Política

Operación Lezo

Una vocación política frustrada

La Razón
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Granados cambió un día un brillante porvenir en el mundo de las finanzas por un ilusionante futuro en el mundo de la política, en el que entró por la puerta por la que entran quienes quieren formarse en este menester desde la base: la vida local, el municipalismo. Estuvo en la oposición en el Ayuntamiento de Valdemoro, y fruto de la buena labor realizada, consiguió hacerse con la alcaldía en unas elecciones donde pocos apostaban por el triunfo del Partido Popular. Era el primer ayuntamiento importante de la zona sur de la Comunidad de Madrid que los populares arrebataron a la izquierda, lo que sería el principio de futuras conquistas en otros municipios. A poco de ser investido alcalde, Granados me confesaba que para él había sido muy importante, porque arriesgaba mucho en lo personal al dejar su profesión, en la que estaba bien acomodado, por la aventura política, pero estaba convencido de que la apuesta había merecido la pena.

De la alcaldía de Valdemoro al Gobierno de la Comunidad de Madrid. Esperanza Aguirre fue su valedora y él, su mano derecha durante mucho tiempo, hasta que en el camino se cruzó otro hombre de confianza de Aguirre, Ignacio González.

A partir de ese momento comenzó un pulso entre ambos, siempre negado, aunque nunca pasó inadvertido. Aguirre quiso dar una solución salomónica: González sería su hombre en el gobierno de la Comunidad, su vicepresidente, y Granados, su mano derecha en el partido, el secretario general en Madrid, además de mantenerle como consejero regional.

La solución no fue buena y las distancias en este triángulo político se fueron alargando hasta romperse la cuerda por la parte más débil, que en ese momento era Granados, en quien Aguirre había perdido la confianza, la sintonía política y la personal. Le dio una salida hacia el Senado, y Granados quizá esperaba también que desde Génova Rajoy le diera otra de más entidad. Pero no llegó el motorista de Moncloa con el sobre, y ahí empezaron a frustrarse las ilusiones de un político eficaz en los puestos de gestión que ha desempeñado; en boca en algunas presunciones que nunca fueron a más y que se había conformado con el papel último de tertuliano televisivo.

En política hay distintos estados y actitudes para afrontarlos. Está el político bajo sospecha, que se agarra al sillón; los presuntos implicados, que dejan pasar el tiempo como si la cosa no fuera con ellos; el imputado, que se siente dolido, pero no resuelto a abandonar; el acusado, que permanece en el machito, o se va para convertirse en excepción; el condenado, que ignoran que lo es y sigue viviendo tan campante, y el que puede haber cometido un error y prefiere irse antes que estar bajo permanente sospecha y en entredicho, como Francisco Granados.