Coronavirus
La odisea de nacer en plena emergencia sanitaria
Sonia Regidor es enfermera del Severo Ochoa y, tras el parto, estuvo en aislamiento sin poder ver a sus mellizas y a su marido al presentar síntomas de Covid-19
Sonia Regidor es madre primeriza, esperaba mellizas y no se hubiera imaginado tener que afrontar sola el alumbramiento de sus hijas Abril y Paula en el hospital de Móstoles. Su pareja tuvo prohibida la entrada al paritorio; la recuperación tras el parto fue en unos boxes donde había pacientes infectados con covid-19; sus hijas acabaron en la unidad de neonatos sin que pudiera verlas y su marido confinado en casa después de que el hospital decidiera aislarla en su habitación como paciente sospechosa de padecer covid-19.
Tenía programado el parto en el hospital de Móstoles para el día 19 de marzo, así que el día anterior acudió a hacerse las últimas pruebas con cierto miedo por el estado de alarma. «Eran las 8:30 y tuve una sensación de tremenda inquietud entre los nervios y a la vez la euforia que sientes al pensar que la llegada de tus hijas está cerca. Solo permitían pasar por las puertas giratorias del hospital de uno en uno. La gente tenía miedo. Todos iban con guantes y mascarilla y eso me inquietó mucho. Pasé cerca de una chica y me dijo: “¡apártate de mí!”». Los días anteriores al parto tampoco fueron de calmados para una embarazada que espera el feliz acontecimiento del alumbramiento de sus hijas. Sonia es enfermera del servicio de urgencias del hospital Severo Ochoa de Leganés, epicentro del coronavirus, donde cientos de infectados se agolpan estos días en urgencias y otros tantos madrileños han estado aguardando a un ingreso imposible. «He sentido mucha impotencia al ver a mis compañeros abandonados a su suerte». Y es que las lecturas de Sonia previas al parto fueron interminables mensajes en un chat en los que los trabajadores del Severo Ochoa volcaban sus angustias y frustraciones desbordados por la emergencia sanitaria. A su teléfono llegaban las historias desgarradoras con mensajes del tipo: «Ayer salí muy tocada del triaje. Vino una paciente a la que se le había muerto el marido el día anterior y por la tarde le incineraban por Covid-19. Ella tenía síntomas y no se quería quedar porque si no, no se podía despedir de su marido, de 69 años. Solamente tenía un hijo enfermo de corazón, según me dijo. Al final, la convencieron para que se quedase (…) Es muy duro vivir esto, no somos de piedra...». Otra compañera lamentaba las escenas dramáticas y nunca vistas en el hospital: «Señoras de ochenta años durmiendo encima de sillas; abuelos que se caían...Yo ya ni puedo mirar a la gente a la cara; he pasado la peor noche de mi vida». Sonia leía todo esto y pensaba en sus compañeros, en el confinamiento y en que cuando nacieran sus mellizas no podría tener visitas, ni recibir a la familia, ni podría salir a la calle a pasear a sus hijas y sólo podría sacarlas a tomar el sol a la terraza.
El día 19, tal y como estaba previsto, acudió al hospital a las 8:00 de la mañana. «Hasta que no llegué no me di cuenta de la dimensión de lo que estaba ocurriendo, parecía la guerra, un hospital colapsado», dice. Entró al quirófano a las 11 y le practicaron una cesárea. «Pasé mucho frío durante todo el tiempo, pero pensé que eran nervios. La sala de reanimación se había convertido en una improvisada UCI, así que me llevaron a otra unidad con boxes, donde estuve más de tres horas con otros pacientes graves por coronavirus. Las cosas empezaron a ir mal. Por la noche no me encontraba bien, empecé con síntomas de malestar respiratorio, me faltaba aire y eso se juntaba con el dolor que me producía cualquier esfuerzo que hacía por la cesárea. Me pusieron medicación, oxígeno y...A esperar. Me dijeron que podría ser una neumonía complicada con coronavirus. Mandaron a mi pareja a confinarse a casa y a mis hijas a Neonatos. Pude verlas unas horas solo desde que nacieron hasta que empecé a mostrar síntomas de lo que parecía coronavirus». Sonia tiene la tranquilidad de que sus hijas están bien y ha estado sacándose leche todos estos días para después desecharla con el único motivo de poder reanudar la lactancia en algún momento.
«He estado sin ver a mis hijas sin tener a mi marido, que ha sido mi gran apoyo, he estado sola sin que nadie me que ayudase a meterme en la ducha ni me acercara las zapatillas porque la cicatriz me causaba dolor. A Sonia le hicieron dos pruebas de coronavirus. Las dos negativas. Pero el personal de enfermería pensó que podía ser un error, así que la hicieron una tercera.... ¡Negativo! Sonia entonces respiró aliviada. «Estoy asustada, emocionalmente rota...Una situación demasiado difícil para una madre primeriza». Sonia hoy ya está en casa.
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