Ayuntamiento de Madrid
Orden de demolición para «Todo es felicidá»
El mural que decora el número 5 de la calle Orellana está a punto de desaparecer. La propiedad del edificio ya ha recibido la orden que le obliga a devolverlo al estado que tenía antes de la rehabilitación, realizada en 2008 y declarada ilegal
El mural que decora el número 5 de la calle Orellana está a punto de desaparecer. La propiedad del edificio ya ha recibido la orden que le obliga a devolverlo al estado que tenía antes de la rehabilitación, realizada en 2008 y declarada ilegal
Cuesta encontrar en Madrid algún viandante que no se haya parado a contemplar la esquina de la calle Orellana con Campoamor. Desde el año 2008 el edificio, construido en 1886, destaca sobre el resto del barrio de Justicia por la decoración de sus dos fachadas: un mural del artista plástico Jack Babiloni que bajo el título «Todo es felicidá» sorprende a propios y extraños e ilustra guías de Madrid traducidas a todos los idiomas. Ahora, los 68 frescos que lo componen tienen las horas contadas. Con la misma rapidez con la que Babiloni pintó los 900 metros cuadrados de fachada en 2008 –sólo tuvo 15 días para realizarlo– la obra podría desaparecer ahora, sólo siete años después. El problema no son las pinturas en sí, sino que éstas se llevaron a cabo en el marco de una rehabilitación integral del edificio que el Ayuntamiento expedientó y que ahora obliga a deshacer.
El número 5 de la calle Orellana se sometió de 2003 a 2008 a una rehabilitación integral sin haber obtenido –sí solicitado– las licencias necesarias. Sólo unos meses después de que Jack Babiloni concluyera su trabajo con el que se culminaba la remodelación del inmueble –en marzo de 2008– el consistorio, que por entonces dirigía Alberto Ruiz-Gallardón, le abrió un primer expediente sancionador por haber realizado la obra sin haber obtenido previamente los permisos.
Según las fuentes consultadas por este periódico, la dirección facultativa de la obra sí solicitó las licencias municipales y pagó las tasas antes de iniciar las obras. Pero el retraso que por aquellos años era bastante habitual a la hora de conceder licencias de obra, llevó a la dirección de la obra a iniciar la rehabilitación sin haber recibido el visto bueno de la Administración confiados en que el Ayuntamiento le daría el «ok» con el tiempo.
En noviembre de 2008 se expedientó la obra por haber empezado sin licencia; pero el verdadero problema vino cuando el Ayuntamiento, tras revisar la solicitud, denegó la licencia. El motivo era básicamente porque la rehabilitación afectaba a la estructura del edificio y porque se introducían elementos que no cumplían con lo exigido a un inmueble, como el de Orellana,5, que está en el catálogo de edificios protegidos del consistorio madrileño. Esto motivó la apertura del segundo expediente en el que en resumidas cuentas se considera que parte de la rehabilitación es ilegal, por lo que ahora obliga a que el edificio vuelva a su estado original.
Aunque el inmueble no está protegido por Patrimonio Histórico, sí cuenta con una protección urbanística municipal que exige licencias expresas para poder llevar a cabo modificaciones en su estructura, como algunas de las que se hicieron con motivo de su rehabilitación. En concreto, el expediente cuestiona el desmontaje que se hizo de la cubierta, la rehabilitación de los patios, el incremento del volumen del edificio o la instalación de un ascensor que no cumplía con las dimensiones permitidas.
Y si el edificio tiene que volver a su estado original, las pinturas de Babiloni desaparecerán. Aunque la técnica para la que fue contratado este artista plástico, el fresco, le auguraba más de 500 años de vida sus pinturas tienen sólo siete años después las horas contadas. Con la orden de demolición sobre la mesa, un andamio en un lateral ha encendido todas las alarmas. La ejecución de los expedientes, que desde 2011 están resueltos, es inminente según explican los inquilinos y conlleva, además de una sanción por el primer expediente (que podría llegar a 600.000 euros), la demolición de lo realizado sin licencia.
Una coleccionista de la obra de Babiloni ha iniciado una recogida de firmas a través de la plataforma Change.org para evitar «esta injustificada y nefasta decisión» que llega siete años después del final de las obras y que hará desaparecer los frescos de Babiloni, a pesar de que son desde su creación parte del atractivo turístico de barrio de Justicia. Las más de 1.300 firmas que piden a la alcaldesa Manuela Carmena que busque una solución para evitar que desaparezcan las originales pinturas han empezado a surtir efecto.
Fuentes municipales aseguraron a LA RAZÓN que el Ayuntamiento está ya trabajando para intentar salvaguardar la obra. No obstante subrayan que lo que sí que no pueden hacer es incumplir la ley. El área de Desarrollo Urbano Sostenible, en colaboración con la de Cultura, se coordinan estos días para buscar una solución. Una de las opciones que manejan desde Patrimonio Municipal es lograr ahora que el edificio, por su singularidad, obtenga algún nivel de protección que lo preserve por parte de la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid. La Ley de Patrimonio Histórico que el anterior gobierno regional aprobó en 2013 creó la figura de protección BIP (Bien de Interés Patrimonial) para aplicarla a los edificios que tienen que ser protegidos de manera especial pero no alcanzan la máxima protección que se otorga: la calificación BIC (Bien de Interés Cultural). Éste sería el nivel de protección que podría obtener Orellana, 5. No obstante desde Patrimonio Histórico regional se puntualiza que una vez que llegue la solicitud por parte del Ayuntamiento a la comisión mixta se estudiará si este edificio cumple con las características que han de tener los inmuebles protegidos: «No se puede proteger un edifico porque sí. Hay que estudiarlo», aclaran.
Otra de las opciones barajadas es trasladar las pinturas a otro lugar, sin embargo, esta opción, según el propio autor, es prácticamente imposible por la técnica con la que se hizo: mediante la aplicación de silicatos sobre mortero de cal; una técnica que garantiza 500 años de conservación pero implica que se necesitaría llegar hasta el ladrillo para poder trasladarlo, con lo que habría que levantar toda la fachada.
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