Madrileño de Aluche
Marwan: “Nunca escribiría un whatsapp para reconquistar. Soy de mucho palique. Haría una canción»
El cantautor y poeta asegura que ha hecho «muchas llamadas al pasado a cobro revertido» y critica los nacionalismos porque son «la negación del otro»
Dice que su Madrid es «como una mujer a la que amo», tal vez su «femme fatal». Como la canción que le dedicó, la siente «caótica, cercana y orgullosa, muy acogedora, muy nocturna, demasiado. Se emborracha con demasiada facilidad. Ese es mi Madrid», asegura Marwan quien también ve la capital como su «faro, su armadura y su veneno inolvidable. La ciudad interminable»; tal vez «su vademecum...».
Nació en Aluche, de padre palestino, y madre de Soria. Le gusta pasear por el «Egipto madrileño».Visita el Templo de Debod «desde hace más de veinte años. Vengo aquí, muchas veces con la guitarra, con mi pareja o con los amigos. Es un sitio que me transmite paz. Me parece una marcianada que tengamos un templo egipcio en el centro de Madrid, totalmente reconstruido y con un mirador a la sierra».
Es un «poeta Ícaro», el mito que le «flipa» desde que tenía 15 años. De hecho, se compró unas «zapatillas Icarus» de niño. «Creo que sigo persiguiendo esa idea como músico, de querer rozar la gloria a pesar de saber que eso me puede dañar».En su cuarto poemario, «Una mujer en la garganta» (Planeta) reivindica los amores pasionales, la rebeldía de un apátrida de los versos al no reconocerse dentro de ninguna tradición.
¿Se puede combatir el egoísmo con un poema o una canción? «Claro, tú puedes lanzar un mensaje de bondad, de entendimiento hacia el otro. Otra cosa es que tenga mucho resultado. Creo que el monstruo del neoliberalismo es tan grande y poderoso, que la influencia que pueda tener un artista como yo, es la lucha de un mosquito contra un titán. Pero también creo que muchos mosquitos pueden joder bastante y tenemos que hacer nuestro trabajo». También, dedica un poema contra el nacionalismo... «El nacionalismo es la negación del otro, siempre lo ha sido. Para mí solo sirven los nacionalismos de los lugares que están oprimidos por otra patria; como, por ejemplo, el nacionalismo palestino. Yo soy hijo de un palestino y me parece que el nacionalismo palestino tiene sentido en tanto en cuanto están oprimidos por Israel. Y, defender esa bandera, es poder vivir en paz, en tu país, en un país que no esté ocupado, que no esté en guerra que no sea oprimido por el otro. Pero, en el momento en que los palestinos vivieran en paz, el nacionalismo no sería necesario».
Dice que en la vida ha hecho muchas llamadas al pasado «a cobro revertido» pero que esas, al final, «siempre las acaba pagando uno». ¿Y qué le dicen? «Depende. Con la madurez he logrado que esas llamadas sean fructíferas o para aprender, pero muchas veces ese cobro revertido no era tal y me cobraba un peaje muy alto en forma de reproches, autocastigo». Advierte de que «nadie sale ileso de una buena canción», algo que «define muy bien mi vida». Su frase «fue pisada» en una de esas citas que uno se cruza en los pasos de cebra de la capital y asegura que «las canciones también hay que transitarlas».
Cree en el amor en defensa propia, pero también «en el cabreo en defensa propia más todavía. Es una forma de amarse a uno mismo, el darte derecho a contestar con dureza a alguien que está abusando de ti». Aunque ahora sea la era del WhatsApp «la verdad es que yo soy de mucho palique» y que para conquistar o reconquistar «haría una canción de 3 minutos y arrasas. Yo nunca escribiría un WhatsApp, pero una canción sería lo más contundente».
En sus poemas también reflexiona sobre esos hombres que lucharon en cualquier bando de cualquier guerra o se encontraron con su enemigo y no dispararon: «Me parece un acto bellísimo de compasión hacia el otro». Decía Ortega que «las ideas se tienen y las creencias nos tienen. Y la ideología no deja de ser creencias al final». Consigue traspasar la frontera de las emociones y, confiesa, que está atento a las señales. «A veces tengo percepciones extrasensoriales que me ayudan a predecir cosas que me van a pasar, en la vida real, y ocurren».
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