Madrid
¿Qué cuadros de Velázquez, Rubens, Rafael, Leonardo o Tiziano se perdieron en el incendio del Alcázar de Madrid?
El fuego que en la Nochebuena de 1734 arrasó el palacio levantado por los monarcas hispanos se llevó consigo varios centenares de obras de arte de grandes artistas mundiales
La próxima década, más concretamente en el año 2034, se cumplirán tres siglos de un suceso que cambió, no solo la Historia, sino la propia fisonomía y urbanismo de Madrid: el incendio en la Nochebuena de 1734 del viejo Alcázar de los Austrias, levantado sobre la fortaleza árabe que dio origen a Madrid, y sobre cuyas ruinas se alza el actual Palacio Real, uno de los más grandes y hermosos de Europa.
Mucho se ha escrito desde entonces de este fuego y muchas las teorías de cómo o por qué ardió, si fue un accidente o intencionado, pues era bien sabido que a Felipe V, el primer Borbón, acostumbrado al lujo de Versalles, el viejo caserón medieval en que se alojaba la parecía un lugar triste e inhóspito.
Sea como fuere, quizás lo que no se sea tan conocido es que con el viejo Alcázar ardieron, además de infinidad de piezas valiosas que habían ido dejando los monarcas que habían pasado por sus estancias, desde la época de los Trastámara, un sinfín de pinturas de incalculable valor, sobre todo después de que Felipe IV, también conocido como el Rey Planeta, convirtiera su interior en un auténtico museo, germen de lo que sería después el Museo del Prado.
Aunque con la construcción del Palacio del Buen Retiro poco antes muchas de las obras se habían trasladado a este nuevo recinto levantado sobre lo que ahora es el principal pulmón verde del centro de Madrid, lo cierto es que el valor de lo que se perdió fue terrible, tanto en número de obras como en calidad.
Era conocido el estado de la colección de pinturas del Alcázar en tiempos de Felipe II por el inventario elaborado en 1600, estando registradas las más importantes de ellas en el guardajoyas y en la Casa del Tesoro.
Según varias investigaciones recogidas por el Museo del Prado, “a diferencia de lo que sucedía en tiempos de Felipe II, se conoce con bastante precisión el estado de la colección a lo largo del siglo XVII gracias a los inventarios de 1636, 1666, 1686 y 1700 que permiten reconstruir con mucha exactitud la distribución de las pinturas y las modificaciones que se efectuaron en su disposición”.
El Alcázar de Felipe IV, en cuya decoración desarrolló un importante papel siempre creciente Diego Velázquez, se va a ver caracterizado por varios rasgos: la preferencia por Tiziano y Pedro Pablo Rubens, cuyas obras ocuparon los lugares más importantes; el deseo de reflejar el poder dinástico de la Monarquía, como queda de manifiesto en la organización del salón nuevo; y una insistencia en la procedencia clásica del poder de la Casa de Austria, que se reflejará en la importancia que adquieren series como la de los «Doce césares» de Tiziano.
La pieza más importante del Alcázar, situada justamente en el centro de su fachada sur era el salón nuevo, también conocido como salón de los espejos, y su decoración pictórica -acorde con la importancia del salón- fue objeto de especial atención, colgando en él las obras más significativas de la colección y las de mayor carga representativa.
Así, en sus muros colgaron La Religión socorrida por España, Felipe II ofreciendo al cielo al infante don Fernando y Carlos V en la batalla de Mühlberg, verdadera pieza ordenadora del conjunto que determinaría la inclusión posterior en aquella estancia de los retratos ecuestres -desaparecidos todos ellos- de Felipe IV por Diego Velázquez y Pedro Pablo Rubens y de Carlos II por Luca Giordano.
Esta decoración se empezó a modificar poco después, ya que cuando llegó Pedro Pablo Rubens a la corte en 1628, se le encargó un nuevo retrato ecuestre que sustituyera al de Velázquez y se colgaron cinco nuevos cuadros más del flamenco. El inventario de 1636 menciona más pinturas de Rubens, y obras de otros artistas que acababan de entrar en las colecciones reales, como Anton van Dyck, Gentileschi, José de Ribera y Guido Reni. Y en 1639 se le encargaron a Rubens más cuadros para aquel salón. En 1686 se mantiene parte de estos cuadros -los de Tiziano, Rubens, Ribera, el de Orazio Gentileschi y el de Van Dyck- y aparecen recogidos varios lienzos de Tintoretto y cuatro sobrepuertas de tema mitológico de Velázquez-.
Y finalmente, en el inventario de 1700 se incluyen Carlos II a caballo, de Luca Giordano, y dos lienzos de Veronés mientras que desaparecen los de Gentileschi y Bassano.
Justo en el otro lado del Alcázar, la galería del cierzo, que en 1636 albergaba un número importante de cuadros con escenas de montería, vistas de ciudades, algunos jeroglíficos y siete obras del Bosco, también experimentó un cambio espectacular que se refleja en los inventarios de 1666. Allí se encontrarían ya hasta el final del siglo obras de Annibale Carracci, Guido Reni, Los borrachos o el triunfo de Baco, de Diego Velázquez, varios lienzos de Rubens, además de una amplia selección de pinturas flamencas e italianas -Tiziano, Tintoretto, Veronés y Codazzi- y una parte importante de las esculturas traídas por Diego Velázquez a su regreso de Roma.
Finalmente, después de la llegada de Felipe V a España y hasta su completa destrucción en el día de Navidad de 1734, el Alcázar siguió conservando sus magníficas colecciones pictóricas, pese a las numerosas reformas llevadas a cabo.
¿Qué pinturas desaparecieron?
Entonces, ¿qué cuadros se perdieron? Lo curioso es que lo primero que se intentó salvar del Alcázar fueron piezas religiosas y dinero efectivo, mientras que la recuperación de los obras de arte se dejó en un segundo plano, ante las dificultades que implicaba el gran tamaño de muchas de las piezas y su ubicación. Hay que tener en cuenta que, además, muchas de las pinturas se encontraban encastradas en las paredes, lo que dificultó aún más el rescate.
A pesar de ello fueron muchas las que pudieron ser rescatadas aunque algunas quedaron dañadas.
Sólo en pintura, originales y copias de primeros maestros, había en el interior del Alcázar cerca de dos millares de obras, de las que casi un tercio, más de quinientas, desaparecieron bajo las llamas. Pero una cantidad muy importante había sido puesta a salvo o pudo ser rescatada: exactamente 1038 cuadros, según un estudio de Alfonso E. Pérez Sánchez.
Quizá una de las pinturas desaparecidas más célebres fuese “La expulsión de los moriscos”, de Diego Velázquez, obra fundamental en su carrera y que le permitió ganar un concurso (1627) al que concurrieron también tres pintores del Rey, Carducho, Caxés y Nardi. Gracias a ella obtuvo el sevillano el cargo de ujier de cámara, y méritos para obtener licencia y ducados, dos años de salario, para su primer viaje a Italia.
Según varios inventarios llevados a cabo desde entonces, los cuadros perdidos, al menos los más importantes, fueron los siguientes:
Luca Giordano
- Retrato ecuestre de Carlos II (un supuesto boceto preparatorio para la obra, realizado por el propio Giordano, se conserva en el Museo del Prado)
El Greco
- Laocoonte
Hans Holbein el Joven
- Erasmo de Róterdam
Leonardo da Vinci
- Batalla
Giulio Cesare Procaccini
- Andrómeda
- Sansón cuando le sacaron los ojos
Rafael
- Autorretrato
Ribera
- Eneas y Anquises
- Jael y Sísara
- Platón
Pedro Pablo Rubens
- Retrato ecuestre de Felipe IV (copia de la obra original de Rubens).
- Retrato ecuestre de Felipe IV (existe una copia de Martínez del Mazo en la galería de los Uffizi de Florencia)
- Hércules matando al león de Nemea
- La serpiente de metal
- Muerte de Acteón (en colaboración con Frans Snyders)
- Muerte de Adonis (en colaboración con Frans Snyders)
Alonso Sánchez Coello
- Autorretrato (otro supuesto autorretrato del pintor, atribuido con reservas, se conserva en el Prado)
Frans Snyders
- Bodegón de pescados
- Caza de zorras
- Escena de caza
Massimo Stanzione
- El Niño perdido y hallado en el templo
Tintoretto
- Autorretrato
- Autorretrato
- Cabaña de pastores
- Píramo y Tisbe
- Venus y Adonis
Tiziano
- Baco
- Paisaje
Velázquez
- Psique y Cupido
- Apolo, Adonis y Venus
- Apolo y Marsias
- La expulsión de los moriscos
- Retrato ecuestre de Felipe IV
- Retrato de dama (paradero desconocido, probablemente dañado en el incendio)
Veronese
- Damas venecianas
Las pinturas, esculturas y mobiliario que sí se salvaron se almacenaron en varios puntos cercanos al desaparecido Alcázar: la Armería, las Bóvedas de Palacio, espacio que no quedó afectado por el incendio; el Convento de San Gil, la Casa del Marqués de Bedmar, las Casas Arzobispales o la Casa del pintor Jean Ranc. De inventario que de todas estas piezas se hizo sabemos que se salvaron 1.192 pinturas y 44 lotes de esculturas y mobiliario, como por ejemplo las diez esculturas de la Pieza Ochavada (los siete Planetas de Jonghelinck y los tres bronces encargados por Velázquez en Italia).
Entre las pinturas que se salvaron figuran algunas de gran tamaño como el Carlos V en Mühlberg o el Felipe II ofreciendo al cielo al infante don Fernando, ambos de Tiziano, que estaban en el Salón de los Espejos. Asimismo, obras de peso colosal como el Hércules y la Flora Farnese o la Apoteosis de Claudio consiguieron también salvarse.
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