Memoria histórica
La guerra, según Carmena
La batalla de Belchite fue uno de los episodios elegidos por Ken Follet para dar sentido a su magna trilogía histórica sobre el siglo XX. Allí, en el verano de 1937, se cubrieron de gloria los defensores franquistas del pueblo, que prácticamente fueron exterminados, pero también los soldados de la República y, sobre todo, los brigadistas internacionales sobre los que cayó el peso del asalto. Técnicamente fue una victoria republicana, aunque no se cumplió el doble objetivo estratégico de tomar Zaragoza y frenar el ataque de los rebeldes hacia Santander. La calle que en Madrid recuerda este episodio de la Guerra Civil es una de las que va a depurar el nuevo Ayuntamiento que preside Manuela Carmena. Que en Madrid se borre la memoria de los vencedores de la última guerra civil española y de la dictadura franquista carece de importancia. Ochenta años después, casi nadie sabe quiénes fueron los hermanos García Noblejas y hay quien confunde al general Orgaz con el conde de su mismo nombre. Por otro lado, esa ausencia de una parte de lo que, mal que nos pese, fue España, puede contribuir a que los socialistas y las demás izquierdas dejen de dar la tabarra con la Guerra y, con el tiempo, incluso surja uno de esos mitos indestructibles, como el de la batalla de Calatañazor, que consuelan de derrotas. Pero lo que no es de recibo es que en el Ayuntamiento de Madrid, que se pretende faro de la cultura, no tengan en nómina a algún historiador que explique a esos nietos amamantados en el mito y la leyenda que toda interpretación de los hechos, por parcial que sea, exige un requisito de veracidad o, cuando menos, haber estudiado lo suficiente para no hacer el ridículo. Hay que fijarse, por ejemplo, en la cronología y precaverse de las trampas homónimas. Y. sobre todo, abstenerse de internet si sólo hemos leído a Ian Gibson.
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