Historia
La estación de Aranjuez es un museo
Atesora mosaicos del artista italiano Mario Maragliano, colaborador de arquitectos como Gaudí o Puig i Cadafalch
Aranjuez ha constituido un nudo ferroviario clave en las comunicaciones en España... Al menos hasta la aparición de la alta velocidad. En esta capital de la rica vega agraria, en el que se bifurcaban varias líneas férreas, Madrid-Valencia y Aranjuez-Valencia, conserva buena parte de la historia ferroviaria de España.
Atrás queda aquel lunes 10 de febrero de 1851, cuando se abrió la primera circulación ferroviaria madrileña. Del antiguo embarcadero de Atocha con destino a Aranjuez. En aquellos momentos, y «a gran velocidad», viajaron la reina Isabel II acompañada por el Marqués de Salamanca. La presencia del multimillonario no era baladí. A él se debe haber depositado seis millones de reales para conseguir tal concesión el 6 de febrero de 1845.
Durante la travesía del convoy, los vecinos de Getafe, Pinto, Valdemoro y Ciempozuelos, caminaban hasta la senda de hierro, por entonces algo alejada del pueblo, para ver de cerca ese tan oído invento llamado ferrocarril. Desde aquel entonces todo ha cambiado mucho. Esto se ha traducido en la existencia de un importante tráfico ferroviario, si bien en los últimos tiempos las instalaciones han perdido parte su antigua relevancia tras la entrada en servicio de los corredores de alta velocidad. Con todo, por muchos madrileños y forasteros es conocido esta trayecto con el popular nombre del Tren de la Fresa. Un calificativo que se le puso en los tiempos en que el ferrocarril traía a Madrid los productos de la huerta de Aranjuez. En la década de 1920 se decidió construir una nueva estación, que es la que sigue en funcionamiento todavía. Entre 1922 y 1927 se levantó un nuevo edificio de viajeros de estilo neomudéjar, algo que se puede apreciar hoy en día, para sustituir a las otras dos estaciones, que dejaron de utilizarse. De aquel desarrollo de la línea ferroviaria en Aranjuez da fe también que en 1947 la línea de Cuenca fue prolongada hasta Utiel y Valencia, lo que aumentó la importancia de la estación de Aranjuez. Una relevancia que ha tenido también su eco artístico. Algo que salió a la luz entre 1989 y 1990, cuando tuvieron lugar en ese espacio unas labores de restauración que descubrieron unos mosaicos de Mario Maragliano, datados en los años 20 del siglo XX. Tras la recuperación y protección mediante mamparas de cristal de dichos mosaicos, las obras de protección de estas valiosas obras fue premiada por la Comunidad de Madrid en 1998.
Mario Maragliano, italiano de nacimiento, desarrollo la mayor parte de su obra en España. A él se deben los mosaicos existentes en el vestíbulo principal del edificio, que representan artísticamente las letras MZA, las siglas de la compañía a la que perteneció la estación de Aranjuez.
Un artista que nació en Génova, hacia 1864, y tuvo una formación, en un principio, centrada en la música, en la Scuola Musicale de Génova. Una formación primera que dejó para aprender la técnica del mosaico, muy desarrollada en Italia, especialmente en Venecia. Mario Maragliano pronto se trasladó a nuestro país. En 1884 estaba ya activo en Barcelona, para más tarde trasladarse a Madrid, donde abrió taller con numerosos encargos.
En su etapa catalana trabajó con los grandes arquitectos modernistas. Decoró iglesias como las Salesas, la Concepción y Santa María del Pino. Con todo, fue con creadores como el gran Gaudí, para el que confeccionó el mosaico de la cripta de la Sagrada Familia, con quienes se hizo una reputación. También con Domènech i Montaner, para el que realizó obras en Comillas. O con Puig i Cadafalch en la Casa Amatller. En Madrid intervino en la decoración de San Francisco el Grande y en esta estación de Aranjuez que suma puntos en calidad artística y monumental.
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