La historia final

Así era Madrid en tiempos musulmanes (I)

Fue Abderramán III el que reforzó la muralla de Madrid, que estaba amenazada por el avance cristiano. Ramiro II acaudilló una penetración por el reino cristiano y entró en Mayrit, pero se debió retirar

Dibujo de Anton van den Wyngaerde de la segunda mitad del siglo XVI, en el que se aprecian los cubos y lienzos de la muralla de la ciudad
Dibujo de Anton van den Wyngaerde de la segunda mitad del siglo XVI, en el que se aprecian los cubos y lienzos de la muralla de la ciudadlarazon

Este Madrid fue fundado en tiempos del emir omeya de Córdoba Mohamed I (823-886), pero no se sabe la fecha cierta. Existían entonces los muladíes (hispanovisigodos convertidos al islam), mozárabes (hispanovisigodos cristianos en tierras del islam) y cristianos habitantes de sus tierras sin invadir (también citados como cristianos del norte). Por otro lado, de orígenes no hispanos, esos musulmanes de Córdoba.

Me cuesta creer que hubiera «madrileños prehistóricos», es decir homo sapiens con conciencia de vivir en Madrid. Hay un algo que me dice que ni fue así, ni se pueden pensar cosas así.

De lo que no hay duda es de que antes de la consolidación de un poblamiento complejo en los términos de lo que conocemos como el viejo Madrid (úsese el adjetivo que se desee), con jerarquía de poder y división social del trabajo, hubo formas de convivencia social en las orillas del río, por doquier que este fluyera, en época neolítica, en la Edad del Bronce, en tiempos romanos y así sucesivamente, con asentamientos inestables, en el espacio, o en el tamaño, desde una Complutum a cualquier villa cuyo topónimo siga recordando a su fundador, a un accidente geográfico, a una leyenda antiquísima, e incluso y como siempre, a saber qué...

Mas lo que resulta muy interesante es que una amplia zona del noroccidente de la actual provincia no tiene tantos topónimos árabes como el resto, lo que es tanto como decir que desde la sierra hacia la actual Villa de Madrid, no hubo espacios de especial interés para los invasores africanos, o después para sus descendientes, sobre todo si comparamos la distribución de la población con las otras riberas de los ríos. Hubo conquista, sí, pero algunas manchas de territorio quedaron aisladas.

Ahora bien, conforme los cristianos se fueron haciendo fuertes, o se sintieron serlo, la Re-conquista fue bajando. El proceso era lento, costoso, inabarcable, pero no parece disparatado plantearse que ambas religiones estaban en permanente pie de guerra y listas para andarse dando zarpazos y mover sus fronteras. La tercera cultura pagaba los platos rotos de las frustraciones de la otras dos. Si había paz, era porque no podía haber guerra.

En los años centrales del siglo IX habitantes de Toledo (sin duda, muladíes y mozárabes), apoyados por cristianos del norte, se sublevaron contra el emir de Córdoba Mohamed I. Se dirigieron hacia el sur y le vencieron en Andújar, pero, sin embargo, fueron rechazados y derrotados cerca de Orgaz en las orillas del Guazalete (o Guadecelete) cuando el emir se dirigía contra Toledo.

Poco después, en 860 Ordoño I tomó Talamanca. Las razones de esa avanzada no están claras, aunque se sigue apuntando la inestabilidad política como muestra de esta debilidad. Talamanca era la primera población al sur del Sistema Central que conquistaron los cristianos en el camino hacia Toledo. Entonces se construyeron atalayas, fortalezas, se amurallaron ciudades y el paisaje cambió.

Efectivamente, en fecha indeterminada pero en medio de estas convulsiones de la segunda mitad del siglo IX, en Mayrit se levantó una suerte de cerca alrededor de su alcázar, y tal vez con foso perimetral. Era el tiempo de la al-mudena, de la ciudadela que no llegaba a tener 10 hectáreas en su interior.

Fue Abderramán III (Córdoba, 891-Medina Zahara, 961) el que –unos lustros después– reforzó la muralla de Madrid, que como vemos estaba amenazada por el avance cristiano. El Mayrit necesitaba esa defensa: se había convertido desde el avance de Ordoño I en vigía del camino hacia Toledo.

Tan es así que en el 932 Ramiro II acaudilló una penetración por el reino cristiano y entró en Mayrit, o llegó al arrabal, pero se debió retirar. Inmediatamente tuvo lugar el gran avance cordobés, en uno de los vaivenes de la Reconquista más dinámicos que hubo y en 939 derrotó a Abderramán III en la batalla de Simancas. Por entonces y simultáneamente acudieron a Mayrit voluntarios para reforzarla como lugar de asentamiento de defensores y creyentes predispuestos para la guerra santa. Se fechan entonces algunas alusiones a la ciudad fortificada, o por mejor decir a la «nueva» ciudad amurallada, ya consolidada hacia el 977.

Hubo una nueva toma de Madrid por Fernando I en 1047, de la cual se duda.

Pero de lo que no hay dudas es de que venido abajo el califato de Córdoba, el Reino taifa de Toledo pagaba sus parias a los cristianos y que en ese pago iba incluida la tranquilidad de Madrid. Esto tuvo una ventaja, la de que cada vez se asentó más población civil, de forma y manera que lo que hasta entonces había sido una ciudad militar fue convirtiéndose en una civil.

Alfredo Alvar Ezquerra es profesor de Investigación del CSIC