
Entrevista
Elena Gual: «Estas bocas nacen del silencio que yo misma necesitaba»
«Is Anybody at Home?» es su serie más introspectiva, centrada en el silencio y la conexión interior. Podrá visitarse en Arma Gallery hasta el 4 de junio. Este jueves, la mallorquina asistirá a un encuentro en CaixaForum sobre pintura y feminidad

La mallorquina Elena Gual vuelve a Madrid con una propuesta que no deja indiferente. «Is Anybody at Home?», que puede visitarse hasta el 4 de junio en Arma Gallery (Valverde, 30), es una exposición que invita a detenerse, a escuchar el silencio y a mirar hacia adentro. Tras su paso por Londres bajo el título «Silent Game», esta serie de obras –protagonizada por labios en primer plano– reflexiona sobre lo no dicho, lo contenido, lo que habita en la intimidad del cuerpo. La muestra mantiene su fuerza conceptual intacta: una exploración del silencio como forma de resistencia frente a una era saturada de estímulos y ruido. Con un estilo ya consolidado, en el que utiliza la espátula como herramienta principal y una paleta vibrante que refleja su vínculo con el Mediterráneo, Gual da un giro introspectivo a su trabajo. La muestra, además, se presenta con una propuesta sensorial que incluye música creada especialmente para acompañar la experiencia.
Tu nueva exposición en Arma Gallery llega a Madrid después de su paso por Londres. ¿Cómo comenzó todo este proyecto?
Me contactaron el año pasado desde Sketch London para exponer allí, pero justo antes estaba en México preparando otra exposición. Aquella se centraba en lo que suelo mostrar en mis lienzos: el empoderamiento de la mujer, desde un enfoque muy figurativo. Pero fue un momento muy caótico a nivel personal. A veces, en esta profesión, hay meses sin nada, y de pronto otros donde no paras. Me pasó eso. Estaba tan saturada que me costaba conectar con lo que sentía, y eso es contradictorio cuando tu trabajo es precisamente emocional. Así que decidí transformar ese caos en arte. Y así nacieron estas bocas.
¿Por qué elegiste los labios como protagonistas?
Quise jugar con la idea del silencio. Estos labios no expresan nada, no hablan, simplemente están. Son introspectivos. Me gustó esa idea de proyectar un espacio silencioso en un momento en el que todo es tan ruido. Quiero que la gente se pare, que sienta y que se desconecte del estrés diario mientras observa los cuadros.
¿Y cómo llega esta serie a la ciudad de Madrid?
Después de exponerla en Londres y ver el impacto que tuvo, mi galerista en Madrid, Arena Martínez, me propuso traerla aquí, pero con un giro: convertirla en una experiencia sensorial. Así que acompañamos la serie de una canción, pensada para potenciar esa introspección que buscaba desde el principio. La idea es que el espectador entre, escuche y, sin distracciones, se pregunte cómo se siente realmente.
En los últimos años te has consolidado como una artista figurativa con un estilo muy reconocible. ¿Cómo descubriste tu técnica con espátula?
Fue por accidente. Me formé en Florencia, con una base super clásica, aprendiendo a pintar como los renacentistas, al óleo y con pincel. Pero me dio alergia la trementina con la que se limpian los pinceles y eso, con 22 años, fue un drama. No sabía hacer otra cosa. Decidí entonces probar la espátula para evitar el contacto con los químicos, y ahí encontré un lenguaje nuevo. Se convirtió en mi estilo y desde entonces no lo he soltado.
El color también es fundamental en tu obra. ¿Cómo eliges tu paleta?
Siempre he usado colores tierra, naranjas suaves, azules... tonos muy de isla. Creo que cualquiera que no me conozca, si analiza mi obra, puede adivinar que soy isleña por eso. Creo que viajo tanto que por eso, necesito volver a esos colores para sentirme en casa. Todo cambió cuando estuve en Sevilla preparando «Raíces», exploté el rojo, un color muy ligado a la fuerza femenina y a ese pintalabios que todas hemos usado alguna vez para empoderarnos. Estos labios fueron pintados en Londres, pero fueron pensados en México, así que creo que eso también me influenció a la hora de escoger estos colores tan vibrantes.
Hablando de «Raíces», el año pasado expusiste en Casa de Vacas. ¿Cómo viviste esa experiencia?
Fue mi primera exposición institucional y me lo tomé muy en serio. La propuesta me dio mucho vértigo, porque llegó con muy poco margen de tiempo para el espacio que era, para algo así un artista necesita al menos dos años, fue un reto enorme. Recuerdo que dormí muy poco esos meses, pero valió la pena. Además, fue muy especial porque pasé dos meses en Sevilla para conectar con mis raíces andaluzas y sacar fotografías. Pintarlo después fue muy bonito.
Tus retratos siempre han estado muy vinculados al empoderamiento de la mujer. ¿Cómo nació ese interés?
Desde muy joven. Con dieciocho años me tomé un año sabático y viajé mucho. Estuve seis meses en la India, después mucho tiempo en África… siempre llevaba la cámara conmigo y retrataba a mujeres. Sentía que se generaba un vínculo muy fuerte con ellas. Más tarde, cuando tuve que empezar a crear mis propias obras tras estudiar técnica pura y dura en Florencia, volví a esas fotos. Pintarlas fue mi forma de empezar a expresarme. Y ese vínculo entre mujeres, esa fuerza, es algo que nunca he dejado de explorar.
¿Te ves a ti misma en esas mujeres que pintas?
Una vez mi abuelo me preguntó si era consciente de que todas las mujeres a las que pintaba tenían las cejas o el pelo como yo. Fue gracioso porque tenía razón, pero no me había dado cuenta. Al final, creo que tienen razón los que dicen que los artistas siempre ponen el alma y acaban viéndose reflejados en sus cuadros, y es algo que me gusta.
¿Cómo ha sido el paso de ese estilo figurativo hacia una serie más conceptual como la de las bocas?
Ha sido como un juego. Me salí un poco de la figuración, de lo realista. Trabajé mucho el color monocromo en los retratos, jugando con colores que tenían sentido para mí. Aunque sea una ruptura con lo anterior, sigue teniendo todo de mí. Y curiosamente, aunque no lo pensé desde el principio, estas bocas cerradas tienen mucho sentido porque yo siempre pinto en silencio. Es mi forma de meditar.
Actualmente no aceptas encargos. ¿Por qué y cómo se pueden conseguir tus obras?
Hace cinco años que tomé esa decisión. Durante muchos años sí los aceptaba porque era una forma de conseguir ingresos, pero llega un punto en el que si te basas en lo que otros te piden, dejas de ser tú. Ya no puedes crear lo que realmente necesitas contar. Es una decisión muy personal, pero también un privilegio, lo sé. Y lo agradezco mucho. Ahora sólo pueden adquirirlas en Arma Gallery.
¿En qué trabajas ahora?
Este jueves doy una charla a las 19:00 en CaixaForum Madrid. Es la última parada de un tour por cinco ciudades de España. Después de Londres volví muy saturada, así que este mes me he dado un respiro para reconectar. Estoy buscando nuevas ideas, aunque quería alejarme un poco de mis mujeres y profundizar en la naturaleza. Pero en este mes me he leído varios libros de los años 20 y 40, sobre la reivindicación de la mujer, y no puedo dejarlo. Algo me dice que tengo que seguir en esa línea y con ese hambre de seguir plasmando a las mujeres.
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