Constitución

Segunda enmienda

La Razón
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El 15 de diciembre de 1791 los americanos aprobaron la Segunda Enmienda de la Constitución: «Siendo necesaria una Milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a poseer y portar Armas, no será infringido». Tenía sentido mientras eran asediados por las tribus indias y tenían que defenderse a tiros. Pero han pasado más de dos siglos, exterminaron a los indios y un cierto orden reina en el mundo civilizado. Ellos, sin embargo, siguen aferrados a la tradición de poner en manos particulares armas de guerra, especialmente fusiles y pistolas automáticas que permiten disparar ráfagas. Eso ha permitido al joven Lanza disparar varias veces contra cada víctima y asegurarse así de que no dejaba heridos sino muertos. Lanza ha festejado el 221 aniversario de la Segunda Enmienda regalándonos un baño de sangre fresca extraída de cuerpos pequeños. Y aún habremos de soportar que nos hablen de tradición cuando los padres rotos de los pequeños muertos pidan al Congreso una restricción en la venta de armas. Les responderán que la constitución es sagrada, que no podemos dejar las armas en manos de los malos y enfrentarnos indefensos a la maldad. Si siguiéramos nosotros esa tradición llevaríamos aún las armaduras que de tanto nos libraron en las guerras de siglos pasados, seguiría estando regulado el duelo para resolver a estocadas los lances de amor, el asesinato impune del cónyuge adúltero y de su amante y la muerte del menor deshonroso, concebido fuera del matrimonio, cuya vida amenazaba el honor de toda una familia. Nosotros les ganamos en humanidad y cultura. Ellos pagan con sus hijos.