Entrevista
Eloy Arenas; «La risa tendría que estar recetada por la Seguridad Social»
Vuelve a la capital con «Burundanga» después de diez años en cartel
Hay algunas personas a las que se las clasifica colocándoles un traje de etiqueta reglamentario solo para medirle las costuras que, en alguna ocasión, se las quedan pequeñas. Por supuesto que Eloy Arenas es un humorista, y a mucha honra, pero también se fajó en arte dramático, yendo a clase, leyendo e interiorizando textos clásicos. Dicho de otra manera: que lo mismo vale para un roto que para un descosido y se entrega con la misma dedicación, como una liturgia pagana.
Resulta que cuando algunos sacan las plumas de pavo real por mucho menos, Arenas encabeza el espectáculo de «Burundanga» que, a lo tonto, lleva diez años en cartel con más de 3.500 funciones y ha sido vista por un millón y medio de espectadores. Ahora se puede ver en el teatro Maravillas.
Su voz es tan familiar que sorprende que sea mucho más reflexivo que lo que parece. Las impresiones con luces largas a veces deslumbran para mal y es lo que le sucede a él que, en las distancias cortas, da una clase de teatro y de vida, que es extensa y productiva.
Para él, Madrid es un lugar de reposo y contemplación. Le pierde la Plaza de Cibeles y el actual Ayuntamiento de Madrid que antes era el Palacio de Telecomunicaciones. «Me hace muy feliz verla, por la mañana y, sobre todo, en la noche, iluminado. Es espectacular».
Su segundo emplazamiento es la Plaza Mayor. «Cuando vienen amigos de otras ciudades siempre les llevo allí porque me parece un sitio visual que es extraordinario, no solo por la arquitectura; también por las personas que acuden allí y sus restaurantes». No olvida la Plaza de Santa Ana porque es afín a este lugar situado en el Barrio de las Letras en donde la cultura –en todas sus acepciones, culinarias, artísticas, esparcimiento– forman un cuadrilátero para que se regocije la vista. «Siempre me siento en una terraza con vistas al Teatro Español», dice.
Toca hablar de «Burundanga». «El éxito es porque el público ha encontrado algo esencial: como si hubiesen estado en una sauna. En vez de darte calorcito le proporciona risas. Les distraemos. Casi me atrevo a decir que les secuestramos y recuperan su vida cuando salen».
Arenas recuerda sus principios. Nació en un pueblo de Alicante (Dolores), donde su madre y su tía se montaban por su cuenta obras musicales. Por hacer el cuento corto de pequeño, a los cinco años, participó en una zarzuela «y ahí empezó mi regustito por la interpretación». Luego pasó por los Salesianos, empezó a hacer radio y entró por méritos propios en el cuadro de actores de Radio Madrid, «con los grandes de aquella época: Juana Ginzo, Matilde Conesa... Y luego llegó el teatro a lo grande con Ismael Merlo, mi maestro».
Es hora de hablar del humor. ¿Es una terapia o no? Arenas lo tiene muy claro: «Es un disolvente, porque ayuda a diluir cualquier situación no deseable, dramática e inconveniente». Y lanza una recomendación, «en estos momentos de pandemia, diría que la risa es necesaria y que tenía que estar patrocinada por la Seguridad Social porque a veces, y más en esta situación, lo más necesario es desconectar. Es recomendable para afrontar todo lo que estamos viviendo. Hay que tener ánimo y, por favor, que no se lleve a más personas por delante». E incluye una reflexión, que se la aplique cada cual: «La pandemia nos ha hecho más reflexivos».
Por preguntar, hay que cuestionarle si, desde la pandemia, valoramos más Madrid. No lo duda. «La vida cultural de esta ciudad es de las más ricas de Europa, junto con Londres y Berlín, Pero hay que ser más pedagógicos, porque lo que paraliza es el miedo, Madrid ha sido y será un reclamo turístico por sus museos, sus teatros...». Para los políticos, una recomendación: «Que dejen de pensar en ellos mismos y reparen en los demás».
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