Educación

La violencia de género llega al instituto: "Que un menor sepa las contraseñas de su novia no es normal y ocurre a diario"

Aumentan las llamadas de menores por relaciones abusivas: "Muchas adolescentes no saben dónde está el límite de lo que es o no normal"

Ilustración de la exposición de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos hacia las mujeres
Ilustración de la exposición de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos hacia las mujeresLa Razón

Ana y Miguel tienen 16 años y son novios. Un día, están hablado por WhatsApp y la conversación comienza a ser íntima. Se envían fotos. Días después, estos jóvenes se encuentran en la misma situación, pero Ana, que tiene al día siguiente un examen, le dice a Miguel que tiene que ponerse a estudiar y que hablarán más tarde. Él se enfada e insiste. «Aquí es donde comienza el chantaje emocional», dice a LA RAZÓN Mabel, psicóloga del 012, el servicio telefónico que la Comunidad de Madrid pone a disposición de las víctimas de violencia de género, en el cual, durante los últimos meses, han notado un evidente aumento de las llamadas en las que la víctima es adolescente. «Sobre todo ha sido algo que hemos constatado en el último trimestre del año», explica Mabel. «Nos llaman ellas mismas o su entorno más cercano, muchas veces en busca de respuestas sobre si lo que le ocurre a su amiga, a su hija o a ellas mismas es normal o no», añade.

La historia de Ana y Miguel es ficcionada, pero es uno de los muchos ejemplos de violencia entre los adolescentes que cada día encuentran en el 012. En otros casos, la violencia avanza y llegan las amenazas con difundir esas imágenes entre sus compañeros de clase, los padres de la joven o subirla a las redes sociales: ese escenario que ha dado a las relaciones abusivas una nueva cara. «Cuando esa comunicación intima se usa para establecer esa dinámica de poder es donde muchas de ellas no saben dónde está el límite de lo que es o no normal, porque le han dado el consentimiento previamente», apunta Mabel. «También suele ocurrir que, dentro de esa idea de ceder por amor, se olviden de que su propio deseo es igual de importante que el de la pareja», aclara.

Por otro lado, Mabel señala que hay bastante confusión acerca de la violencia sexual y que esta puede darse también dentro del ámbito de la pareja. Por eso, el entorno social de estas jóvenes «suele contactar bastante con nosotras para ver cómo pueden ayudarla». Por otro lado, Mabel señala que el control de los móviles está muy normalizado. «Entienden que si tu chico te pide tus claves o alguna foto en concreto y no se las mandas, es porque no le quieres, o que tienes algo que esconder», dice, lamentando que «en una generación tan preparada, tan rica en tantos sentidos, tan diversa, se hayan infiltrado, a través de las nuevas formas de comunicación, comportamientos que ya tendrían que haber sido superados». Así, la psicóloga se dirige directamente a las jóvenes: «Que tengan tus contraseñas, que revise cualquier foto que subes, los likes, que te obligue a dejar de seguir a amigos en redes sociales, que se enfade porque te ve en línea en WhatsApp y no le contestas, que se enfade cuando quedas con tus amigas, que las critique, que requiera que estés todo el tiempo con él. Que golpee las cosas cuando se enfada, que te obligue a mantener relaciones sexuales. Nada de eso es normal y lo escuchamos cada día de las jóvenes madrileñas». Asimismo, Mabel subraya que «todo tiene que ver con la educación y con la información que van interiorizando estos chavales a lo largo de su vida». En este sentido, Isabel Serrano, jefa de la Unidad de Convivencia y Contra el Acoso Escolar de la Comunidad de Madrid, señala que «recientemente, la Consejería ha publicado una resolución por la que se dictan instrucciones con protocolos ante cualquier tipo de violencia», por lo que, cuando en los centros de la región se detecta uno de estos casos, «la atención en todos los casos es inmediata y lo gestionan los equipos directivos y los servicios de orientación». Por otro lado, Serrano explica que la Comunidad de Madrid está confeccionando unas guías contra la violencia de género para el profesorado, las familias y los alumnos, actualizando los recursos. «Se está haciendo, además, material didáctico específico para todos los niveles educativos y etapas y se van a realizar nuevos talleres contra la violencia de género con la intención de extenderlos en los próximos cursos escolares», ha señalado.

En la concienciación de los jóvenes ha sido fundamental la labor de organizaciones madrileñas como la Comisión para la Investigación de los Malos Tratos, la cual está centrada, por un lado, en la asistencia a mujeres en situación de malos tratos, y, por otro, en la prevención, impartiendo talleres en institutos así como a profesionales de distintos ámbitos. Los talleres en los centros educativos se imparten de manera mixta, porque, tal como explica Marián Gómez, una de las formadoras de la Comisión, «es importante que los jóvenes tengan una referencia masculina y femenina que les transmita otros roles». Así, subraya también que «por parte de los personales de los institutos hay mucho interés por trabajar en la prevención con el alumnado». Ahora bien, una vez llegan a las clases, saben que se van a encontrar cierta reticencia, sobre todo por la parte masculina. «También es cierto que estas reticencias se van relajando según vamos avanzando en el taller», asegura. «Muchas veces nos dicen que no tenían información de lo que era la violencia de género más allá de lo que escuchan de influencers o de youtube», añade.

«En otras ocasiones no tienen claro cuáles son las conductas de una relación violenta», continúa. «Pedirle las contraseñas a tu pareja es una conducta que se justifica como demostración de amor, pero es una herramienta de control», afirma. Además, añade que «por supuesto estas situaciones se pueden producir de hombres a mujeres y viceversa. Nadie está negando eso. Pero la violencia de género son distintos pasos, en los que los crímenes machistas que encontramos cada año demuestran que hay un punto en esa escalera en la que esas actitudes tóxicas siguen avanzando y que se transforman en violencia física, y, en estos casos, son hombres contra mujeres», explica. Y esto, apunta, se produce porque «a ellos les cuesta mucho menos salir de esas relaciones de control. ¿Qué pasa cuando es ella la que le dice a él que no quede con sus amigos? Evidentemente está mal, pero cuando el hombre se da cuenta de que está sufriendo ese control, se baja de la escalera».

Ilustración de la exposición de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos hacia las mujeres
Ilustración de la exposición de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos hacia las mujeresLa Razón

En estos talleres a los jóvenes se les pregunta cosas como si los celos son normales, si están justificados… «Lo bueno es que se genera una dinámica de participación muy positiva», asegura Gómez. Por ejemplo, «les preguntamos también a las chicas si han sufrido algún tipo de intimidación por la calle, que alguien les haya dicho algo, que se hayan tenido que cambiar de acera porque alguien les seguía… es muy bueno que los chicos vean que sus compañeras han vivido eso», asevera. Recientemente, y como parte de todos estos testimonios, la Comisión ha elaborado una exposición itinerante junto a un grupo de jóvenes ilustradoras, en cuyos trabajos se reflejan desde la violencia física que han narrado estas jóvenes hasta las intimidaciones que han sufrido en la calle. O, incluso, el relato de algunas de ellas sobre casos de sumisión química y violencia sexual. «La exposición, que se ha inaugurado en Madrid, va a ir rotando para que los jóvenes puedan ver la problemática de forma gráfica y a través del arte», apunta Gómez. Todo ello porque no hay que olvidar, como señala Mabel, que «cuando una mujer ha experimentado cualquier tipo de violencia de género, a nivel emocional es un deterioro importante». Más aún cuando esto se produce durante una etapa tan importante para el desarrollo personal como es la adolescencia. «De hecho, es un trauma que, como llamamos las psicólogas especializadas en esto, hay que laborar. Porque si no es una mochila que se arrastra. Por ello es tan común el estrés postraumático en las víctimas de violencia contra la mujer».