Eutanasia
Eutanasia, pornografía de la muerte
Castigaban con dureza los atenienses a quienes representasen una muerte en escena. Las tragedias, tan pródigas en muertes como la propia vida, la representaban necesariamente con una alusión. Los romanos, como se sabe, consideraban la muerte pública como una humillación y procuraban taparse el rostro con la toga como hizo Cesar, no esperando supervivencia. Estos días hemos visto si no la emisión de la muerte, bastante tuvimos con la terrible de Ramón Sampedro, si la emisión del consentimiento. Jurídicamente dirigida dicha emisión tiene como objeto sacar el homicidio del horrible lugar de la ideológica muerte por violencia de género para dirigirla al no menos ideológico homicidio por compasión.
En el segundo caso, y considerando las circunstancias concurrentes la sanción penal efectiva, será prácticamente irrelevante. Y probablemente no es criticable que en este particular caso sea así.
Lo que no puede ser así es que el homicidio compasivo, definidas unas vidas que no merecen la pena vivirse, pase a convertirse en un derecho, más bien en el derecho decisivo para medir la nueva libertad humana. Quien se niega a la paliación incluso permanente porque quiere la eutanasia, reclama el derecho a morir y reclama el derecho a que se mate por compasión. Ninguna etapa intermedia parece suficiente. Y lo reclama en una aplicación médica, en una aplicación indicada, que conduce a todos en el camino de ser posibles beneficiarios del homicidio. Que la conducta se quiere moralizar, e incluso justificar en derecho, lo prueba el hecho de la exhibición pública y del aprovechamiento ideológico. Será la conducta no desesperada sino la indicada para colmar el derecho a vivir sin dolor.
Esto es lo que nos preocupa, el homicidio por desesperación de los dos intervinientes inspira nuestra comprensión, pero el homicidio moralizado que convierte matar en el principal acto de compasión nos aterroriza, no es que sea manipulable en unos casos, es que es siempre manipulado.
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