Emergencias

Terremotos, inundaciones, incendios... el mapa de los "puntos débiles" de Madrid

El nuevo Plan de Emergencias incluye aquellas zonas de riesgo en caso de catástrofes naturales o accidentes

El centro de Madrid nevado por el temporal causado por la borrasca Filomena
El centro de Madrid nevado por el temporal causado por la borrasca FilomenaDAVID JARDavid Jar

El pasado mes de enero, la ciudad de Madrid estrenaba un nuevo Plan de Emergencia Municipal. En esencia, se trata de una actualización en la organización de recursos humanos y materiales de la capital para dar respuesta a situaciones de emergencia. Como explicó, tras su aprobación en Junta de Gobierno, la delegada de Seguridad y Emergencias, Inmaculada Sanz, se trata de un «plan director» en el que se integran «el resto de los planes de emergencia del municipio». Entre sus objetivos, está el de realizar una «caracterización» de la ciudad de Madrid y analizar los «posibles riesgos, sus causas y efectos», así como identificar las zonas que sean más propensas a resultar afectadas. Así, tras su publicación en el Boletín Oficial del Ayuntamiento de Madrid (BOAM), el Plan incluye varios mapas de la ciudad que, desde el «muy bajo» hasta el «muy alto», evalúan aquellas zonas que presentan más riesgos y vulnerabilidades frente una serie de supuestos: inundaciones, nevadas, riesgos geológicos y forestales, transportes civiles por avión o incendios urbanos, entre otros.

Las noticias que han llegado desde Turquía hacen casi obligatoria la consulta de los «riesgos sísmicos» en la ciudad de Madrid. Afortunadamente, tal y como señala el Plan, la actividad sísmica de la Zona Central de la Península Ibérica es «baja o muy baja, según el Mapa de Peligrosidad elaborado por el Instituto Geográfico Nacional. En todo caso, el Plan recoge aquellos «elementos vulnerables» en caso de que se produjera un terremoto: edificación antigua en casco histórico de los diferentes distritos; edificios de gran altura; localizaciones específicas del territorio (grandes conducciones, túneles, galerías de servicio, vertederos, explotaciones mineras); zonas de construcción con movimiento de tierras y taludes; taludes de vías de comunicación (carreteras, vías férreas, etc.), y estructuras temporales y ligeras. Con todo, el Plan sí que recoge un apartado dedicado a la «expansividad de arcillas»: la capacidad del suelo para experimentar cambios de volumen al modificarse las condiciones de humedad, o para generar presiones si este cambio le es impedido. Un proceso que puede generar agrietamientos y roturas en el suelo. De acuerdo al mapa, algunas de las zonas etiquetadas con riesgo «alto» se encuentran en Latina, Carabanchel, Usera, Villa de Vallecas, Villaverde y Vicálvaro. Con todo, la zona que concentra más expansividad de arcillas es la de Barajas.

Precisamente, este último punto, junto a la zona de Cuatro Vientos (Latina), son los dos ámbitos marcados en rojo ante un posible accidente aéreo, así como sus zonas aledañas y alrededores (entre ellas, la base aérea de Torrejón de Ardoz). En el Plan se especifica que «se esperan menos de cinco incidentes al año relacionados con los medios de transporte aéreo». De hecho, tal y como se señala en el texto, el último accidente con víctimas mortales en Madrid se produjo en julio de 2016, cuando dos hombres de 45 y 46 años fallecieron en el aeródromo de Cuatro Vientos, al estrellarse su avioneta privada contra el edificio del parque de Bomberos del recinto mientras realizaban maniobras.

Incendios urbanos

En lo que respecta a los «incendios urbanos», el mapa madrileño se tiñe de rojo. Especialmente en la totalidad del distrito de Centro, donde el riesgo es «muy alto». Mientras, se queda en «alto» en Tetuán, Chamartín, Salamanca y Ciudad Lineal. También hay focos importantes en Retiro, Moratalaz, Puente de Vallecas, Arganzuela, Carabanchel, Usera y Villaverde. Por contra, Villa de Vallecas, Moncloa, Fuencarral-El Pardo y Vicálvaro lucen mucho más despejados. Hay que tener en cuenta que en este epígrafe se incluye el riesgo de explosiones, derivadas de una «liberación de energía súbita y repentina» en forma «de calor, radiación luminosa y onda sonora», con «efectos destructivos» mayores que los del incendio. Así, las explosiones en el ámbito urbano se suelen producir debido a la a la acumulación de gases (inflamables y/ o combustibles) en recintos cerrados, fallo en depósitos o recipientes, manipulación de productos explosivos, entornos de trabajo pulverulentos –en los que el polvo está muy presente–... De ahí que el riesgo esté presente en casi todo el término municipal: grandes infraestructuras de transporte; instalaciones con manipulación de sustancias combustibles o inflamables; instalaciones para suministro de combustibles; edificios hospitalarios, de uso residencial público y en altura; instalaciones subterráneas (túneles, aparcamientos...).

La ciudad de Madrid tampoco es ajena a otro tipo de incendios: los forestales. En rojo, dos zonas especialmente vulnerables: Casa de Campo y el Monte de El Pardo. En cuanto al primero, la época de mayor vigilancia se produce de los meses de mayo a octubre –desde el final primavera hasta final del verano–. Mientras, el Pardo cuenta con dos etapas: una de «bajo riesgo» –desde el 1 de enero al 31 de mayo, y desde el 1 de octubre al 31 de diciembre– y otra de «alto riesgo» –desde el 1 de junio hasta el 30 de septiembre–. La previsión señala que «se esperan entre cinco y diez incendios forestales (pastos) en la ciudad, normalmente asociados a las zonas con presencia de núcleos de infravivienda (superficie entre 1 y 500 hectáreas)». A Casa de Campo y El Pardo, hay que añadir también el distrito de Moncloa-Aravaca, de riesgo «alto».

En cuanto al riesgo por inundaciones, el Plan contempla varios supuestos: las precipitaciones y lluvias torrenciales; el deshielo o fusión de nieve; la obstrucción de cauces naturales o artificiales y la invasión de cauces, aterramientos o dificultad de drenaje. Como señala el texto, el caso de las inundaciones por lluvias torrenciales, a nivel urbano responde principalmente a la conformación de las propias redes de saneamiento.

Como zonas más vulnerables, el mapa señala la red viaria e infraestructuras situadas en «zonas inundables». Esto es, las cercanas a las proximidades de los cauces de los ríos Manzanares y Jarama, así como de sus afluentes y arroyos: túneles urbanos y Calle 30, red de túneles de Ferrocarril, red de túneles de Metro y galerías de Servicio y estructuras subterráneas (aparcamientos). La previsión señala «entre cinco y diez tormentas fuertes» al año, concentrándose fundamentalmente al final del verano e inicio del otoño.

Fenómenos como «Filomena» han tenido también su incidencia en el Plan. Concretamente, dentro del apartado dedicado a las «inclemencias invernales». Así, se recogen varios intervalos de puntos kilométricos sensibles de la A-1, M-11, A-2; M-23, A-3, A-4, A-5, M-500 y M-607. Del mismo modo, se señalan los accesos de Embajadores (rampas de entrada y salida a túneles) y la Avenida de Andalucía (desde el enlace con Calle30 hasta conexión con la Avenida de Córdoba). Con todo, «se esperan menos de cinco días de nieve al año en el término municipal».

Por otro lado, también se establecen una serie de «viales preferentes» a efectos de limpieza en caso de inclemencia meteorológica: el eje Nudo Norte-Castellana-Paseo del Prado-Atocha; el eje conformado por el Túnel A-6 Moncloa-José Abascal-María Molina; la Conexión A-5-Cuesta de San Vicente-Plaza España-Gran Vía-Cibeles; las Glorieta de Colón y de Cibeles... Otras de las zonas son la Avenida Herrera Oria, Sinesio Delgado, Arturo Soria, calle Alcalá –desde Ventas a A-2–, Avenida de Daroca y Carretera de Canillejas a Vicálvaro...

Evacuaciones

El documento señala asimismo aquellos «grupos críticos» en caso de evacuación. Un recurso que se aplicaría solo en caso de que la emergencia «genere un riesgo elevado e inevitable para la población», el alejamiento «sea insuficiente y se prevea que la emergencia puede abarcar un tiempo prolongado». Así, los porcentajes estimativos sobre la totalidad de la población madrileña apuntan a un 21% de mayores –edad superior a los 65 años–; un 8% de niños y niñas –menores de 9 años–; un 4,5% de adolescentes –entre 9 y 14 años–; un 6,3% de personas con discapacidad; un 2% de personas enfermas y un 1% de embarazadas.