Huellas de Colores
Una terapia canina para reducir el dolor y el miedo en la UCI
Con solo cinco años, Hugo Borlado, ha sido uno de los beneficiados por esta terapia pionera en España ya implantada en el Hospital 12 de Octubre
El dolor, el miedo y la ansiedad se han visto reducidos en la Unidad de Cuidados Intensivos y Reanimación Pediátrica del Hospital 12 de Octubre. Esto ha sido posible gracias al proyecto de investigación «Huellas de Colores», dirigido a niños y adolescentes ingresados en el hospital madrileño que reciben terapia asistida con perros y que estudia su impacto en la salud de los propios pacientes y de sus familiares. Desde su arranque en 2019 y hasta el inicio de la pandemia, se llevaron a cabo más de cien visitas presenciales a niños y adolescentes ingresados en la UCIP-REA. Para estas sesiones contaron con la participación de Zenit, un perro rescatado de situación de abandono, recuperado y posteriormente entrenado. La pandemia obligó a interrumpir estas intervenciones hasta enero de este año, fecha en la que las pudieron retomarlas de forma virtual para los niños ingresados en plantas de hospitalización, por la dificultad para realizarlas online en cuidados intensivos o reanimación. «No teníamos mucha esperanza en esto, pensábamos que sería una ayudita y nada más, pero nos sorprendió gratamente la emoción con la que esperaban la llamada», confiesa Nuria Máximo, Coordinadora Cátedra Animales y Sociedad de la Universidad Rey Juan Carlos. «Además servía como una vía de escape para las familias y supuso también una oportunidad para que participaran perros que de otra forma no podía ir», añade. Los canes seleccionados es necesario que cumplan una serie de requisito como un estado de salud adecuado, facilidad para interactuar con los niños y que no sufran estrés al encontrarse en una estancia como es la UCI donde predominan los ruidos, olores a los que no están acostumbrados o el movimiento de personas.
Un poco antes del verano, el proyecto retomó su formato original presencial en la unidad en la que se inició y lo hizo con Alma, la perrita que sustituyó a Zenit por su avanzada edad. Desde entonces, esta iniciativa pionera en las unidades de cuidados intensivos de cuidados pediátricos en España, ha demostrado que se ha logrado reducir los niveles de estas emociones en los menores ingresados.
Uno de los niños que se ha beneficiado de ella ha sido Hugo, de cinco años e ingresado en la UCI por padecer el síndrome hemolítico urémico. Una afección grave que puede producirse cuando los vasos sanguíneos de los riñones se dañan y se inflaman. Esto puede provocar la formación de coágulos en los vasos sanguíneos, llegando a obstruir el sistema de filtración de los riñones y provocando una insuficiencia renal que puede llegar a ser mortal. Durante su estancia de treinta días, el pequeño recibió tres visitas de la perra, dos en la UCI y otra en planta, y su estado emocional cambió por completo. «El día a día para él estaba siendo muy duro y monótono. Se encontraba triste y sin ilusión y desde la primera visita de Alma, mi hijo empezó a sonreír», confiesa a LA RAZÓN su padre, Juan Francisco Borlado. De apenas interaccionar con su familia y con los médicos, el pequeño comenzó a relatarles todo lo que hacía con su nueva amiga. «Lo mejor fue que Hugo esperaba el día con mucha ilusión y nosotros también, ya que los días posteriores a su visita se encontraba mucho más animado», asegura.
Aunque les gustaría poder hacerlo con muchos más niños que se encuentran ingresados en el hospital, los medios y el tiempo son limitados. Por ello, primero deben determinar qué pacientes no son candidatos: aquellos que son alérgicos, que no les gustan los animales o con una inmunodepresión importante. «Intentamos incluir a pacientes por encima de tres años que puedan interactuar mejor, que estén lo suficientemente despiertos para que puedan participar en la terapia, que no tengan un buen estado de ánimo o que les venga bien hacer ejercicio», señala Alba Palacios, responsable de la UCI Pediátrica. En esto último también Hugo sufrió bastantes avances gracias a los juegos que el equipo psicoanimal le proponía que hiciese junto a Alma. «Hacían diferentes juegos y gracias al movimiento con las manos y brazos que uno de ellos requería conseguimos que empezara a mover el tren superior», apunta Borlado. Gracias a una sesión de peluquería antes de que el can se marchase pidieron reforzar la musculatura de sus piernas. Además de mimos, caricias y achuchones, por descontado. Pese a que la despedida fue dura, Hugo ya está en casa y Alma sigue su labor de ayuda a otros menores ingresados.
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