Historia

Los ingenieros (y fontaneros) holandeses del lago de la Casa de Campo de Madrid

Una de las grandes atracciones acuáticas de Madrid surgió por el empeño de Felipe II y su deseo de patinar sobre hielo como en Brujas o Amberes

Casa de Campo en 1634. Los lagos aparecen tras el palacio de los Vargas
Casa de Campo en 1634. Los lagos aparecen tras el palacio de los VargasBNE

El Renacimiento fue un momento creativo clave para Madrid. La ciudad creció en población e importancia. Y también en infraestructuras. Una de ellas fue el proyecto paisajístico ideado por Juan Bautista de Toledo. Una apuesta de progreso que daría lugar al Real Sitio de la Casa de Campo, y que inició su andadura allá por el 1562, tras la compra, por parte de Felipe II, del llamado Palacio de los Vargas. Si, esos mismos Vargas que eran amos de la tierras que labraba San Isidro. Y es que en aquel Madrid primigenio todos se conocían.

Pero tirémonos a la piscina del asunto que nos ocupa, o mejor dicho, al lago. Los primeros trabajos fueron diferentes infraestructuras hidráulicas, entre las que se encontraban cinco estanques contiguos, que se surtían del cercano arroyo Meaques a través de canalizaciones. Fueron creados por un equipo de ingenieros y fontaneros que el rey hizo traer de los Países Bajos, con Pietre Jansen y Adrian van der Müller como figuras relevantes.

El Lago de la Casa de Campo de Madrid y el patinaje
El Lago de la Casa de Campo de Madrid y el patinajeBNE

Estos depósitos de agua no solo tenían una función ornamental, sino que también eran utilizados como reservas de peces, para el consumo humano. En algunos también era posible navegar, en pequeños botes, e incluso... se practicaba el patinaje sobre hielo. Existe constancia de que en el invierno de 1593 Felipe III, cuando todavía era príncipe, organizó una sesión de patinaje sobre la superficie helada de uno de los embalses. Una escena que poco tenía que envidiar a los cuadros de los maestros flamencos, con escenas de invierno en Brujas o Gante.

Con el paso del tiempo, allá por el siglo XVIII, fue construido un sexto embalse, cerca de la desaparecida Iglesia de la Torrecilla, donde hoy día se levantan unas instalaciones de tenis. Fue conocido con «el Tenquero», nombre este último que alude a la tenca, una especie piscícola que ahí se cultivaba.

La labor de aquellos holandeses, con todo, no “sobrevivió” demasiado tiempo. Los embalses terminaron secándose, de tal modo que, en el siglo XIX solo se conservaban tres de los cinco trazados durante el Renacimiento.

Uno de ellos, el «Grande», el más occidental, fue adaptado durante el reinado de Alfonso XII para la práctica del patinaje sobre hielo, razón por la cual empezó a ser conocido como «el Estanque de Patines». En 1876 fue edificada en una de sus riberas la Casa de los Patines, que después Alfonso XIII mandó reformar, a partir de un proyecto de Rafael Ripollés, llevado a cabo entre hacia 1915.

Con respecto a los otros dos embalses que aún se mantenían, el «del Norte» y el «del Medio», estos realmente formaban una única masa de agua, al haberse sumergido la lengua de tierra que los dividía. Para reforzar esa sensación de unidad, se procedió a modelar su perímetro, a partir de un diseño ondulante, muy alejado de su planta geométrica original, en línea con los gustos de un romanticismo que se negaba a morir. En ese momento nació el Lago que hoy en día conocemos con relativas pocas variantes.

Los cambios que sucedieron entonces tienen más que ver con la política que con la infraestructura y su forma en sí misma. Con la proclamación de la II República los estanques pasaron a manos municipales, tras incautar el Estado el Real Sitio de la Casa de Campo y cedérselo al Ayuntamiento de Madrid.

Mención especial merece un suceso del 24 de octubre de 1932. Ante unas 15.000 personas, el lago principal acogió las primeras pruebas del llamado generador de aire, un dispositivo inventado por Adrián Álvarez Ruiz, dirigido a perfeccionar los sistemas de generación de aire de los submarinos.

Desde entonces, y con los terribles acontecimientos que se vivieron en sus inmediaciones, a causa de la Guerra Civil, que dejaron la zona muy afectada, el Lago encaró un nuevo futuro en 1968. Entonces, el llamado Estanque de los Patines fue desecado. De hecho, sobre su lecho se extiende hoy día una amplia explanada, que se utiliza como aparcamiento, cercana a la Glorieta de Patines, denominada así en referencia a su antiguo uso.

El lago actual, resultado de la conjunción de dos de los cinco embalses promovidos por Felipe II, el «del Norte» y el «del Medio», ha sido objeto de numerosas intervenciones en los siglos XX y XXI, encaminadas a su adecuación para uso deportivo y recreativo. En este sentido, en la primavera de 1992, se instaló un surtidor de 60 metros de altura, que puede autorregularse en función de la velocidad de viento, a través de un anemómetro situado en la orilla. Una nueva imagen para aquel proyecto holandés, con inspiración real, que es 2,15 veces mayor que el Estanque Grande del Parque del Retiro, y que tan presente estuvo y está en el asueto y disfrute acuático de los madrileños.