Región de Murcia
La vida en un post-it
Leyendas
La vida es una noria que no deja de girar. Algunas de las historias y leyendas que semanas atrás les conté a un grupo de alumnos de ESO, las escuché cuando yo tenía su edad. Crímenes pasionales, bandoleros, santos milagrosos, meteoritos, pasadizos secretos, tesoros enterrados, calles malditas, sultanes moros... Hora y media paseando a pie por la historia y la literatura de nuestra ciudad. Al terminar, les reté a que, dentro de 30 años, alguno de ellos se las vuelva a contar a otro grupo de muchachos. Seguro que habrá las mismas caras de sorpresas, las mismas risas. Porque las viejas historias, como los buenos roqueros, nunca mueren.
Clientas
Qué sorpresa la que llevé el otro día al acudir a un Encuentro Literario con las mujeres de la Asociación Santa Bárbara y descubrir que todas eran clientas de mi mercería. «Qué completo eres –me dijo una de ellas-; lo mismo nos forras un botón que nos escribes una novela».
Hostia
Decía Roberto Bolaño que las novelas no se escriben con la imaginación, sino combinando recuerdos. Y es cierto. Ayer, a uno de los personajes de la historia que estoy escribiendo le acaban de dar una memorable hostia, igualita a la que un día me atizó a mí un gitano. Cada vez que veo a El Cigala me acuerdo de aquel pajarraco. Idéntico. Era feo de cojones; iba trajeado, y lucía melena y una mano llena de sortijas de oro. Una mano que pude apreciar de cerca, cuando la cerró y me lanzó un puñetazo que me hizo caer KO al suelo, sin derecho a réplica. Tuve la oreja izquierda ennegrecida durante más de un mes. Ahora sé que Bolaño llevaba razón, que para escribir historias hay que escarbar en la memoria; ahora sé que aquélla fue una ¡hostia de novela!
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