Coronavirus

Confusión tras el anuncio del cierre total

Tardanza y la ambigüedad del cierre total: muchos empleados no tuvieron claro si debían acudir ayer a sus trabajos. Los pequeños empresarios advierten: «No tenemos liquidez para aguantar»

Los españoles que madrugan se acostaron el domingo pensando en el Boletín Oficial del Estado (BOE), ese documento que publica la última palabra de las decisiones más relevantes que afectan al conjunto del país, pero al que muy pocos acostumbran a echarle un vistazo de manera periódica. Pero el domingo era distinto. Apenas 24 horas antes, Pedro Sánchez volvía a dirigirse a la nación para dar cuenta de la última gran decisión de su Gobierno para tratar de poner freno al implacable avance del coronavirus. El cierre (casi) total del país manda a la economía a hibernar como sacrificio necesario para acabar con la crisis sanitaria. Lo que nadie esperaba mientras oía el discurso del presidente del Gobierno era que a esa firme convicción aún le faltara el apoyo expreso del Consejo de Ministros. De sus ministros. ¿La consecuencia? Pasadas las once de la noche aún no había rastro del texto en el BOE. Los españoles que madrugan se fueron a dormir sin saber si tenían que poner el despertador para ir a trabajar al día siguiente. «A las once de la noche me llamó mi jefe para decirme que como no había salido el decreto en el BOE tenía que ir a trabajar. Me levanté a las cuatro de la mañana y cuando llegué a la fábrica me dijeron que estaba todo parado, que volviera a casa», cuenta José María Manzano, operario.

Por eso, si hay una palabra con la que se puede definir el primer día de esta tercera semana de confinamiento esa es confusión. La ambigüedad del decreto y la falta de precisión por parte de las autoridades hicieron estallar las críticas de los españoles. La gran mayoría se quejaba amargamente en las redes sociales de la falta de información. Los interrogantes se contaban por decenas. ¿Queda el teletrabajo exento de las actividades a partir de ahora prohibidas? ¿Qué pasa con la gran industria? Y, sobre todo, ¿qué se considera un servicio esencial? El punto 25 del apartado que recoge las excepciones deja el texto aún más abierto a la interpretación: «Cualesquiera otras que presten servicios que hayan sido considerados esenciales». Todo esto agravado por la amenaza de graves sanciones a todo aquel que se salte las restricciones.

Los que se dedican a varias profesiones no dudaron ni por un momento de que su labor continúa pese a las nuevas directrices: profesionales sanitarios, fuerzas y cuerpos de seguridad, farmacéuticos o empleados de establecimientos de alimentación figuran en lo alto de la lista. A partir de ahí se abre el terreno de la incertidumbre. La construcción se ha parado completamente (muchos especulan que es el sector para que el que va dirigido el decreto de forma prioritaria), y en las ciudades no quedan más que los esqueletos de edificios a medio levantar y obras sin acabar. El Ayuntamiento de Madrid anunció que, de todas las obras que dependen del Consistorio, solo continuará por su urgencia la que corresponde a la última fase de la puesta en marcha del centro temporal de acogida de solicitantes de asilo, en el distrito de Villa de Vallecas. En el resto, entre ellas la remodelación de Plaza de España, solo servicios mínimos de seguridad y vigilancia, además de la previsión de que se produzcan averías que requieran de intervención urgente e inaplazable.

Mención aparte merece la industria. Pese a que el Gobierno anunció una moratoria para que puedan adaptarse a esta nueva situación, la realidad es que es muy difícil que los altos hornos se frenen de un día para otro. La situación es compleja ya que existen territorios en los que un «impasse» en su industria podría tener consecuencias catastróficas a medio plazo. De hecho, las comunidades del norte de España (Asturias, Galicia y País Vasco) son las que más han presionado a Sánchez en este sentido. «Llevo teletrabajando desde hace varias semanas. Responsables de mi empresa me mandaron ayer un correo electrónico en el que anunciaban que las instalaciones estarán cerradas al menos hasta el 9 de abril y, por tanto, la plantilla tenemos que cogernos vacaciones», cuenta a LA RAZÓN una trabajadora de una planta siderúrgica.

El colapso de los primeros eslabones de la cadena de producción también preocupa a las pequeñas y medianas empresas, que ven cómo los gastos se acumulan con su actividad parada sin una fecha de fin. Ahora no solo les quita el sueño cómo pagar alquiler, mercancía, gastos corrientes, impuestos y las nóminas del personal en el tiempo en el que están obligados a mantener la persiana bajada, sino que también se une la inquietud de un posible desabastecimiento en el futuro. «Ya casi no tengo liquidez. Si esto sigue así mucho tiempo más, no sé cómo voy a hacer para pagar todo lo que viene en mayo», subraya la propietaria de una tienda de ropa. Los empresarios solo esperan ya no dar por perdida la campaña de verano.