Gastronomía

Tabernarios

El Cangrejero, o la apología de la conserva

Los mejillones y los berberechos son un paso obligado en el local del barrio del Refugio

Ángel Peinado en su bar y marisquería El Cangrejero
Ángel Peinado en su bar y marisquería El CangrejeroCristina BejaranoLa Razón

En el barrio del Refugio madrileño, frente a la plaza de las Comendadoras, hay una taberna, que si uno no tuviera las claves del secreto podría pasar desapercibida. Bajo una apariencia de bar de barrio de los de siempre, en la calle Amaniel, se esconde un tesoro. El que contiene la larga barra en la que oficia el gran Ángel Peinado. Este senequista de libro, que podría haber escrito sobre la brevedad de la vida en los bares, el ocio autentico y la felicidad sin carcajadas, compone y dirige a ritmo de sin prisa y sin pausa, la escena de la mejor de las zarzuelas.

Un virtuoso del plató, que solo y sin alarde alguno, o más bien con mucho disimulo, lleva en su cabeza las comandas de cada cliente, su real urgencia y la importancia de sus vivencias. Es el auténtico hombre orquesta, que sin perder el ritmo tira la cerveza como nadie. Si no, que se lo digan a aquel Nerón que recibió de este maestro una gran lección, y esto que cuento, puedo asegurarles que una es anécdota real: entra aquel amigo y se acomoda, en la barra, pide dos cervezas.

Al pasar un rato, y como no había recogido contestación alguna, volvió a pedir las dos cervezas. Tampoco en esta ocasión recibió ni una mirada. Con el espacio del silencio necesario, y cuando estaba al borde de la incomprensión, delante de él tenia seis medias cañas, como siempre impecablemente dispensadas.

En este recogido espacio, hablando solo en términos de metros cuadrados, cuando uno entra, tiene la sensación de estar en el aula magna de los bares, y se dispone bien atento para repasar las lecciones del perfecto comportamiento en los bares de la verdad. Estos lugares en los que la historia de la ciudad se puede leer en el popular manierismo con el que se combinan los materiales que adornan sus techos suelos y paredes.

Chotis de berberechos

Aquí el gran mural de latas, que es la pieza principal del escenario, recoge la esencia de lo que es trascendente para la auténtica felicidad de la vida. Una selección donde la relación calidad precio es insuperable, contando además con que las lecciones de vida van de regalo. Los mejillones sin ostentación de tamaño son un paso obligatorio en este baile. Y como no pueden quedarse atrás, los berberechos continúan con el chotis, anhelando en la pista la bohemia de las sardinillas picantes, deshechas en sabores reventones como el rojo de sus especias y el clavel de las solapas.

Los primeros pasos son los que más cuesta dar, pero según se va uno soltando, encuentra bailarines en la pista con las cortezas ya resueltas, las mejores de Madrid. La entrega al baile ya es total y se han acabado las lecciones de moral. Solo queda entregarse al disfrute de una época universal y trasversal, la del me gusta Madrid Madrid Madrid versionada para los que por edad, no podemos vivir sin algo de pop.

Por poner a prueba la leyenda que acompaña al local, hay que pedir algún crustáceo, y es que decían que era el único que llegaba vivo a la capital. Solo el que ha llegado hasta aquí sabe que es mejor no preguntar y reflexionar antes de comentar.