10 años sin María Piedad
Toñi ya iba de vez en cuando a ver a alguna vidente antes de que su hija desapareciera. Le gustaba preguntarle por algunas cuestiones íntimas aunque luego le diera la importancia justa. Pero después de aquel 12 de diciembre de 2010, hace justo ahora una década, comenzó a hacerlo con más asiduidad. Primero, una de estas presuntas estafadoras le dejó una nota debajo de la puerta: decía que sabía dónde estaba su hija pequeña. La Guardia Civil llevaba ya muchos meses peinando sin éxito gran parte de la Comunidad de Madrid en busca de María Piedad, una joven de 30 años desaparecida tras la cena de navidad del Mercadona de Boadilla. Entre sus compañeros de trabajo se encontraba Javier, con quien había tenido un hijo un año y pico antes aunque la relación ya estaba rota. Tras la cena, él insistió en llevarla a casa. Nunca más se la vio. Él se ahorcó tres días después en un paraje de la sierra cuando sabía que le buscaban. Los años pasaron pero nadie encontró a María, solo unos restos de sangre cerca del río Guadarrama. Ni su ropa, su bolso ni ella aparecieron nunca. Eso, evidentemente, no ayudó al calvario que atravesaba Toñi: alimentó su esperanza de encontrarla viva y la tóxica costumbre de visitar videntes. «A la que más voy es de aquí de Boadilla. Esa me dice que está muerta. Me lo dijo desde el primer día que me vio, a los pocos días de pasar, un día que yo llevaba al niño a la guardería: “Toñi, no te hagas ilusiones que tu hija está muerta, he hablado con ella”. Yo no me lo creía. Creo en Dios pero me cuesta muchísimo creer en espíritus y esas cosas. Me dice que está en un pozo no muy hondo, sin agua y que tiene encima un saco. Y yo le digo: ¡Pues llévame! A ver, ¿dónde está ese pozo?». Toñi supone muchas cosas pero la realidad es que no hay una sola certeza sobre qué pasó con su hija. Sí indicios de que la mató su ex pareja. Pero ¿él solo? ¿Cómo? ¿Dónde? Y, sobre todo: ¿qué hizo con ella después?
10 años sin respuestas
Diez años después, ninguna de estas respuestas puede ser contestada y esa necesidad imperiosa de saber, esa búsqueda sin cuartel de respuestas, se ha juntado, en el caso de Toñi, con quienes hacen caja a costa del dolor ajeno. En el fondo ella es consciente de que estas «adivinas» han sido solo su vía de escape, que la podía haber dado por cualquier otro lado y, cuando alguien las cuestiona, ella lo reconoce sin problema: «Claro que será mentira, como lo que me dice una a la que he ido tres veces. Esa me asegura y requeteasegura que María esta viva y está en un burdel. Que él (su ex pareja y presunto asesino) la dejó allí. Que está guapísima, que está ganando muchísimo dinero para la mafia y que se ha intentado escapar o decirnos algo pero no puede. Hay veces que me cuentan cosas que es que me las tengo que creer pero ¿y ella dónde está? Si yo lo que me dicen me parece muy bien pero ¡que me digan dónde está!». También se ha puesto en contacto con un «profesional» de Zaragoza que conoció en una feria medieval y otra de Galicia, que le dijo que iba a ir a Cuba, donde había mucha gente que sabía de estas cosas. «La llevó una camiseta con la foto de mi hija y al verla la dijeron que esa chica no estaba muerta. Entonces ¿cómo hago yo? ¿No estoy para volverme loca? Lo que no he querido es creerme que está muerta pero ya me estoy desengañando». Dice que no ha querido nunca ir a un psicólogo ni a ningún tipo de terapia: «Qué me va a decir. No tengo ganas. Para ponerme a llorar, ya lloro yo cuando no me ve nadie». Y así ha ido esta mujer pasando los años, asomándose a diario a la terraza por ver si su hija llegaba. Ha sido su único ritual, como limpiar con mimo las cosas de su cuarto y seguir guardando las notas de sus hijos para que ella las vea cuando vuelva. Pero lleva ya unos meses convenciéndose de que eso no va a ocurrir. «Sé que tengo que ir empezando a arreglar las cosas. Hasta que no pasan diez años un juzgado no la da por fallecida. Ahora lo van a hacer de forma oficial y tendremos que hacer los papeles del seguro, la pensión de los niños...Pero yo lo llevo muy mal, cada día peor, es que no lo asimilo». Toñi tuvo que hacerse cargo de sus nietos, los hijos de María. Con 63 años, asumió la crianza de un bebé de 21 meses, cuyo padre se acababa de suicidar, y de un niño de 9 años, fruto de una relación anterior de María y que tampoco conoció nunca a su papá. Ahora ya tienen 11 y 19 años y han sido el único motivo por el que ella se ha levantado cada mañana de la cama para llevarles al colegio, al fútbol y hasta a la feria, aunque no tuviera ninguna gana de fiesta. Hasta se sacó el carné a los 65 por ellos y para no vender el coche de su hija.
Sensación agridulce
Pero el verdadero drama de esta mujer es que se ha quedado con la sensación de que no se hizo todo lo que se podía para dar con los restos de su hija. «Quedó mucho por hacer y sigue sin hacerse», dice, en referencia a pruebas que les han denegado desde el Juzgado de Instrucción número 5 de Móstoles, que llevó la instrucción del caso. En 2014 sobreseyó la causa y en marzo de 2018, a raíz del informe presentado por una criminóloga solicitando 16 nuevas diligencias, ordenó a la Guardia Civil que levantara unas baldosas del almacén del Mercadona de Boadilla, donde Javier era jefe de mantenimiento, porque el día posterior a la desaparición de María, estuvo allí cambiando unas baldosas (a pesar de ser domingo) y dejó todo ensangrentado porque supuestamente se cortó con una radial. Pero tampoco allí localizaron nada aunque no permitieron que la criminóloga estuviera presente y asegura que no se hizo de forma adecuada. «El Mercadona no colaboró mucho. Yo sé que la Guardia Civil hizo una búsqueda muy grande: por el río estuvieron mucho, luego en el vertedero, por los pozos miraron muchísimo pero nada. Yo sé que ellos (los investigadores) también están mal», reconoce Toñi. Ella insiste en que hubo cosas que no se hicieron bien. «La jeringuilla que había en el coche de Javier la tenían que haber analizado para saber lo que llevaba dentro ¿qué les costará? No se pierde nada ¿no? Porque los compañeros decían que estaba un poco ida aquella noche y no había bebido tanto. La pudo echar algo en la bebida». Para la criminóloga y abogada Icíar Iriondo Navarro esto es importante porque se podría haber determinado, al menos, si hubo intencionalidad previa por parte de Javier y no fue todo fruto de un arrebato, lo que podría arrojar algo de luz para saber dónde buscar. Junto a su compañera Ainara Jiménez Olaya, desde el despacho Dacrim, han dedicado muchos años a este crimen. Iriondo denuncia que sigue habiendo cierto recelo hacia la labor de los criminólogos porque su trabajo es interpretado «como que venimos a corregir el trabajo mal hecho o a hacer lo que ellos no han sabido. Y no es así». Según su experiencia, habría que cambiar las interpretaciones judiciales para poder avanzar, sobre todo con desaparecidos de larga duración. «Apenas motivan por qué deniegan la práctica de nuevas diligencias. La última vez nos dijeron que no iban a emplear todos los recursos de la administración de Justicia en buscar a una desaparecida de hace diez años».
Mientras, cada vez que se acerca el aniversario, el Ayuntamiento de Boadilla llama a Toñi. «Me dicen que van a hacer una ofrenda floral al monolito que la pusieron. Y qué. Qué adelanto yo con que mi hija tenga ahí un parque. A mí eso lo que me hace es sufrir por dentro muchísimo. Yo estoy todo el día: qué pena, mi niña, qué pena. Por qué me la han quitado. Si un día la encuentran será de casualidad».
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LAS INCÓGNITAS DEL CASO
Una jeringuilla en el coche de Javier
La Guardia Civil encontró una jeringuilla en el coche de Javier. Se analizaron sus huellas, que pertenecían a él, pero no su contenido. Cuando la familia lo solicitó en el juzgado, lo denegaron y no permitieron que lo hiciera un laboratorio privado.
La autopsia de Javier
El sumario del caso no incluye el informe de la autopsia practicada a Javier. Después de solicitarlo, tampoco se ha aportado. Según la experta, solo están aportadas a la causa las fotos del levantamiento del cadáver, colgado. En base a estas imágenes, le «chirrían» algunas cosas como la postura.
Las alarmas del Mercadona
Es una de las pruebas más importantes. Da la «casualidad» de que, justo la noche de la desaparición de María, las alarmas estaban desconectadas. Al día siguiente, Javier pidió permiso para ir a arreglar unas baldosas que estaban estropeadas. El informe solicitado a Prosegur para documentar lo ocurrido con las alarmas tampoco ha sido requerido por parte de la jueza instructora.
Las baldosas de Mercadona
A Javier le dio por ir a arreglar el suelo del almacén el día después de la desaparición. En las imágenes se le ve, antes de irse, apagando y encendiendo la luz en repetidas ocasiones y ya a oscuras, con un carrito. Al salir del almacén se va a su cuarto de mantenimiento (una planta más arriba) y es allí donde se corta con la radial, a pesar de que ahí no tenía que hacer obra alguna.
Nuevo testigo
El juzgado tampoco admitió la toma de declaración al compañero del Mercadona que entró por primera vez al súper y vio la sangre.
Gotas de sangre sin fotos
La abogada denuncia que no está aportado a la causa ningún reportaje fotográfico sobre las gotas de sangre que hallaron y que pertenecían a María Piedad, según el resultado del análisis del ADN.
El georradar de Luis Avial
El experto en georradar Luis Avial se ofreció a la familia a pasarlo por el Mercadona pero la empresa se negó y contrató a otra compañía para hacer ese servicio. Según la criminóloga, solo permitieron que alguien de la familia fuera de forma presencial a ver el informe con los resultados pero no permitieron que fuera el propio Avial o alguien que supiera interpretarlo.