Operación Policial
Los trágicos finales de «El Pimiento», Carlos «Jarry» y «Goyito»
El «Niño Sáez» no es el único alunicero que ha visto como su alocada carrera vital era truncada por una pistola. Las muertes por arma de fuego son moneda común en el gremio. Corría el mes de enero de 2008 cuando Carlos «Jarry», con 23 años y 30 detenciones a cuestas, fue asesinado en Arganda del Rey. Dos disparos en la nuca, dos en el pecho y otros tantos en el cuello, pusieron fin a la vida de un delincuente al que la policía siempre definió como «un as de la conducción». Los culpables de su muerte, que habían participado en varios golpes con él, fueron detenidos esa misma noche.
No pasó ni un año entre la muerte de Carlos «Jarry» y la de su sucesor como rey de los aluniceros: Alfredo Díaz Moreno, alias «El Pimiento». En diciembre de 2008 un chatarrero que transitaba por un camino cercano al polígono industrial La Granja, situado en el municipio de Paracuellos del Jarama, vio un cuerpo tirado en la cuneta. Avisó a los trabajadores de una fábrica cercana y éstos llamaron a la policía, que identificó el cadáver como el de Alfredo Díaz Moreno. Tres tiros, uno en la nuca y dos en el costado, acabaron con el alunicero. Los dos asesinos adeudaban a Alfredo Díaz una cantidad cercana a los 90.000 euros y en el juicio, celebrado en 2011, adujeron que le dispararon por miedo al entorno de «El Pimiento», que formaba parte de la banda del «Niño Sáez».
El trono de los aluniceros, vacante tras estas dos muertes violentas, fue ocupado por Gregorio Rodríguez García, alias «El Goyito» y su banda, protagonistas de 16 alunizajes y a los que se les imputaban más de 70 hechos delictivos. «Goyito» sumó en pocos años más de una decena de detenciones, una de las cuales le llevó directamente a la cárcel, desde la que continuó dirigiendo a su banda.
A finales del año pasado, tras abandonar la prisión, «Goyito», que sólo tenía 23 años, conducía a gran velocidad un coche de alta gama robado por la A-4 cuando perdió el control del vehículo y terminó chocando con un muro de hormigón quedando en coma. Así terminó la carrera criminal del penúltimo rey de los aluniceros.
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