Madrileñ@s

Un tratamiento experimental... para curarse con plasma

La investigadora Ana María Megía ha puesto en marcha un ensayo clínico con el Gregorio Marañón y las clínicas Universidad de Navarra para tratar úlceras venosas de pierna

Ana Maria Megia, profesora de fisica del plasma
Ana Maria Megia, profesora de fisica del plasma. David JarDavid JarFotógrafos

La ingeniería y la medicina pueden unirse para sanar heridas a través de un luminoso haz de plasma, el cuarto estado de la materia. Como el de las luces de neón o el de las tormentas eléctricas, pero lo suficientemente frío como para que podamos tocarlo. Parece ciencia ficción, pero está cada vez más cerca. Concretamente, en Madrid y a un ensayo clínico de distancia. Y es que Ana María Megía, profesora de Ingeniería Mecánica de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería (Comillas ICAI) de la Universidad Pontificia Comillas, después de una carrera impresionante que incluye trabajar en Reino Unido, el centro de neutrones por espalación de Bilbao, llegó al CERN de Ginebra, donde estuvo montando una fuente de iones. Fue allí donde surgió la idea de utilizar el plasma para el mundo de la medicina, el cual siempre le había interesado.

El objetivo no era otro que el de curar úlceras a través del plasma atmosférico frío. «A mi vuelta a España comencé a desarrollar la idea junto a mi socio, Daniel Cortázar». Fundaron una empresa y crearon su primer prototipo, el cual aún conserva en su despacho de la universidad. Después, señala, llegó el momento de empezar a llamar a puertas. En ese caminar llegó a la Universidad Pontificia Comillas, y, «hablando con los compañeros una de mis preocupaciones era cómo medir la evolución de la úlcera, ya que es algo tridimensional a lo que le estás haciendo una foto. Lo habitual para los médicos es medir el largo por el ancho, pero eso no muestra cómo es la evolución desde dentro. Queríamos medirlo en 3D, así que una compañera, que sabe muchísimo de ingeniería inversa, hemos desarrollado un método para ver en 3D y en color cómo va la úlcera a partir de fotografías del móvil».

Ahí nació Medical Plasmas, y llegó el momento de comenzar el ensayo clínico, el cual, ahora mismo, está en la fase de reclutamiento de pacientes en la clínica de la Universidad de Navarra y en el Gregorio Marañón. De los pacientes que entran, la mitad se someten a este tratamiento y, a la otra mitad, como grupo de control, «se les trata con el mejor tratamiento que en este momento hay a nivel comercial». A los pacientes se les trata durante diez semanas, en las que van al hospital dos veces por semana, y luego se marchan ocho semanas «a seguir haciendo lo que estuvieran haciendo hasta ese momento, con sus curas habituales». A las ocho semanas vuelven a verse para ver la evolución. «Es que estamos muy emocionados», reconoce la investigadora.

«Nuestra aportación es haber creado el equipo que, hasta ahora, nadie había logrado conseguir, el cual genera un jett de plasma y aire lo suficientemente frío para estar en contacto con la piel», explica. La idea de que el plasma podría usarse a modo de cura nació «hace unos 20 años, en Estados Unidos. Alguien pensó que un plasma lo suficientemente frío podría utilizarse para matar virus y bacterias y que, además, mejoraría la circulación sanguínea. Y en eso nos basamos, habiendo logrado ese plasma que, por un lado, produce un campo eléctrico que mejora la microcirculación, y, por otro, es súper bactericidas». «Nuestras células, que son más complejas, no sufren con ello, pero las bacterias mueren rápidamente», continúa. «Así que no solo le das a esa zona más flujo sanguíneo con los consiguientes oxígeno y nutrientes, sino que, además, eliminas esa lucha continuada contra la infección. Lo natural para el cuerpo es curarse, así que no es que el plasma cure, sino que deja la vía libre para que sea el cuerpo quien se cure».

Ahora mismo, el ensayo se está llevando a cabo con pacientes con úlceras venosas de pierna. «Es algo que te cambia mucho la vida. Hace que tengas que ir al médico varias veces por semana, siendo personas con una movilidad reducida, que produce mucho dolor... Trae muchas consecuencias en las vidas de estas personas y, aunque hay opciones para paliar sus efectos, ahora mismo no tiene una cura total». Por ello, es tan importante seguir reclutando pacientes. «No hace falta que pertenezcan al hospital. Solo tienen que llamar al teléfono 625409051 y una persona les hará una serie de preguntas para estipular si están dentro del marco estipulado para el ensayo. Y, si caben dentro del mismo, el primer día que van al hospital el sistema les posiciona en el grupo experimental o en el de control, pero tienen que saber que en este último se está dando el mejor tratamiento que hay ahora mismo en los hospitales».

El complicado mundo del avance científico

Para Megía, la investigación es una auténtica pasión. Sobre todo, dice, por los equipos interdisciplinares que se forman. «Pero es muy difícil», reconoce, «sobre todo cuando se mezcla el mundo de la empresa, los ensayos clínicos y demás». Además, subraya que «el coste de todo esto es inabarcable para la mayoría de los investigadores». Por otro lado, «tampoco es que sea demasiado fácil llegar a la información. Hay un momento en el que, por ejemplo, hay que presentar una solicitud a la Agencia Española del Medicamento, pero , ¿cómo? . Creo que habría que tratar de impulsar la investigación, porque desde que se tiene la idea hasta que llega a la sociedad, pasa un tiempo muy largo con un coste económico elevadísimo».