Gastronomía
Maldita Gioconda: la coctelería clandestina donde la música se bebe
Maldita Gioconda no ofrece bebidas: son sinfonías líquidas
Querido lector, si alguna vez ha deseado escapar de la monotonía y sumergirse en un rincón donde las reglas se rompen y la creatividad se desborda, prepárese para una revelación que hará tambalear sus expectativas sobre el arte del cóctel. Como un servidor se ha empeñado en encontrar los lugares más genuinos y rebeldes de Madrid, debo confesarle que he tropezado con una joya escondida que desafía el concepto mismo de lo que significa disfrutar de un buen trago. Olvídese de las coctelerías convencionales que se pavonean con sus frascos brillantes y mezclas predecibles. Hablemos de un lugar donde la coctelería se convierte en un festival y cada sorbo es una fiesta para los sentidos.
Estamos hablando de Maldita Gioconda, el nuevo paraíso para los sibaritas de lo líquido. En pleno corazón de Madrid, escondido bajo las piedras de un edificio del siglo XVI, se encuentra esta coctelería clandestina que convierte la bebida en una experiencia monumental. Aquí no solo se sirve un cóctel, se ofrece un espectáculo; no se degusta una mezcla, se vive una sinfonía. Este rincón oculto, regido por el maestro de las mezclas Daniel Álvarez, no es un simple bar, sino un viaje sensorial a través de la música y el arte.
La carta de Maldita Gioconda es, sin lugar a duda, una auténtica obra maestra, diseñada como un festival de música que haría temblar a cualquier melómano. Daniel y su talentoso equipo se lanzaron a un proceso creativo que, a decir verdad, parece sacado de una película: encuestas a diestro y siniestro, preguntando a gente de todas las edades y gustos musicales qué ingredientes les hacían vibrar. ¿Quién dijo que hacer cócteles no era una ciencia? Este enfoque innovador les ha permitido capturar la esencia de cada género musical en un trago, desde el ritmo hasta la complejidad de sabores. Cada cóctel es una sinfonía líquida que no solo estimula el paladar, sino que invita a uno a explorar la diversidad sensorial de la música.
Arrancamos con los cócteles populares, donde cada sorbo captura la esencia de melodías más accesibles. Ahí tenemos al Gospel, un cóctel que rinde pleitesía al clásico Espresso Martini. Imagine esto: café geisha infusionado en frío durante 48 horas, combinado con licor de ciruela umeboshi, vodka y licor de café Borghetti. Este trago es como una sinfonía en la boca, un equilibrio perfecto entre la intensidad del café y el toque fresco de la ciruela. Una revelación que lo hará sentir en las nubes, tal como el género musical que lo inspira.
Conforme avanzamos en la carta, la complejidad se intensifica y aquí entra el Punk, un verdadero rebelde entre los cócteles. Este trago audaz combina mandarina lactofermentada, ginebra, chile pasilla y lima encurtida. Una mezcla sorprendente que añade una capa inesperada y atrevida que evoca el espíritu rebelde del género punk. Este cóctel es un desafío para los sentidos, equilibrando lo cítrico y lo picante en un sorbo que lo hará cuestionar todo lo que creía saber sobre los tragos.
Y para aquellos que se consideran paladares exigentes, el Jazz es, quizás, la joya de la corona de los cócteles clásicos. Este trago combina frambuesa, dos tipos de albahaca y anís, desplegando capas de sabor con cada sorbo. Viene acompañado de una mora encurtida en whisky y vinagre, que añade una acidez delicada y complementa sus notas dulces y herbales. Esta creación, que incluye una maceración de cuatro días de frutos rojos a la parrilla en ginebra, es un homenaje a la riqueza y profundidad del género musical que le da nombre. Cada sorbo le hará sentir como si estuviera en el centro de una jam session, invitándolo a perderse en su complejidad.
Pero aquí no termina la fiesta, amigo. La experiencia de Maldita Gioconda no se limita a sus cócteles. Este tesoro, enclavado en una bóveda subterránea del siglo XVI, combina la riqueza histórica del edificio con un toque artístico que lo envuelve todo. El bar, íntimo y confortable, envuelve a los visitantes en una atmósfera de luz tenue, donde la música nunca se detiene. Y ahí, presidiendo la sala, una enigmática pintura de Luana, la anfitriona de la casa, que representa el misticismo y la historia del lugar. Las paredes de ladrillo, repletas de carteles de festivales de música de todo el mundo, añaden un toque bohemio y evocador a esta experiencia multisensorial, mientras que una puerta secreta en una de las paredes, que conduce a los túneles de la Guerra Civil española, susurra historias del pasado a quienes logran descubrirla.
Maldita Gioconda no es solo una coctelería; es un universo oculto bajo la piel de Madrid. Un rincón donde el arte cobra vida en cada copa, convirtiendo la experiencia en algo sensorial que va más allá de lo visual. Los ritmos viajan de género en género, seduciendo los oídos mientras los sabores conquistan el paladar. Cada cóctel es una melodía, cada trago un compás, y los visitantes forman parte de una sinfonía secreta donde el arte se bebe tanto como se admira.
Y mientras mis sentidos aún disfrutan de estos sabores, ya se empieza a gestar la próxima sinfonía. Una nueva carta, también inspirada en la música, pero con nuevas armonías más profundas y seductoras, está en proceso.
Si esta colección conquistara su paladar, prepárese, porque la próxima será una aventura a melodías que aún no se atreve a imaginar.
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