Arganzuela

Lavapiés, la otra capital senegalesa

El barrio, en el que uno de cada cuatro vecinos es extranjero, se desmarca de los radicales y recupera la calma.

Lavapiés se levantó ayer con las señales de lo sucedido el jueves por la noche y el viernes tras la muerte del senegalés Mmame Mbaye
Lavapiés se levantó ayer con las señales de lo sucedido el jueves por la noche y el viernes tras la muerte del senegalés Mmame Mbayelarazon

El barrio, en el que uno de cada cuatro vecinos es extranjero, se desmarca de los radicales y recupera la calma.

Ayer en la plaza de Lavapiés, donde el viernes había hombres enfundados en buzos recogiendo desperfectos y vecinos acorralados por los medios a la caza de la mejor declaración, una mujer subida en un pequeño pedestal declamaba su oración al aire mientras un grupo de jóvenes esperaba impaciente con la mirada clavada en la boca del Metro la llegada de los que faltaban. Todo parece haber vuelto a la normalidad. Los comercios lucen sin miedo con sus persianas totalmente subidas y las aceras vuelven a estar ocupadas por carteles de menús del día y macetas de flores de todos los colores. «Esta noche ha sido muy tranquila, no se han vuelto a oír ruidos ni gritos», explicaba ayer la dueña de un amplio bazar en la calle del Tribulete. Si no fuera por alguna que otra piedra de vidrio brillando entre los adoquines o las pintadas aún frescas de «Mbaye vive», nadie diría que dos días atrás Lavapiés se había visto inmerso sin querer en una guerra improvisada entre manteros, agentes de Policía y otros muchos que, como afirman irónicos dos vecinos de la calle del Oso, «se apuntan a un bombardeo, y nunca mejor dicho».

Tal vez en otro barrio las pruebas hubieran tardado más en desvanecerse, pero en Lavapiés la fortaleza de sus vecinos ha podido con todo y en menos de 24 horas tras la manifestación convocada el viernes en la plaza Nelson Mandela el barrio ha logrado borrar cualquier signo de violencia callejera, y el que no, como las cenizas de los fuegos provocados la noche del jueves, se lo ha llevado la lluvia. «Yo no tengo miedo, Lavapiés es mi barrio, ésa mi casa y éste el único camino para llegar hasta la puerta», decía con rabia una mujer jubilada mientras se abría paso entre el tumulto de manteros que el viernes por la mañana volvía a la carga cuando se personó ante ellos la diplomacia de su país. Porque, tal y como ella misma explicó mientras entraba en su portal cargada de bolsas de la compra, «los manteros también son vecinos y no es por ellos por los que tenemos que preocuparnos».

Y es que, si en algo están de acuerdo los que viven en este céntrico barrio de Madrid es en que los graves disturbios los trajeron a Lavapiés grupos de radicales convocados de forma masiva por la red. «Esta mañana he oído en la radio africana que ha muerto un segundo compañero senegalés que había sido ingresado el jueves en el hospital; en España no se ha sabido nada hasta horas después y, en realidad, casi es mejor así», cuenta un hombre recordando a su compatriota Ousseynou Mbaye, fallecido tras sufrir un ictus la mista tarde en la que murió por un infarto Mmame Mbaye. «¡Y menos mal que no se ha hecho eco la gente de esto, porque alguno podría utilizarlo de nuevo para venir al ataque!», continúa otra vecina sumándose a la tertulia.

Un día después de acoger una multitudinaria manifestación que se cerró sin altercados con un emotivo minuto de silencio en la memoria de Mmame Mbaye, ayer la plaza Nelson Mandela la volvían a ocupar los niños corriendo y saltando ajenos a todo lo que no fuera su juego. Mirándoles, satisfechos por la vuelta de la calma, los adultos se defienden: «Nosotros no somos antisistema, esos son otros; nosotros al revés, lo que queremos es conseguir nuestros papeles y entrar en el sistema».

Un 25% de extranjeros

Quienes caminan por sus calles saben que Lavapiés aprobó hace ya décadas la asignatura de la multiculturalidad. Lo demuestran sus cifras: uno de cada cuatro vecinos empadronados en el barrio de Embajadores –del que forma parte la barriada de Lavapiés– llegó a España procedente de otro país. Sólo dos áreas de Usera, superan el 25,24% de problación extranjera con la que cuenta actualmente Embajadores. Para los senegaleses que viven en la capital, Lavapiés es, además, su punto preferido para establecerse: según el padrón del Ayuntamiento, de los 2.093 inmigrantes procedentes de Senegal que son ya vecinos de la ciudad, casi medio millar –un 23%– reside aquí. Únicamente los naturales de Bangladés (2.640 empadronados), Italia (974), Marruecos (645) y Francia (503) son en Embajadores más númerosos que los compatriotas de Mbaye. Fuera de los límites de este barrio del distrito Centro, los inmigrantes senegaleses se reparten por toda la ciudad, aunque sólo en otros tres puntos del sur –Arganzuela, Villaverde y Puente de Vallecas– representan una comunidad numerosa. En el conjunto de la ciudad, los senegaleses ocupan el puesto número 31 entre las comunidades con más presencia, un ránking que lideran rumanos, chinos y ecuatorianos. Senegal, sin embargo, sí es el país subsahariano con más inmigrantes en la capital.