Opinión

Los tontos no descansan en Navidad

Con cenas canceladas, los contagios disparados, entre terceras dosis, colas en farmacias y hospitales, medidas restrictivas en algunas comunidades, self service en la de Madrid y Ómicron campando a sus anchas, se suceden unas navidades por las que nadie hubiera apostado hace un par de meses. Incluso hay científicos que apuestan públicamente porque gracias a esta variante, mas contagiosa pero menos severa, la pandemia verá antes su fin.

La información nos llega de manera incesante, con puntos de vista tan dispares, que resulta complicado ir caminando por un campo de minas plagado de trampas. Es cierto que cada individuo termina siendo responsable de sus propios actos, pero por cada 10 precavidos siempre se cuela algún tonto. Y desgraciadamente hay tantos entre nosotros, que resulta irresponsable que ciertos políticos depositen tanta confianza en el grupo.

Es evidente, y datos de sobra hay para comprobarlo, que las vacunas son lo suficientemente efectivas como para usarlas, pero aún hay algunos que buscan debajo de las piedras excusas absurdas y sin sentido para nadar contracorriente. No deja de resultarme sorprendente los casos de arrepentidos que mandan mensajes desde el hospital, con un pie aquí y otro allá, aconsejando a los negacionistas o antivacunas a que no cometan el mismo error que esta terminando con sus vidas.

Hace falta ser imbécil. Hemos asistido estos días a un episodio lamentable cuando todo un sequito de lumbreras ha utilizado el ingreso de Antonio Resines en la UCI para alegar que incluso una tercera dosis no te salva la vida, hasta que ha salido la familia del actor a decir la verdad para que esta panda de egoístas vuelva a su cueva. Estoy deseando que el gran Antonio se recupere por varias razones. La primera por propia admiración a su trabajo y su carrera, obviamente por la estima personal y el cariño que le tengo, pero también por lo que voy a disfrutar, palomitas en mano, viendo como pone en su sitio a todos los que han utilizado su nombre para su propio interés en contra de sus principios.