Historia

Los traslados de Corte de 1601 y 1606 (y II)

Pedro Franqueza, valido del Conde Duque, preparó un memorial para escalonar la vuelta de la Corte a Madrid

La plaza delantera del alcázar de Madrid, a finales del siglo XVI, con sus saltimbanquis, mendigos y la guardia real. Jean Lhermite, Pasatiempos
La plaza delantera del alcázar de Madrid, a finales del siglo XVI, con sus saltimbanquis, mendigos y la guardia real. Jean Lhermite, PasatiemposLa Razón

Al parecer en el invierno de 1604-1605 había hecho mucho frío en Valladolid y la salud no era buena. El pobre duque de Lerma sufría mucho por los reyes no fueran a enfermar. Así que a la altura de abril de 1605 ya se estaba preparando el nuevo traslado (muerta y debilitada la facción proaustriaca, o desmantelado el viejo Ayuntamiento). Pedro Franqueza, valido del valido, preparó un memorial de 12 puntos para escalonar el regreso de la Corte. El Corregidor de Madrid, Silva de Torres recibiría las instrucciones pertinentes.

Igualmente, el 16 de enero de 1606 Silva de Torres fue comisionado por el Ayuntamiento para acudir al rey y ofrecerle «un servicio en cualquier cantidad de maravedíes que sea por razón de que se haga la dicha mudanza» a Madrid. Se darían garantías de que todos los carros a treinta leguas alrededor de Madrid se pondrían a disposición de esa mudanza (una legua son unos 5′5 kilómetros). Acudieron a besar la mano al rey a Ampudia y tras alguna que otra oferta y reconsideración, Madrid ofreció a Felipe III el 20 de enero de 1606, suplicando la intercesión del Lerma, que tanto amparaba a Madrid:

1.- Un sexto de los alquileres de las casas de Madrid que se usaran para aposento de cortesanos, siendo previamente tasados sus valores.

2.- Al rey se le regalarían 250 mil ducados para ayudarle a terminar sus obras en el alcázar y alrededores (unos 44 millones de euros).

3.- Madrid proveería de carros, requisados en 24 leguas alrededor.

Dicho sea de paso que para la logística del traslado se dieron a Silva de Torres cien mil ducados para comprar trigo…, que casualmente, nadie sabe cómo, se los quedó Pedro Franqueza, que -dicho sea de paso, otra vez- dejó por escrito cómo se debería actuar en esta mudanza. El expediente es un perfecto manual para corromper y ser corrompido. De ese trigo se habló en el cargo ¡393! de los que se le acusaba en su proceso por corrupción.

Como ves, lector paciente, al frente de esa lucha por lograr la vuelta de la Corte y dando la cara estaba el Corregidor Silva de Torres, personaje que, a pesar de todo, me mueve a cierta conmiseración. Pero no a mucha. Porque Silva de Torres, fue ese desdichado ambicioso que había besado las manos al rey no se sabe cuántas veces, y que negoció lo que no está escrito para que Madrid sirviera al rey, y al Duque con lo que fuera, y para lograr el regreso de la Corte..., según le mandaban los que le habían dado el puesto.

En 1606, después de todo ese despilfarro, tras conseguir hundir a Madrid, después de tanta sinrazón y tras todo ese galimatías por la Meseta Norte, la Corte volvió a Madrid. Lerma (perdona la expresión de nuevo) se forró, el rey no percibió ese sexto de los alquileres, y Silva de Torres fue depuesto en abril de 1607. Se le nombró Guarda de a caballo de El Pardo. Que tomen nota los malandrines. Pobre Silva de Torres, valido de Pedro Franqueza el segundo del valido. En 1611, desengañado del mundo exhortaba en su testamento a su hija, a la niña de sus ojos,

«Ytem. Declaro que si por algunas causas justas se tratare de deshacer el matrimonio entre doña Mencía de Silva, mi hija, y don Pedro Solís Portocarrero, ruego mucho y encargo a la dicha doña Mencía siga el parecer de su madre […] a la cual yo pido y suplico que con las demás sus hijas se entre en un monasterio de los de clausura pues ya han conocido el mundo y saben lo que es».

Por cierto, que entre los siete testigos que firmaron su testamento (que se conserva en el Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Madrid), dos eran tan analfabetos que sólo supieron marcar con una cruz el hueco en el que tendrían que haber ido sus firmas. Los testigos testamentarios de aquel dinámico Corregidor, analfabetos.

El 24 de enero de 1606 se pregonaba en Valladolid el regreso de la vuelta de la Corte y en la madrugada del 4 al 5 de marzo Felipe III entraba de nuevo en Madrid, sin ninguna fiesta. Ni luminaria.

Con la vuelta de la Corte de Valladolid a Madrid se cerraba un ciclo de presión política contra Lerma. Al no caer en desgracia pues supo maniobrar hábilmente, salió reforzado. Curiosamente en 1609 abrió un ciclo de paces con los enemigos de la Monarquía, con las cuales incrementar su popularidad a cambio del repliegue internacional de los ejércitos del Rey Católico. Y por si acaso esa medida no era bien entendida, la misma semana en que se firmó el Tratado de la Tregua de los Doce Años con los rebeldes holandeses, se decretó la expulsión de los moriscos que quedaban en la Península, esta sí, medida muy aplaudida por la mayor parte de la población.

Y al acabar de escribir estas líneas, vuelvo a advertirme a mi mismo que cualquier parecido con la realidad [actual] es mera coincidencia y que ni he cambiado fechas, ni lugares, ni personajes.

Alfredo Alvar Ezquerra es profesor de Investigación del CSIC