Muslo o pechuga
Umiko: un pequeño santuario «japocañí»
Pura lujuria, inventiva y el tam-tam de los sentidos que no dejan de azotar los cocineros que como sumos sacerdotes miran y guiñan el ojo
La caterva de “fudis” está siempre a la caza y captura de la novedad. La mediocridad que les adorna sólo aspira al escaparate de Instagram, porque el escaso legado que les ha dejado la ESO no acierta a valorar otra cosa que no sea su cara de pazguato o su nulo sentido del ridículo. Por ello, me reconforta dejarme caer dulcemente por los escaños de un recoleto ateneo gastronómico llamado Umiko.
Sus ideólogos desde hace varios ejercicios presupuestarios cuadran las cuentas sin negociación ni pacto alguno que no sea la fidelidad a un concepto insobornable. Su diario de sesiones sólo tiene un leitmotiv como es su devoción a la cocina de inspiración japonesa y de otras procedencias en versión castiza. La extrema selección del producto y la ausencia de ningún guiño a las modas desemboca en una simpatiquísima puesta en escena. En pequeñas dosis de placer, se sucede un delicado crujiente de arroz y humus de cocido, unas rampantes zamburiñas al ají amarillo, unos salmonetes festoneados de caviar o unos berberechos gallegos abiertos al vapor del sake. El atún, como pudiera parecer evidente, es una de las claves de la casa. Aquí se le trata con sentido lúdico gracias a la complicidad del huevo de pintada, los boletus o las habas para festival de los hedonistas de mente abierta. El santuario se convierte en pista de baile con el sample heterodoxo de nigiris. Aquí vale todo, pero con gracia: una rara espardeña gallega al wok, lubina a la bilbaína madurada, el ya célebre socarrat de paella, un buey de mar con huevas de arenque ahumado, la gatuna ensalada, cococha, un provocativo salmorejo o la excepcional anguila. Pura lujuria, inventiva y el tam-tam de los sentidos que no dejan de azotar los cocineros que como sumos sacerdotes miran y guiñan el ojo. La carta de vinos es igualmente feliz, el servicio eficaz y directo, y en definitiva es un sitio de credenciales de buena vida. Ni sorprende el precio, ni asusta otra cosa que no sea la placidez pequeñoburguesa de quien ni sabe comer. A Umiko se va a que te busquen las cosquillas del alma.
Cocina: 9 Bodega: 8 Sala: 8 Felicidad: 9,15
Dónde: C/ Los Madrazo, 18. Madrid.
Tel.: 91 493 87 06.
Precio medio: 50 euros.
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