Opinión

Orgullo 2023: tan biológico como social

Con las partes enfrentadas y necesitándose para reafirmar su ortodoxia ultra, vuelve a cerrarse un círculo que más que un círculo es un polígono lleno de aristas que duelen

Manifestacion Orgullo Gay 2023 © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 01 07 2023
Manifestacion Orgullo Gay 2023. LGTBI. © Alberto R. RoldánAlberto R. RoldánFotógrafos

Elisabeth Roudinesco concedía, hace poco, desde París, una entrevista libre, entre libros y ese inmenso saber acumulado a lo largo de décadas de estudio y serena reflexión. De todo lo que dijo, mucho, hay dos verdades que aun me rondan. Una versa sobre cómo hemos transitado, nosotros, los humanos, de seres eminentemente biológicos a pretender serlo sólo sociales. La otra, se fija en el peligro de las obtusas ortodoxias ultra.

Sí, durante siglos y hasta hace escasas décadas, parecía que sólo nos atravesaba la verdad unívoca de nacer varón o hembra, ahora podría parecer que el entorno, la trama de reglas y fórmulas que entre todos nos hemos entregado, son el soporte real para todo. Y esto, de inmediato, me conduce a otra idea, a un recuerdo, a quienes todavía hoy dicen que lo que me pasa a mí y a otros tantos como yo, es el «resultado de madres super-protectoras y padres ausentes»; cosas de lo social. Siempre he reivindicado el carácter biológico de mi sexualidad porque nunca la elegí y está entre mis primeras pulsiones. Nací varón, gay, y en un pueblo mediano de la Comunidad de Madrid, y lo social, sí, me ha traído, con las mismas vicisitudes que a otros, hasta aquí. Por eso, como Roudinesco -historiadora, psicóloga y feminista de izquierdas-, estoy convencido de que lo que somos, dentro de la poco reivindicada imperfección humana, es la suma perfecta de todo lo que, sin pedirlo, nos viene dado pero, igualmente, de aquello que nos rodea -y a veces embrida-. Es, por tanto, ultraortodoxo, y aquí la segunda de las ideas inspiradas por la francesa, tratar de imponer cualquiera de esas certezas como pilar absoluto; resulta absolutista negar el derecho a discrepar y defender miradas cruzadas desde otros lugares -siempre sin odio-.

Venimos de celebrar la diversidad, el derecho a ser libres y a amar a quien se quiera -cuándo y cómo cada uno decida- y algunos siguen empeñados en, precisamente, sustraer la posibilidad de defender esos principios desde espacios diferentes; los suyos, trincheras muchas veces imaginadas para hacer pasar por buenas y verdaderas, guerras que ya no existen gracias, entre otras, a sus luchas del pasado. Un pasado, es cierto, que todavía duele pero que no les debería convertir en ultraortodoxos. Y, es justo porque duele, por lo que entiendo menos a los que, alentando su propia guerra, niegan los símbolos; a los que desde una superioridad fundada, también, en lo biológico y social, se atreven a menospreciar batallas que fueron primordiales para la consecución de la democracia verdadera, esta que entre todos hemos levantado y que a todos ampara -por supuesto, a ellos también-. Con las partes enfrentadas y necesitándose para reafirmar su ortodoxia ultra, vuelve a cerrarse un círculo que más que un círculo es un polígono lleno de aristas que duelen; un círculo que tiene un centro donde todos cabemos porque es casi infinito. Ahí estamos la mayoría. De ahí no me van a sacar.

*Jaime de los Santos es diputado del Grupo Popular en la Asamblea de Madrid