Libros

Un escritor tras las huellas del Madrid desaparecido

El autor Servando Rocha nos propone un paseo por una ciudad que ya no está y que ha recogido en su libro «De fuego cercada. Geografía Secreta de Madrid»

Una mañana antes del amanecer, Servando Rocha, trazó en un mapa una línea perpendicular hasta el norte y empezó a andar. El experimento era simplemente ver si era posible salir andando de la ciudad. Como imaginarán, esta línea atravesaba edificios, calles y otros lugares, lo que despertó en él, como buen memorialista, querer contar o al menos intentarlo, la historia secreta de esos lugares. «La única manera de que la historia sirva de algo, es hacer que los muertos del pasado se paseen por el presente de los vivos», dice Rocha a este periódico. Madrid, esa ciudad tan cambiante y vibrante, con su mezcla de historia, arte, política y vida cotidiana, tiene múltiples capas que han quedado impresas en su arquitectura, sus calles y sus historias. «Durante el recorrido me encontré desde cementerios ocultos o arroyos, la memoria en la piedra de los edificios de la Guerra Civil o la posguerra, hasta la bohemia literaria y el mundo más decadente. Y en medio de todo esto, sus personajes protagonistas», explica.

Todo esto lo recoge en su último libro, «De fuego cercada. Geografía secreta de Madrid». Una invitación a explorar estos estratos invisibles de la capital, aquellos que han sido absorbidos por el paso del tiempo pero que siguen presentes, si sabemos cómo mirarlos. A través de un enfoque tan único como misterioso, el escritor lleva al lector a un recorrido fascinante por el Madrid que ya no existe, pero que aún puede reconocerse si se sabe leer entre las huellas del pasado.

El punto de partida de esta investigación es la calle de la Cruz dónde, en 1869 vive Henry Morton Stanley, el legendario explorador galés, que recibe el telegrama que le dice que acuda a París a buscar al escurridizo doctor Livingstone. Cincuenta años después, en el mismo lugar está José Ribalta Camós, un oftalmólogo catalán que en 1916 abandonó Madrid sin dejar rastro. «Simplemente dejó una nota en la que dice que va a salir de la ciudad siguiendo los caminos del deseo, en una línea perpendicular hacia el norte», cuenta el escritor. Muchas décadas después, Rocha decide seguir los pasos de un fantasma, los recuerdos de una persona para al mismo tiempo, intentar constatar y recoger la memoria que no ha desaparecido de Madrid y resolver lo que pasó con el enigma de esa desaparición. La historia de Ribalta es solo la excusa para iniciar un viaje «psicogeográfico» a través de una ciudad que parece olvidar, pero que nunca termina de borrar todo lo que en su momento fue. En lugar de limitarse a ser una narración lineal de hechos, este libro se convierte en una búsqueda en el tiempo, una especie de detective literario que, al igual que su protagonista, sigue el rastro de los muertos que, de alguna manera, siguen vivos en la ciudad.

La Puerta del Sol de Madrid en 1857, antes de la reforma
La Puerta del Sol de Madrid en 1857, antes de la reformaLRM

Lugar de atracción

El relato arranca en la Puerta del Sol, un lugar emblemático que simboliza el corazón de Madrid, desde donde se extiende una narrativa en la que la ciudad y sus rincones sirven de escenario para un desfile de personajes de la cultura, la política y la historia. «Para mí es un lugar que ejerce una gran atracción, lo convierto en un puerto. Considero que sigue siendo ese lugar con un aspecto portuario, con gente de malvivir, mucho trasiego, por eso la dediqué unas cien páginas», y añade, «tanto, que incluso durante la Guerra Civil hubo proyectos para que no fuese el centro de la ciudad, que fuese Cibeles».

La desaparición de Ribalta no es la única que ocupa las páginas de este libro. Al contrario, es solo una de las muchas desapariciones que Rocha rastrea a lo largo del recorrido. A través de estas ausencias, se asoma a la vida de escritores como Ramón Gómez de la Serna, Pío Baroja, Valle-Inclán y Ernesto Giménez Caballero, figuras de la bohemia madrileña que, aunque ya no caminan por sus calles, siguen presentes en la memoria de la ciudad. Este recorrido por la ciudad nos lleva también a los orígenes del esperpento, ese estilo literario creado por Valle-Inclán, y nos sumerge en el Madrid de principios del siglo XX, en los cafés, los teatros y los lugares de encuentro que fueron el centro de la vida literaria y artística de la capital. En su viaje, el autor va trazando las huellas de los arquitectos que modelaron la ciudad, como Antonio Palacios, y los movimientos vanguardistas como el futurismo de Marinetti o el dadaísmo de Tristan Tzara. Todos ellos han dejado una marca en Madrid, pero de una manera tan sutil que solo los ojos más atentos pueden descubrirla.

Esta novela no es solo una exploración literaria, sino también una reflexión sobre los múltiples factores que han transformado Madrid. El fuego, el agua, los bombardeos de la Guerra Civil y la imparable modernización de la ciudad han dejado cicatrices profundas en su fisonomía. Rocha, sin embargo, nos recuerda que el cemento y la velocidad de la vida moderna no pueden borrar por completo el pasado. En cada esquina, en cada edificio, persisten vestigios de lo que fue, de lo que se vivió allí. Los fantasmas, nos dice el autor, aún se pasean por el presente, aunque solo quienes se detienen a mirar detenidamente pueden verlos.

El Café Pombo debió su fama a las tertulias que tenían allí intelectuales y artistas de la época
El Café Pombo debió su fama a las tertulias que tenían allí intelectuales y artistas de la épocaLRM

Hasta el presente

La investigación de Ribalta nos lleva también a lugares físicos de la ciudad, como el Callejón del Gato, que fue popularizado por Valle-Inclán en su obra «Luces de bohemia». La narrativa de Rocha no se limita a relatar el pasado, sino que también se extiende hacia el presente, estableciendo conexiones con personajes actuales como el fotógrafo Alberto García-Alix, quien acompaña al autor en su investigación por los rincones de la ciudad. El libro tiene la estructura de una guía «psicogeográfica», en la que el autor recorre la ciudad con una mirada que va más allá de los monumentos y las atracciones turísticas. Se detiene en las pequeñas historias, los lugares olvidados, los momentos de la vida cotidiana que componen la esencia de Madrid. Desde los cafés del siglo XIX hasta los cementerios donde reposan algunos de los más grandes nombres de la historia literaria española.

Rocha describe su labor como una mezcla de caminante, detective y memorialista. De esta manera, nos invita a ser partícipes de un juego de reconstrucción del pasado, a entender la ciudad no solo como un espacio físico, sino como un lugar cargado de historias, de memorias, de vidas que han dejado su impronta en las calles y los edificios. A lo largo de su relato, Rocha no solo busca responder a la desaparición de Ribalta, sino también a una cuestión más amplia: ¿cómo entender una ciudad que está constantemente en cambio, pero que nunca deja de ser la misma? La respuesta, según el autor, está en esas pequeñas huellas, en esos rastros del pasado que nunca desaparecen por completo.