Madrid

La solidaridad va a todo motor en Vallecas

El expiloto de Fórmula 1 Emilio de Villota es voluntario en la parroquia

de San Ramón Nonato, desde donde promueve la asociación María de Villota

Emilio de Villota y su hermano participan en los proyectos de la parroquia San Ramón Nonato.
Emilio de Villota y su hermano participan en los proyectos de la parroquia San Ramón Nonato.Jesús G. FeriaLa Razón

Es primera hora de la mañana y de la parroquia de San Ramón Nonato, en el madrileño barrio de Vallecas, no deja de entrar y salir gente. No tarda, tampoco en llegar un gran camión, que se aparca justo a la entrada del templo. Un grupo de voluntarios comienzan a descargar de él, inmediatamente, grandes cantidades de alimentos que van destinados al comedor social que esta parroquia tiene en la misma calle, y del que cada día salen más de 150 comidas que van destinadas a familias en situación de necesidad. Pero, con sus más de 40 proyectos sociales en marcha, esta parroquia es una de las más activas de Madrid. Además de por su comedor y banco solidario, por sus pisos de acogida pasan madres con sus hijos, personas migrantes... Una integración que se vive también en sus catequesis, que también incluyen a personas con síndrome de Down.

«Una cosa muy buena que tenemos es que muchos de los voluntarios son personas que son o han sido beneficiarias de alguno de los proyectos». Quien habla es otro de los voluntarios, tal vez el más reconocido por su carrera en el mundo de la Fórmula 1, el expiloto Emilio de Villota, cuya familia está íntimamente ligada a la historia de este templo. «La parroquia se construyó en 1907, financiada por Ramona de la Presilla e Isidro de Villota, nuestros bisabuelos», dice, refiriéndose a él mismo y a su hermano Javier de Villota, también muy involucrado en la actividad de la parroquia y uno de los fundadores de la Hermandad de San Ramón, cuya labor social se centra en la atención a mujeres en situación de necesidad, sobre todo a madres.

Poco a poco, la parroquia fue convirtiéndose en un punto de referencia en un barrio que no hacía más que crecer hasta llegar a lo que es hoy, «un punto neurálgico de acción social en la zona». Pero que, además, ha atravesado momentos muy difíciles. «Con la llegada de la Guerra Civil, los párrocos sufrieron mucha violencia», señala. De hecho, son ya dos los beatos los que han sido reconocidos y vinculados a este lugar, y otro sacerdote más que está en proceso de beatificación como mártir del conflicto. Sin embargo, si algo ha demostrado esta parroquia y la comunidad que la ha mantenido viva durante más de un siglo es la capacidad de sobreponerse al dolor de la pérdida, para crear, a partir de él, un legado que demuestra un profundo amor por la vida. «Mis bisabuelos pusieron la parroquia en marcha a raíz del fallecimiento de un hijo suyo, llamado Ramón, que murió muy joven», narra De Villota. Una circunstancia que, lamentablemente, él mismo vivió hace unos años con la pérdida de su hija María, también piloto de Fórmula 1 y que murió a causa de las secuelas de un accidente que sufrió durante un test que realizaba en el aeródromo de Duxford. Sin embargo, desde el momento del accidente hasta su fallecimiento –en octubre de 2013–, María de Villota escribiría un libro, «La vida es un regalo», que más tarde animaría a su familia para continuar el legado solidario que su hija había dejado ya en vida. Ahora, ella descansa en la cripta de la parroquia.

Una labor que no cesa

Con el comedor social empezaron en 2014, un año después del fallecimiento de María. «Lo que en un principio iba a ser una tarea fácil, acabó dando lugar a la reparación del local y a la detección de muchas necesidades», explica De Villota. Una de ellas es la residencia María de Villota, compuesta por distintas viviendas alrededor de la parroquia y que, a lo largo del año, dan acogida varias decenas de personas, a quienes se les ofrece no solo un techo, sino ir recuperándose de las distintas situaciones que les han llevado a no tener un hogar para volver a ser autónomas. «Los hogares de acogida comenzaron de una forma muy bonita», señala Susana Hortigosa, directora del proyecto. «Empezamos a acompañar a chicas que se quedaban embarazadas, muchas de ellas migrantes en situación de irregularidad y que, al estar en esta situación, las echaban de los trabajos, dejándolas en medio de una realidad muy problemática». Esta era, entonces, una forma de que estas mujeres pudieran tener alguien con quien contar durante todo el proceso del embarazo y los primeros meses de sus hijos. Una de ellas, N., llegó a España hace apenas cuatro meses con su marido, sus cuatro hijos y embarazada del quinto, que nació poco después. Durante los próximos meses vivirá en una de las viviendas gestionadas desde la parroquia, y es voluntaria del comedor social junto a otra madre, con cuya familia también convive en el mismo piso.

«La asociación Legado María de Villota tiene varias vertientes, y la ayuda al comedor y a estos hogares es una de ellas», subraya el expiloto. Durante la pandemia, por ejemplo –la cual recuerdan como un periodo especialmente duro–, hubo más de 80 voluntarios de la asociación trabajando por atender las necesidades que se multiplicaban en el barrio. «Llegamos a atender a mil personas diariamente en tres puntos de reparto diferentes», dice Hortigosa. Pero este momento excepcional no ha sido el único que han tenido que enfrentar. «Cuando te pones con labores sociales e intentas solucionar una de las muchas necesidades que existen, en seguida te das cuenta que surgen otras muchas más a su alrededor», asegura De Villota. «Todo es poco, porque cuando empiezas a tirar del hilo te das cuenta de que detrás de la necesidad hay situaciones difíciles de solucionar». Por su parte, su hermano Javier señala que hay algo que les preocupa especialmente y es la situación de los jóvenes. «En Vallecas hay una población migrante con un valor familiar muy arraigado, pero también vulnerable porque a la situación de desarraigo de sus países, de sus familias, se le suma el hecho de que los jóvenes pasan mucho tiempo solos porque los padres están trabajando todo el día», explica. Ahí es, según señalan, donde la complicada realidad de la adolescencia, la soledad –y, en muchos casos, los abusos– son el caldo de cultivo donde las bandas encuentran presas fáciles en estos niños. «Sin embargo, en esta parroquia muchos de ellos han encontrado un sitio de referencia, un lugar donde sentirse integrados, queridos y aceptados, por lo que ya no tienen que buscar todo eso en otro sitio, y menos aún en lugares que les van a hacer mucho más daño», confirma Hortigosa. Alrededor de este lugar se ha formado, gracias a estas pequeñas iniciativas, un punto de referencia para todos aquellos que necesitan sentir lo que es un hogar y recuperar fuerzas. Mientras, el legado de María va mucho más allá de un libro, porque cobra vida cada día en todos aquellos que encuentran esperanza aquí.