juan Miguel Villar Mir, presidente de OHL, un regreso a Madrid lastrado por la decepción y la melancolía, él, que cree en el deporte, en las cosas bien hechas y en los deportistas: anécdota. Miguel Cardenal, presidente del CSD, le habló de un chico que ya no es una promesa, Javier Fernández, campeón de Europa de patinaje artístico, que ha tenido que emigrar a Canadá para entrenarse y necesitaba que alguien le echara una mano, un mecenas. Villar Mir contribuye con 825.000 euros a mantener el ADO y a Javier

le financia con 100.000. "Siempre procuro ayudar", confiesa el empresario. La medalla de oro que el patinador ganará en los Juegos Olímpicos de Invierno en Socchi podría llevar su nombre en el reverso. Más allá de Villar Mir, Joel González, taekwondista dorado en Londres, y Rafa Pascual, el mejor jugador de voleibol que ha nacido en este país, siguen el juego a las chicas, como si presintieran la victoria sobre Tokio y Estambul. No es extraño. Mientras, Ona Carbonell, heredera de Gemma Mengual y Andrea Fuentes, de

espaldas a la pared, apoyada sobre el pie izquierdo, estira la pierna derecha hasta colocarla encima de su cabeza. Le hacemos una foto. Y sonríe. Todos viajamos en el avión de la alegría, cortesía de Juan José Hidalgo (Air Europa) que nos fue a despedir a la T-1. Le pesó no acompañarnos; le esperaban en República Dominicana. Negocios.

Doce horas después aterrizamos en Ezeiza, Buenos Aires. Puro placer.