
Opinión
Nace la esperanza
La falta de esperanza hace que nos volquemos en el presente, buscando sacarle todo el placer posible, de manera egoísta, ante un futuro amenazador

Si algo necesita nuestro mundo es esperanza. Llevamos en el corazón aspiraciones de infinito, estamos hechos para la felicidad, por eso la esperanza es el motor de nuestra vida. La esperanza es sinónimo de ilusión, de movimiento, de esfuerzo, de tesón. En cambio, la desesperación genera bloqueo, parálisis de la acción, apatía, profunda insatisfacción, intolerancia y falta de compromiso. Ante los graves problemas de nuestra sociedad, es fácil dejarse abatir por el pesimismo y mirar el futuro con desconfianza.
La falta de esperanza hace que nos volquemos en el presente, buscando sacarle todo el placer posible, de manera egoísta, ante un futuro amenazador. En una sociedad sin esperanza, atrapada en el disfrute efímero del presente, ya no se desea transmitir la vida. La crisis demográfica que estamos padeciendo tiene su raíz más profunda en esta falta de esperanza. La vida se ha vuelto tan complicada que ya no sabemos si es bueno transmitirla. Necesitamos una nueva inyección de esperanza, pero de una esperanza que no defraude. La película italiana “Comprométete”, de Alessandro D’Alatri, narra la historia de unos novios, Tommaso y Stefania, que afrontan la aventura del matrimonio. En esta aventura, les acompaña un sacerdote bastante singular, Don Camillo, que quiere hacerles conscientes de todas las dificultades que tendrán que afrontar en un futuro incierto. La intención de Don Camillo es que comprendan que ellos solos no podrán llevar el proyecto a buen término, que necesitan la ayuda de Dios y de los demás.
Llegado el momento de la celebración, en la homilía, Don Camillo viene a decirles que, en esta vida, solo hay una cosa peor que “no tener esperanza”, “lo peor es que esa esperanza no tenga fundamento”. Nuestra esperanza en Cristo no es un optimismo ingenuo ni una evasión perezosa del presente. La fe en Cristo no nos pone a cubierto de toda adversidad, pero el cristiano sabe que la vida nueva de Cristo triunfará y tendrá la última palabra, por eso espera confiado. Cristo es la esperanza que no defrauda (cfr. Rm 5,5), que nos permite caminar hacia el futuro con ilusión y compromiso. En este año jubilar 2025, dedicado la esperanza, tenemos la oportunidad de redescubrir su fundamento ¡Feliz Navidad!
+ Antonio Prieto Lucena, obispo de Alcalá de Henares
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