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Medio Ambiente
Los bosques, el pulmón verde que da aire a la lucha contra el cambio climático
El próximo 21 de marzo se celebra el Día Internacional de los Bosques, una jornada que pretende remarcar el valor y la importancia de las zonas verdes en la lucha contra el cambio climático
Perderse en un bosque es lo más parecido a recuperar sensaciones que creíamos olvidadas. Su olor, el tacto del suelo, el crujir de la hojarasca. Resulta necesario caminar bajo los árboles para entender por qué nuestros ancestros otorgaban a los bosques tanto valor. Entre la multitud de especies que comparten espacio y los animales que crecen alrededor de su ecosistema, el bosque es la cuna de la vida y una solución natural para la compensación de emisiones de CO₂.
El próximo 21 de marzo se celebra el Día Internacional de los Bosques, una jornada que pretende remarcar el valor y la importancia de las zonas verdes en la lucha contra el cambio climático. Los bosques, concretamente los árboles, son almacenes naturales de carbono, un proceso que se hace realidad gracias a la fotosíntesis. Cuanto más crece un árbol, más capacidad de absorción tendrá y más CO₂ retirará de la atmósfera.
Que se celebre el Día Internacional de los Bosques sirve para recordarnos la relación de dependencia que los seres humanos establecemos con el medio ambiente en general y con los bosques en particular.
España puede presumir de tener una gran superficie boscosa. La península cuenta con un enorme potencial para crear sumideros de carbono que sirvan para compensar emisiones de CO₂ a lo largo de las siguientes décadas, años que serán cruciales para descarbonizar la sociedad.
Comunidades como Navarra, el País Vasco o Cantabria poseen legislaciones férreas que custodian sus superficies arboladas, controlando incluso que el cuidado y la reforestación se realice con árboles autóctonos. Sin embargo, según datos del 3º IFN (Inventario Forestal Nacional), en España hay más de 9 millones de hectáreas de superficie forestal desarbolada y una importante superficie agrícola semiabandonada o de muy escasa rentabilidad. Ambas son susceptibles de ser cambiadas a uso forestal.
Objetivo de Desarrollo Sostenible 15
El 25 de septiembre de 2015, 193 países (entre los que se encuentra España) se comprometieron con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas y su cumplimiento para el año 2030. Entre todos ellos, el Objetivo de Desarrollo Sostenible 15 recalca la importancia de reforestar la superficie desarbolada o semiabandonada para luchar contra el cambio climático.
En 2013, Francisco Martínez y Enrique Enciso, dos ingenieros forestales cuyo sueño era “llenar el mundo de árboles”, se unieron para fundar una empresa que tuviera un alto impacto social y medioambiental. Así nació Sylvestris, una empresa especializada en la reforestación a gran escala como herramienta de compensación de emisiones. Una compañía que trabaja por crear un entorno verde y saludable contando con el trabajo de personas desfavorecidas o en riesgo de exclusión. Una empresa cuyo propósito es, en definitiva, “sembrar oxígeno integrando personas y naturaleza”.
Enrique Enciso lleva décadas reforestando bosques en España y en países de Europa, Asia y Latinoamérica. De la mano de Sylvestris ha sido el responsable, junto a su socio, de un tercio de los 60 nuevos bosques españoles registrados como proyectos de absorción en la Oficina Española de Cambio Climático. Enciso y su equipo han sido los encargados de recuperar, entre otros, el Parque Natural de Doñana, tras el incendio que sufrió en 2017. “En 2020 hemos trabajado en Monserrat, en la Comunidad de Madrid, Levante, Extremadura, en la zona centro de Portugal, en Italia, en el sur de Francia. Y en más zonas como Málaga, Cartagena, Vizcaya, Tarragona”, explica Enciso.
Para recobrar un bosque, ya sea porque ha sufrido un incendio o porque se trate de una superficie agrícola semiabandonada, hace falta financiación. No en vano, el precio de reforestar un bosque y mantenerlo durante los tres primeros años pivota entre los 3.500 y 6.000 euros por hectárea. Dinero que actualmente llega desde las administraciones públicas y, cada vez más, desde empresas privadas. Primero calculan su huella de carbono y buscan soluciones para minimizar sus emisiones de CO₂ utilizando la tecnología disponible y aquellas emisiones que no pueden evitar, las compensan a través de la reforestación, una solución natural que ayuda a mitigar el cambio climático.
Empleo y actividad económica
Con la intención de impulsar el mercado voluntario de compensación de emisiones en España a través de la reforestación, Fundación Repsol adquirió en 2020 el 21,39% del capital de Sylvestris, mediante su sociedad para la inversión de impacto social. A medio plazo, su objetivo será restaurar 10.000 hectáreas anuales de bosque, lo que permitirá absorber 2,5 millones de toneladas de CO₂ y crear oportunidades laborales para más de 2.000 personas al año.
Esto no es más que una muestra de que la reforestación crea empleo y una gran actividad económica en zonas rurales, en la España vaciada, esa que sufre grave riesgo de despoblación. Es lo que los especialistas han bautizado economía de triple impacto. “La actividad de reforestación para la compensación de emisiones es rentable y sostenible; genera empleo y tiene beneficios sobre el entorno, contribuyendo a una transición energética justa e inclusiva. Es un ejemplo claro de lo que queremos promover en Fundación Repsol, apostando por la inversión de impacto, un tejido empresarial que dé respuesta a los retos actuales de la sociedad desde una triple vertiente: económica, social y ambiental”, subraya António Calçada, director general de Fundación Repsol. “Por fin, la sociedad se ha dado cuenta de que estamos cometiendo algún que otro error. Hay que intentar hacer las cosas lo más equilibradas y sostenibles posibles”, añade Enciso.
Capturar carbono
No cabe duda de que la reforestación es una de las soluciones contra el cambio climático. Se trata de una apuesta a caballo ganador, puesto que los bosques tienen capacidad de absorber CO₂ desde el primer día. Según van creciendo, su capacidad de absorción es cada vez mayor. Los árboles necesitan una media de 40 años de crecimiento para alcanzar su plenitud en la captura del carbono.
Además de reforestar, resulta primordial la correcta administración del arbolado maduro. “Una buena gestión de los bosques existentes también hace que haya una mayor captación de CO₂. No olvidemos que los mejores paneles solares que existen en el mundo se llaman hojas. ¿Qué tiene de bueno esa generación de materia orgánica? Que además absorbe CO₂ y todavía tiene otra cosa más positiva, genera oxígeno, que utilizamos nosotros para sobrevivir. Ahora mismo cuantos más bosques haya y cuanto más CO₂ absorban y retiren de la atmósfera, mejor nos irá”, concluye el socio fundador de Sylvestris.
Árboles urbanitas
No todo el mundo posee el privilegio de residir en el campo. Hace tiempo que los seres humanos dejamos de vivir en la naturaleza para reunirnos en torno a las grandes ciudades, pero incluso en ellas, sus arquitectos siempre han otorgado un papel fundamental a los parques. “Cuando en Mesopotamia se crean las primeras ciudades también se crean los primeros jardines. Hemos salido del bosque, o del monte para crear un entorno urbano, pero siempre trayéndonos el bosque a la ciudad”, justifica Enciso.
Los grandes parques urbanitas generan salud en las ciudades, bajan su temperatura y evitan que las ciudades sean islas de calor. El cemento y el asfalto retienen mucho calor durante el día. Los jardines y parques regulan, de alguna manera, el exceso de temperatura. “Por eso las ciudades que están muy ajardinadas suelen tener mejor salud, menos contaminación, menos ruido… En una palabra, tanto para nuestra salud tanto física como psíquica es muy importante que las ciudades estén renaturalizadas. De ahí que cada vez más se estén rodeando a las ciudades de parques periurbanos”.
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