Entrevista

Anson: «He sido y soy un obrero de las palabras y me gustaría morirme trabajando»

El columnista y fundador de LA RAZÓN será condecorado hoy por la Comunidad de Madrid por su trayectoria. «Los premios son los sonajeros de los periodistas y escritores», afirma

El entrevistado espera en su domicilio de Chamberí. Son las 19:00 horas del pasado sábado. Antes, ha tenido tiempo de ver en el Bernabéu cómo el Real Madrid se proclamaba campeón de Liga. La pregunta es inevitable: «¿Está contento?». «Yo soy del Athletic de Bilbao», responde. Por supuesto: el único equipo que juega con once españoles. Todos los que han seguido su trayectoria personal y profesional lo saben. Porque cuando Luis María Anson (Madrid, 1935) habla, la opción más sabia es escucharle. Hoy, con motivo del 2 de mayo, recibe la Encomienda de Número por su trayectoria. Más de seis décadas de periodismo y literatura. Dos disciplinas que, en su caso, rayan a la misma altura.

Si repasamos los reconocimientos que ha recibido, acabaríamos antes con los que aún no le han dado. ¿Qué supone para usted esta encomienda de la Comunidad de Madrid?

Todos los premios me han hecho especial ilusión. Me siento siempre honradísimo cuando recibo un premio, y agradezco este de la Comunidad de Madrid de una manera tan vehemente como en otras ocasiones. Luego, tengo un cierto escepticismo hacia los premios literarios y también hacia las condecoraciones. Son el «sonajero» de los escritores y de los profesionales del periodismo. Sirven para hacer ruido dos, tres días, y después, lo único que cuenta es el trabajo nuestro de cada día. He sido toda mi vida un obrero de las palabras, lo sigo siendo, y me gustaría morirme trabajando. Pero me hace una enorme ilusión. Piensa que yo soy madrileño. Nací en Marqués de Riscal, esquina Fortuny, y, salvo cuando fui enviado al exilio, ha vivido toda mi vida en Madrid. Naturalmente, es una satisfacción doble el hecho de recibir un premio de Madrid.

Cuando se conceden premios así, es inevitable echar la vista atrás. ¿A quién señalaría como sus mentores?

No podría faltar, desde el punto de vista profesional, la maestría de Luis Calvo, que fue nueve años director de «Abc». Cuando empecé, me contrató con 22 años. Era un periodista absolutamente excepcional. Después, desde el punto de vista intelectual, he tenido dos maestros. Uno muy directo fue Arnold J. Toynbee. Y otro, a través de su lectura y conocimiento, y de su entorno y familia, fue Ortega y Gasset. Pero en fin, hay otros muchos escritores, pensadores, poetas, dramaturgos, ensayistas, novelistas... No solo del mundo occidental y de los países iberoamericanos, sino también del mundo oriental. Publiqué un libro titulado «El grito de Oriente» (1965), que fue Premio Nacional de literatura. Tendría yo 27 o 28 años y siempre me he sentido muy ligado a la cultura extraordinaria del mundo oriental.

La profesión sufre de ‘‘curanderismo’’: en las tertulias, hay gente que se dice periodista y no lo es»

Ahora que lo menciona... ¿Se siente más literato que periodista o viceversa?

Hay una cosa que para mí es fundamental. Me sonrío cuando dicen: «este es escritor», «este es periodista»... Todos los periodistas son escritores, aunque no todos los escritores sean periodistas. De la misma manera que todos los poetas son escritores, pero no todos los escritores son poetas. O todos los novelistas son escritores, aunque no todos los escritores sean novelistas. El periodismo es una ciencia de la información y, a la vez, un género literario. Un género, además, predominante en el siglo XX. La literatura es la expresión de la belleza por medio de la palabra, que produce en el lector un placer puro, inmediato y desinteresado. Ese placer se obtuvo en en el siglo XVI con la poesía, en el XVII con el teatro, en el XVIII con el ensayo, en el XIX con la novela y en el XX con el periodismo. La emoción que han producido los artículos, las crónicas, los titulares... ha motivado que una buena parte de los grandes escritores del siglo XX hayan publicado en los periódicos. El ensayo más vendido, conocido y probablemente más prestigioso del siglo es «La rebelión de las masas». Se publicó en artículos en el periódico. Nosotros tenemos dos funciones esenciales como profesionales del periodismo. La primera, administrar un derecho ajeno, que es el de los ciudadanos a la información. Y después, ejercitar el contrapoder, que es elogiar al poder cuando acierta y criticarlo cuando se equivoca. No solo al poder político, también al financiero, religioso, universitario, cultural, deportivo... Hemos tenido en España algunos profesionales del periodismo excepcionales. Creo que, tal vez, el primero ha sido José María Pemán. El segundo, Ortega y Gasset. El tercero, Paco Umbral o Mariano José de Cavia... Te pongo ejemplos de gente que han expresado belleza por medio de la palabra.

Cuando usted visita una redacción y ve a periodistas de otra generación, ¿se reconoce en ellos?

Las funciones del periodista son descubrir una noticia, rastrearla... seguirla como un sabueso. Y después de contrastarla y comprobarla, lanzarla. Eso es exactamente igual. Por fortuna, nuestra profesión, en eso, no ha cambiado nada. Al revés: lo que ha hecho ha sido afianzarse. Otra cosa es la técnica. Yo transmití una crónica por el sistema morse en Jerusalén. Hoy te basta con un teléfono. Es una cosa casi milagrosa. Yo estoy al frente de un periódico digital. La tecnología se ha desarrollado asombrosamente con el fenómeno digital. Es algo absolutamente inverosímil para los que hemos tenido que lidiar con otra época. Pero la función del periodista no solo no ha cambiado, sino que se ha afianzado. Descubrir una noticia y transmitirla es exactamente igual. Y lo mismo en el momento en que tienes que elogiar al poder (que cada vez cuesta más elogiarlo), criticarlo o denunciarlo. Eso es igual hace 50 años, hace 100 años o hace 200 años.

La clase política de hoy no se distingue tanto por la corrupción como por la mediocridad»

¿No nota una erosión de la figura del periodista de cara a la opinión pública? Como si su credibilidad estuviera más que nunca en entredicho. Sobre todo en los dos últimos años, coincidiendo con la pandemia.

La gran transformación con relación a nuestra profesión la hicimos en los años cincuenta del siglo pasado, cuando llevamos el periodismo a la Universidad. Durante todo el siglo XIX y buena parte del siglo XX había un concepto del «chico de la prensa». Hoy, el chico de la prensa se ha convertido en doctor en Ciencias de la Información y eso le ha dado una respetabilidad social. Lo que sí ha ocurrido es que en los medios, especialmente en las redes sociales, la televisión y también la radio, se ha permitido una cosa que debilita no solo nuestra profesión, también otras como la medicina y la arquitectura: el curanderismo. En estos momentos, en España hay 12.000 curanderos frente a ciento y pico mil médicos. Es una cosa asombrosa. Enciendes la televisión, ves una tertulia, y te encuentras con que no son profesionales del periodismo. A veces es gente importante que parece lógico que colabore en un medio de comunicación. Pero otras veces son puramente «curanderos»: gente que se presenta como periodista sin serlo, haciendo un daño muy fuerte. Cuando organizamos las primeras facultades de Ciencias de la información, la clave era crear en el periodista la deontología profesional para hacer comprender la importancia social de nuestra profesión: usted no puede mentir, ni hacerse eco de bulos, ni puede proferir insidias. Usted tiene que tener esa deontología profesional de buscar la verdad, que es la que le va a hacer libre. Esa es la clave de nuestra profesión desde el punto de vista del estudio universitario. Lo de menos es lo que aprendes en la Universidad, pero te forma en la importancia que tiene la profesión. Por ejemplo, la responsabilidad, la deontología profesional que implica inventarse noticias. Hoy lo llaman «fake news». Pero España tiene una palabra, que no son dos, sino una sola, mucho más certera, que es el bulo o el rumor. O la mentira y la calumnia. Eso un periodista profesional no lo hace; un curandero, sí. Y hoy te das cuenta de la facilidad con la que se miente. Todo el mundo quiere saber de todo y se hacen afirmaciones disparatadas. Y no digamos nada de las insidias que se deslizan. Eso también se hace en el periodismo impreso. Hay secciones que son una pura insidia. A mí me hace, por ejemplo, mucha gracia todo lo que se está hablando sobre Ucrania. Yo no he estado en Ucrania. Y a mí me daría vergüenza opinar. He estado en muchas guerras. Y en las guerras mienten en los dos lados. Y aquí está mintiendo Putin y está mintiendo Zelenski. El relato que ha prosperado en el mundo occidental ha sido el de Zelenski. Pero habría que ir allí para empezar a enterarte de cuál es el fondo de lo que está ocurriendo. Cuando echas morbo sobre una noticia de un matrimonio que no se ha producido, de un divorcio que no es real, o de un político que dices que ha robado sin haberlo comprobado, efectivamente, atraes lectores. Pero he de decir que tenemos unas generaciones periodísticas de primer orden, de gente que, deontológicamente, son impecables.

Al hilo de los cambios generacionales, ¿qué diferencias ve entre la clase política de hoy y la de la Transición?

Lo que caracteriza hoy a la clase política española, no es la corrupción, siendo un factor predominante y de extraordinario interés. Lo que le caracteriza es la mediocridad. Lo que tenemos es una clase política mediocre. Y la generación de los años 76, 77 o 78 eran profesionales de primer orden. Registradores de la propiedad, notarios, abogados del Estado, ingenieros, arquitectos... Gentes con una formación. Solo hay que repasar sus nombres. No había políticos profesionales: hoy tienes mucha gente en los partidos que ha empezado con 20 años y que ha vivido de lo que les ha pagado el partido. Se han convertido en agencias de colocación. Hace poco tiempo estuve en León. Puse la Televisión de Castilla y León por la noche y vi un programa de tertulia. Era una cosa terrible. No quiero decir nombres. Había dos concejales y un diputado; los jugadores de fútbol hablan mejor. Hemos llegado a un momento en que el político tiene enormes dificultades para la expresión, para construir sintácticamente una frase. Hay políticos excepcionales y extraordinarios, no se puede generalizar, pero creo que lo que predomina hoy en la clase política española es la mediocridad.

Ayuso es una mujer inteligente y sincera, habla con el lenguaje que entiende la gente como ella»

¿A quién echa de menos en ese sentido?

Eso es muy complicado, porque depende de las circunstancias con que se enfrente. España tuvo un político excepcional en la transición que fue Torcuato Fernández Miranda. Él es el autor de la Transición, el que convence a don Juan Carlos para que renuncie a todos sus poderes y construir una monarquía como la danesa o la belga. Y es el que tenía formación intelectual, jurídica y cultural. Suárez tenía carisma y enganchaba mucho con la gente, pero no se puede comparar la labor que hizo Fernández Miranda con la que hizo Suárez. En esa época había algunos políticos de primer orden, como Enrique Tierno Galván. Y luego surgió un político que es el gran hombre de Estado del siglo XX, que es Felipe González. Llevamos ya una veintena de años en la que no han surgido los sustitutos de las gentes que en la Transición vertebraron la política española. A lo mejor eso es lógico. En los momentos de crisis surgen los grandes políticos. La II Guerra Mundial produce a Adenauer, a De Gaulle, a Churchill... En la Iglesia, Pío XII... Ahora estamos viviendo una situación en Europa que es terrible, con la guerra en Ucrania. Pero situaciones extremas, la verdad es que hemos vivido una etapa de más de 80 años de paz, algo que Europa no había conocido nunca. Inglaterra tiene una clase política más brillante, mientras que otros países, como Italia o Francia, la tienen muy mediocre. Alemania se salva un poco, pero en fin, es un signo de los tiempos.

¿Se atreve a vaticinar a dónde nos llevará el conflicto de Ucrania?

No tengo información suficiente. Soy un profesional del periodismo y hablo de aquello de lo que tengo una información razonable. Pero cuando analizas lo que está ocurriendo, te quedas asombrado. ¿Qué es lo que está pasando de verdad? Hay dos teorías. Una, que hay un señor que quiere restaurar el Imperio Ruso y que es una bestia, mientras que otro señor se está defendiendo de eso. Pero ha surgido otra en el mundo sajón y que está empezando a predominar: Estados Unidos tiene un acopio excesivo de gas y de petróleo y ha buscado una fórmula para yugular el gas y el petróleo rusos y vender lo suyo. Así funciona el autocapitalismo. Es lo que los Papas llamaban el capitalismo salvaje. Y entonces han introducido una idea, que es evidente que ha podido tejer la CIA: que en Ucrania se iban a instalar bases de misiles de corto alcance que hubieran alcanzado Moscú y las demás ciudades rusas. Y naturalmente, los rusos dicen que ni hablar del asunto. Ustedes aquí no instalan una base de misiles. Todo esto tiendo a creer que no es así, pero es una explicación con envergadura suficiente.

Hoy coincidirá con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. ¿Qué concepto tiene de ella?

Aparte de ser una mujer inteligente, tiene una virtud, y es que no molesta. Sobre todo no molesta a las mujeres. Es una mujer elegante, pero no es el árbitro de la elegancia. Es una mujer con éxito, pero le acompaña la sencillez. Es decir, en una democracia como la nuestra, es una mujer «votable». Creo que eso la define mucho. Piensa, por ejemplo, en la persona más inteligente que hemos tenido, con diferencia, entre los Jefes de Gobierno: Leopoldo Calvo Sotelo. Cuando se presentó, pasó de 165 escaños a 12, porque era una prepotencia de tal calibre, si bien era cierta su superioridad intelectual, que la gente decía: «A este tío no le voto». Con Isabel es todo lo contrario. Representa el estilo medio y de ahí el éxito que ha tenido. Es una mujer muy sincera, habla con absoluta claridad, con el lenguaje que entiende la gente que es como ella. Y me parece que lo ha hecho divinamente. En las elecciones de Madrid había preparado un Gobierno de Frente Popular, igual que el Gobierno nacional, con Pablo Iglesias al frente. Y quien cercenó esa operación fue Isabel Díaz Ayuso. La realidad es que el servicio, que desde el punto de vista del mundo liberal-conservador ha hecho Ayuso, ha sido inmenso.

El PP debería hacer un esfuerzo por recuperar a Casado, es un portavoz de primer orden»

¿Cómo ha seguido la batalla interna del PP?

Es muy complicado, porque habría que tener una información interna de la que carecemos. Hace muy poco tiempo, en enero, las encuestas señalaban a Pablo Casado como futuro presidente del Gobierno. Casado se había convertido en un orador parlamentario que todas las semanas barría a Pedro Sánchez. Tenía autoridad y prestigio. Y, sin embargo, por razones internas del partido, que la gente se las atribuye a Egea, pero que yo no conozco bien, resulta que estaba perdiendo autoridad. Y el partido, de alguna manera, se volcó en favor de Ayuso. Muy probablemente, él, cuando le pusieron la muleta delante, la embistió. ¿Quién es el que da la información de las teóricas corrupciones del hermano de Ayuso? Fue Moncloa quien lanzó eso y él, en lugar de haberse callado, embistió y probablemente se equivocó. A mí me parece que el PP debería hacer un esfuerzo para recuperar de alguna manera a Casado. Se había convertido en un activo importante y podría ser, por ejemplo, un portavoz parlamentario de primer orden. Pero bueno, no sé lo que va a pasar ahí.