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La exposición que plantea un diálogo íntimo y terapéutico con la ciudad de Madrid
Descubre la muestra “Madrid Mía”, en la calle Conde Peñalver, 47, hasta el 19 de diciembre de 16 a 20 horas
La artista Irene Zottola ha lanzado el primer producto audiovisual para la marca de joyería gata y castiza «Aristocrazy». La representación estará disponible hasta el próximo día 19 de diciembre en horario de tarde. Se trata de una especie de cortometraje con la voz en off de la artista, acompañando esquinas, lugares y tradiciones de la capital. En su presentación, definieron su obra como un artefacto, que significa «hecho con arte», a propósito del contenido visual dotado de contenido artístico. Ha supuesto un soporte de expresión material filosófica, un conjunto de piezas y un objeto realizado con el fin de difundir su afán por contribuir a crear un ecosistema creativo.
La autora de este primer artefacto se ha basado en textos e imágenes propias para realizar este de diálogo con su ciudad natal: Madrid. En la pieza, Irene Zottola cuestiona el modo de vida cotidiana de la capital, con sus ventajas e inconvenientes, y a la vez rinde un tributo a ese lugar al que pertenece.
Irene Zottola ha hablado con LA RAZÓN y ha expresado el sinfín de emociones que ha ido experimentando a lo largo de todo el proceso: «He sentido mucho vértigo, pero a la vez mucha ilusión. Fue un reto creativo porque es la primera vez que realizo una pieza audiovisual en la que la imagen y la palabra cobraban el mismo peso. Normalmente se las imágenes se acompañan con texto, pero de forma más sutil, con frases más independientes y no esta especie de conversación», apunta.
¿Qué le tienes que decir a Madrid? fue su punto de partida, y, según cuenta: «Esto ha sido hasta terapéutico, muy personal y emocional. De hecho, la primera vez que compartí el texto con el equipo de Aristocrazy estaba muy nerviosa, fue abrirme en canal. A la hora de escribirlo sentí esa conversación con un terapeuta, primero le echas la bronca a la ciudad y luego vas viendo también que aspectos te acarician y te gustan de la misma», explica Zottola.
El objetivo desde el primer momento era preguntarse a sí misma de qué se sentía parte, pues pese a que Madrid se conozca por ser ese lugar de paso, de turismo o institucional, también es quien acoge y el hogar para muchos que, nacidos o no en ella, se han sentido perdidos. Así lo confiesa Irene Zottola: «He ido descubriendo la magia dentro del hormigón, las luces y las sombras de la ciudad».
En cuanto al «feedback» que se supone que debe recibir el espectador al reproducir la obra, la autora confiesa que prefiere no tener ningún objetivo marcado, pues en eso reside el arte y sus consecuencias en cada persona. «Depende de quién lo vea y sus circunstancias, se experimentarán distintos sentimientos. Yo lo he vivido como un diálogo íntimo con la ciudad. Es cierto que todos procedemos de un lugar y nos sentimos pertenecientes de algo, e igual quien viva o haya vivido aquí sí puede sentir esas similitudes de amor y odio del sitio del que vienes y formas parte, pero que tienes un vínculo y apego que está por encima de todo lo demás, te guste o no, para las buenas y las malas”, opina Irene a raíz de su experiencia.
Descubrir la ciudad por primera vez
Y es que, como suele pasar, muchas veces conocemos más lo de fuera que lo propio. Así le ocurre a Irene Zottola, quien, pese haber nacido en Madrid, le ha hecho falta sumergirse en este proyecto para descubrir rincones e historias que desconocía. «Me da un poco de vergüenza, pero una amiga mía que no es de aquí fue quien me contó que Madrid significa ciudad abundante de agua. Así conocí los viajes del agua y toda la canalización que está dentro de la misma. También descubrí la fuente de Los Siete Caños y lo que alberga el Canal de Isabel II. Me fascinó que, en una ciudad que siempre echas de menos el mar y las escapadas a la playa en verano cuando morimos de calor, fuese precisamente donde supe esos datos vinculados con el agua. Me explotó un poco la cabeza», detalla la autora cuando recuerda este caluroso verano en el que se pateaba los ardientes asfaltos para saber más y más y más.
«Por primera vez me hice la clásica ruta turística que tantas veces hemos hecho en el extranjero y, sin embargo, aquí nunca. No te la haces porque sientes que, al nacer aquí, ya lo sabes todo. Por ejemplo, el Campo del Moro me entusiasmó. Pero, sobre todo, fue un aprendizaje a la hora de fijarme en muchos aspectos que siempre habían pasado desapercibidos», concluye la artista.
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