Medio Ambiente

Biden le planta cara al fracking y a la extracción de petróleo

En unas horas de mandato, el nuevo presidente de los EE UU ha puesto coto a las explotaciones de fósiles, cancelando el oleoducto Keystone XL o poniendo trabas a la fractura hidráulica. Sin embargo, tras la decisión política hay que mirar al mercado. Muchas empresas de fracking están en bancarrota y la caída de la demanda no parece que se vaya a recuperar

La producción de petróleo ha bajado un 10% en 2020 y hasta las grandes firmas creen que no se recuperará
La producción de petróleo ha bajado un 10% en 2020 y hasta las grandes firmas creen que no se recuperaráBrennan LinsleyAP

Ya en sus primeras horas en el cargo de presidente de los EE UU, Joe Biden ha firmado una serie de órdenes ejecutivas que, también a nivel climático, pretenden desandar el camino de su predecesor. Algunas de ellas, como volver al acuerdo de París, cancelar definitivamente el oleoducto Keystone XL o poner trabas al fracking, dibujan un futuro hacia una economía al margen de los combustibles fósiles. Periódicos como «The Washington Post» afirman que el petróleo, gas y carbón extraídos en áreas federales y quemados para generar electricidad y mover vehículos representa una cuarta parte de las emisiones de CO2 del país. Reducir estas actividades, dice, restauraría la credibilidad perdida de EE UU en la lucha contra el cambio climático y abriría la senda para alcanzar el objetivo anunciado por el nuevo mandatario, que la economía americana sea neutra en carbono en 2050.

El oleoducto Keystone XL lleva años como protagonista de una de las grandes batallas medioambientales en EE UU. Este ramal concreto tenía como objetivo llevar el petróleo de Canadá hasta el Golfo de México (y capacidad para transportar unos 800.000 barriles al día). La construcción de esta ampliación se propuso hace más de diez años, Obama la paró y Trump revivió la idea nada más empezar su mandato. Pero el proyecto no solo ha supuesto diferencias irreconciliables en el despacho oval, también ha dividido durante una década a la opinión pública.

Por una parte, la corporación que está detrás de su construcción, TC Energy y el lobby del petróleo argumenta que el proyecto crearía miles de puestos de trabajo ( en un momento en el que la pandemia ha destruido mucho empleo). Por otro, están las organizaciones conservacionistas, las comunidades indígenas y los propietarios de muchos terrenos que verían divididas sus tierras por la tubería.

El petróleo que se obtiene en Canadá, las llamadas arenas bituminosas, son un producto de difícil obtención para el que se necesaria la minería a cielo abierto y que produce, además de las emisiones habituales de CO2 a la atmósfera, salida de metales pesados, sulfuros y metano. Según datos de la organización sin ánimo de lucro Natural Resources Defense Council supone un 23% más de emisiones de carbono de media que el petróleo convencional y necesita entre 2 y 4,5 barriles de agua por cada barril de petróleo.

ESQUISTO

Biden también ha ordenado a las agencias federales que revisen las regulaciones y permisos que cubren la perforación hidráulica o fracking en tierras federales y en alta mar. Obama ya limitó los permisos, pero Trump dio vía libre a las petroleras y ahora Biden impide nuevos permisos para extracción de combustibles fósiles sin la aprobación de un alto cargo político, en tierras y aguas federales durante los próximos 60 días, aunque las que ya operan pueden seguir.

Estados Unidos se ha convertido en el centro mundial de la extracción de petróleo por medio de esta técnica que básicamente consiste en la perforación de la tierra y la inyección de agua a mucha presión con productos químicos. El objetivo: romper la roca y provocar la salida del petróleo, llamado de esquisto, que haya quedado adherido a la tierra.

Entre los grandes problemas que origina esta técnica figuran la contaminación de las aguas y que provoca sismos y movimientos de tierras. En cuanto a emisiones un estudio de la Universidad de Cornell de 2019 advierte que «el auge del gas y el petróleo de esquisto de EE UU ha provocado un aumento global significativo en las emisiones de metano a las que se atribuye la aceleración del ritmo de la crisis climática. La proporción de metano vinculada a los combustibles fósiles tradicionales estaba cayendo en relación con el aumento del metano con una composición de carbono ligeramente diferente». Si en principio se creía que este venía de las vacas o los humedales, la investigación lo relaciona directamente con el fracking.

«Los pozos de petróleo fácil, el líquido que salía solo con perforar llegó hace años a su pico de producción. Como el consumo siguió creciendo aparecieron estos petróleos de baja calidad o más difíciles de obtener en términos energéticos y de emisiones como el de las arenas bituminosas o el fracking. Es lo que se llama tasa de retorno energético. Antes se obtenían cien barriles usando la energía de un solo. Ahora por cada barril de petróleo se consiguen solo 15 o 20 barriles, La época de la energía gratis se acabó», afirma Marisa Castro Delgado, coordinadora del área de Energía de Ecologistas en Acción.

LA BURBUJA DEL FRACKING

En el caso del fracking lo que se obtiene es un hidrocarburo líquido muy malo que solo sirve para hacer gasolina de poca calidad. También se obtiene gas natural. «Paralizado el fracking el oleoducto Xl tiene todavía me

nos sentido, porque se hizo pensando en aprovechar el exceso de gas natural que iba a producir EE UU y que serviría para refinar el crudo de las arenas bituminosas. Este petróleo canadiense es parecido al alquitrán y hay que hidrogenarlo con gas natural. En su momento Canadá no tenía suficiente gas y de ahí surgió la idea del proyecto de la canalización. Biden cierra esta tubería pero tampoco significa mucho porque no tiene capacidad para producir el gas necesario. Para sacar petróleo con el fracking hay problemas de rentabilidad y para el gas es aún peor», explica Antonio Turiel, doctor en Física e investigador del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC.

Algunos medios americanos apuntan a que el impacto de las acciones de Biden pueden ser menores a las señales que envía el mercado, que ya está claramente posicionado en contra de Keystone y del fracking. El desarrollo de las arenas bituminosas requiere grandes inversiones iniciales que tardan décadas en amortizarse, por lo que muchos analistas consideran que tienen pocas probabilidades de avanzar si la demanda mundial de petróleo sigue a la baja como se espera. «El retraso en la construcción del Keystone XL y otros proyectos de oleoductos también han limitado la capacidad de la industria de las arenas petrolíferas para enviar su petróleo a refinerías en los Estados Unidos o en el extranjero. Ambos factores han llevado a muchas compañías petroleras multinacionales y algunos bancos a vender activos o renunciar a nuevas inversiones», dicen.

Tampoco la va nada bien al fracking en términos financieros: «El sector lleva arrastrando quiebras desde 2016 y ha aumentado mucho el número de empresas que han cerrado durante 2020. En cuatro años se han acumulado unos 350 millones de dólares en quiebras y un montón de invsersores han perdido dinero y no van a volver. Las empresas que se dedican a esto no tienen un buen balance contable. El fracking era un burbuja especulativa porque nunca ha sido rentable. Los mejores sitios para las explotaciones fueron los primeros en someterse a esta técnica y ya entonces se sabía que solo eran rentables con precios por encima de unos 80 dólares el barril (ahora el Brent está en unos 55 dólares). Además con la pandemia si en 2019 se producían de esta forma 13 millones de barriles de petróleo diarios, a finales de 2020 la producción era de unos 10,5 (Y no hay que olvidar que EE UU consume unos 20 millones al día)», cuenta Turiel. Solo desde el 1 de enero hasta el 30 de agosto de 2020, 36 empresas se han declarado en bancarrota.

EL FIN DEL ORO NEGRO

Una de las pegas que se le saca a Biden en estas decisiones consiste en el hecho de que le gobierno federal no tiene competencias en terrenos privados estatales, por lo que hay una corriente que aboga por la posibilidad de que el presidente endurezca las reglas medioambientales o establezca nuevas tasas, por ejemplo, a las emisiones de metano asociadas a la producción de petróleo para complicar las operaciones. Por otro lado, como ya se ha visto, el mercado se ha adelantado a las decisiones en el despacho oval. De hecho, hace unos meses el gigante BP, afirmaba que el pico de petróleo ya se ha alcanzado (a finales de 2019 con un consumo de 100 barriles por día) y no se va a recuperar. En 2020 la producción petróleo ha caído un 10%. «Hay estudios que afirman que en 2021 la producción por fracking bajará todavía más hasta los ocho millones de barriles diarios», dice Turiel.

«Es evidente que estamos en el final del petróleo. La situación del mercado es conocido por las petroleras que ya están haciendo sus inversiones en renovables y en hidrógeno porque saben que hay que buscar una alternativa. Ahora bien las cosas hay que hacerlas de forma diferente, sin pensar en la misma rentabilidad y pensando en la generación distribuida y la reducción del consumo», termina Castro.